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La forense cubana declara en juicio a Posada Carriles

La Doctora Yleana Vizcaíno mostró evidencias de que la bomba que estalló en el Hotel Copacabana el 4 de septiembre de 1997, lanzó una esquirla de metal que le cortó la yugular a un joven de 32 años llamado Fabio Di Celmo, y que le causó el sangramiento irreversible que lo mató

Autor:

José Pertierra

A través del testimonio contundente de la médico forense cubana, Yleana Vizcaíno Dimé, este jueves la fiscalía probó que la muerte de Fabio Di Celmo el 4 de septiembre de 1997 en La Habana fue un homicidio.

La doctora Vizcaíno Dimé testificó ante el jurado en El Paso que Fabio Di Celmo murió de «una herida mortal por necesidad que le causó sangramiento masivo que fue imposible detener».  La defensa no pudo impugnar su testimonio y, consecuentemente, sus declaraciones constituyen evidencia no controvertida en el juicio contra Luis Posada Carriles.

¿Quién es Ileana Vizcaíno?

La médico cubana asumió el estrado la mañana de este jueves, vestida con un traje negro. El fiscal Timothy J. Reardon III condujo el interrogatorio por la fiscalía. Inmediatamente le pidió que describiera su trabajo. «Soy médico forense en el Instituto de Medicina Legal en La Habana», dijo la doctora.  «Llevo 21 años de médico, 18 de los cuales los dedico a la Medicina Legal».

Contó que se graduó en 1989, en el Instituto Superior de Ciencias Médicas en La Habana, y que rindió servicio social en la provincia cubana de Granma, por cuatro años. Tiene también un diplomado en Bioética.  Ahora «organizo, planeo, distribuyo y controlo toda la actividad del Instituto de Medicina Legal, adscrito al Ministerio de Salud Pública de Cuba», relató la Dra. Vizcaíno.

Sabiendo que al abogado de Posada Carriles le gusta vincular a cada cubano que reside en Cuba con el MININT, el Fiscal lanzó un ataque preventivo.  «Díganos doctora si el Instituto de Salud Pública es parte del Ministerio del Interior». Un poco sorprendida por una pregunta tan rara, la médico respondió: «No.  Estamos vinculados al Ministerio de Salud».

La autopsia de Fabio Di Celmo

Reardon entonces le pidió a la Doctora Vizcaíno que recordara el 4 de septiembre de 1997. «¿Usted realizó una autopsia ese día a Fabio Di Celmo?».  «Sí.  A eso de las 8 de la noche», respondió ella.  «Me asistió la Dra. Marcia Espinosa», añadió. «Le muestro un documento que la corte ha clasificado como 116h  ¿Usted lo reconoce y pudiera identificarlo?», le preguntó Reardon a la médico forense.  «Sí», respondió ella, «es el documento que certifica que yo realicé la autopsia de Fabio Di Celmo el 4 de septiembre de 1997».

«Por favor facilítenos un breve resumen de los resultados de la autopsia», le pidió el fiscal a la doctora.  La Dra. Vizcaíno resumió el documento con estas palabras: «Ese día nosotros realizamos la necropsia a las 8 de la noche y encontramos excoriaciones pequeñísimas -arañazos- que no guardaban relación alguna con la muerte.  Sin embargo, encontramos dos heridas de tamaño considerable inciso-penetrantes de 10,5 centímetros de largo y 5 centímetros de ancho.  La segunda herida era de características similares, pero de 8 centímetros de largo y 8 centímetros de ancho. La causas de la muerte fueron shock hipovolémico irreversible.  Es decir, un sangramiento profuso de las arterias causado por una lesión mortal por un objeto metálico de bordes irregulares y filosos.  El objeto es de un tamaño considerable.  La muerte fue inevitable y  violenta, causada por la velocidad con la que fue lanzado el objeto metálico por las ondas expansivas de la explosión y que resultó en la sección del paquete vásculo-nervioso y vasos paravertebrales.»

Concluyó la doctora que la muerte de Fabio Di Celmo fue «un homicidio».  Sin todavía mostrarle el informe de la autopsia al jurado, el fiscal Reardon le enseñó a la Dra. Vizcaíno varias fotos del cadáver de Fabio Di Celmo.  Una foto de los arañazos en el brazo izquierdo del difunto.  Otra de las lesiones en su muslo derecho.  Ambas con una escala interpuesta para medir mejor el tamaño de las excoriaciones.

«Yo autoricé el uso de la escala», testificó la doctora.

Las fotos del cadáver

Reardon entonces le pidió a la jueza que aceptara las fotos como evidencia y que se las proyectaran a los monitores de los integrantes del jurado.  La Jueza Kathleen Cardone accedió y los integrantes del jurado las estudiaron cuidadosamente en las pantallas individuales que tienen al lado de sus asientos.  «Esas excoriaciones no tuvieron que ver con la muerte del Sr. Di Celmo», le contó la doctora al jurado.

El fiscal le mostró otra foto a la doctora.  Clasificada por la corte como 116a.  «Esa es una foto del cadáver de Fabio Di Celmo”, le dijo ella al jurado.  ”Las heridas están suturadas».  Al proyectarse esta última imagen en las pantallas, los integrantes del jurado acercaron sus miradas a los monitores para ver mejor el cuello del difunto con la evidente incisión de la autopsia.

Antes del comienzo del testimonio de la Dra. Vizcaíno, la abogada defensora Rhonda Anderson había pedido que la jueza no permitiera que el jurado viera esa última foto, porque “la incisión de la autopsia aumentó el tamaño de la herida y esa imagen puede enardecer al jurado”, argumentó.  La abogada Anderson tampoco quiso que el jurado leyera el reporte de la autopsia. Dijo que «la médico forense cubana no tiene conocimiento personal de que Di Celmo murió debido a una esquirla de metal lanzada por una explosión».  Añadió que «alguien le pudiera haber tirado el objeto de metal».

Reardon: El sr Di Celmo no está disponible

El fiscal Reardon respondió: «lastimosamente el Sr. Di Celmo no está disponible para comentar sobre la causa de su propia muerte, y por eso es necesario utilizar el reporte de la autopsia».  La jueza rechazó los argumentos de la abogada Anderson y autorizó el uso de la foto del cadáver de Fabio y también el reporte de la autopsia.  Ambos cautivaron a todos en la sala judicial. Los integrantes del jurado miraron largo rato las heridas en el cuerpo inerte de Fabio y leyeron atentamente el reporte de la autopsia.

«¿Quién escribió ese reporte?», preguntó Reardon.  «Yo lo escribí», contestó con firmeza la doctora cubana.

Ahí terminó el interrogatorio de la Doctora Yleana Vizcaíno Dimé ante el fiscal Timothy J. Reardon.  La jueza anunció el receso de almuerzo y nos despidió hasta las 2 de la tarde.

La abogada Rhonda Anderson

El contra-interrogatorio de la doctora no lo condujo el abogado Arturo Hernández.  La tarea le tocó a la abogada defensora Rhonda Anderson.  Durante casi todo este proceso legal, ella se ha mantenido sentada al lado del abogado Arturo Hernández –detrás de una laptop Mac-, investigando, escribiendo y administrando los cientos de escritos, documentos y fotos que sostiene la defensa de Posada Carriles. Ella parece estar más cómoda ante una laptop que ante otro ser humano.

Una mujer pálida, de pelo corto, Anderson es extremadamente delgada.  Como el consejero brasileño de uno de los cuentos de Mario Vargas Llosa, esta abogada siempre parece estar de perfil. Su mirada es tan severa que da la impresión de que por su rostro no han pasado muchas sonrisas. Con cierta incomodidad, se acercó al podio para enfrentarse a la testigo. Con un marcado acento del sur de los Estados Unidos, le dijo a la Dra. Vizcaíno: «Welcome to the United States». «Gracias», respondió escuetamente la Doctora Vizcaíno.

Este caso ha marcado una histórica colaboración entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba para enjuiciar a Luis Posada Carriles, un ex agente de la CIA que se ha pasado décadas haciéndole una guerra sucia al pueblo cubano. Su largo historial delictivo incluye el derribo de un avión civil de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, atentados contra el Presidente de la República de Cuba y otros funcionarios del gobierno cubano, más una campaña de bombas para aterrorizar y así socavar la industria turística cubana. No creo que la bienvenida que le ofreció la abogada defensora a la testigo cubana esta tarde sea del agrado de Posada Carriles.

El fallido esfuerzo de la bogada de Posada

Como he visto durante todo el juicio, el guión de la defensa de Posada Carriles intenta desprestigiar a los testigos cubanos e impugnar su testimonio.  Esa era la tarea que le correspondía esta tarde a la abogada Rhonda Anderson. No le fue muy bien. Comenzó tratando de establecer que la Doctora Vizcaíno no tiene experiencia en casos de lesiones traumáticas (y consecuentemente que la doctora no está preparada para opinar adecuadamente sobre la causa de la muerte de Fabio Di Celmo).

«Cuándo usted hizo su servicio social en Cuba, ¿en qué áreas de la Medicina trabajó?», preguntó Anderson.  La doctora respondió que trabajó en un hospital rural en la provincia Granma, y que se encargó de partos, asuntos relacionados con la ginecología y la obstétrica.  Ahí se aprovechó Anderson y le preguntó a la doctora: «Entonces usted no ejerció en asuntos de trauma emergente, ¿cierto?».

Pero Anderson se había equivocado. La Dra. Vizcaíno respondió que sí había atendido casos de trauma. Anderson visiblemente se desinfló. Había calculado mal. Si la abogada estuviera al bate en un juego de pelota, el árbitro le hubiera cantado ahí mismo el primer strike. La abogada entonces le mostró a la doctora una fotografía, evidentemente tomada hace muchos años, de la Clínica Central Cira García en la Ciudad de La Habana.  Le preguntó a la Dra. Vizcaíno si reconocía a la clínica Cira (sic) García.  La foto era tan vieja y solamente captaba parte del complejo clínico del hospital donde falleció Fabio Di Celmo que al principio le costó trabajo a la doctora reconocerlo.

«Creo que es el edificio de la clínica», dijo ella aún no muy convencida.  «Esa clínica no es para la población cubana.  ¿Cierto?», preguntó la abogada. Reardon se paró. Molesto, le dijo a la jueza que era una pregunta inapropiada e impertinente.  «¿A dónde quiere usted llevarnos con esa pregunta?», le preguntó la Jueza Cardone a la abogada Anderson. «Hasta ahí», respondió Anderson titubeando. La jueza desestimó la pregunta, dándole la razón al fiscal. El segundo strike contra la abogada Anderson.

Visiblemente consternada, la abogada movió los papeles que tenía en el podio de un lado a otro.  Miró hacia Arturo Hernández, y este le pidió que se le acercara.  Consultaron medio minuto y Anderson regresó al bate. «¿La herida en el cuello de Di Celmo es un inciso?», le preguntó a la Dra. Vizcaíno. «Inciso-penetrante. Una cortada que le penetró. Por eso usé la frase inciso-penetrante en el reporte de la autopsia», respondió con precisión la médico cubana.  «¿No hubiera sido posible detener el sangramiento si en el hospital le hubieran aplicado una compresión al cuello?», disparó la abogada de Posada Carriles.

«El sangramiento fue en extremo grave. Por eso la muerte fue inevitable. Era una herida mortal por necesidad», respondió la doctora. «No tengo más preguntas», declaró la abogada Anderson.  ¿Tercer strike? Era obvio que había sido ponchada por una testigo profesional, articulada y conocedora, cuyo testimonio no pudo ser impugnado por los trucos leguleyescos de los abogados de Posada Carriles.

Lo que nos dejó la doctora

La Doctora Yleana Vizcaíno Dimé concluyó su testimonio y pronto regresará a La Habana, pero deja en El Paso sus declaraciones como evidencia de que la bomba que estalló en el Hotel Copacabana el 4 de septiembre de 1997, lanzó una esquirla de metal que le cortó la yugular a un joven de 32 años llamado Fabio Di Celmo. Le causó el sangramiento irreversible que lo mató. Pronto el jurado escuchará una grabación de Luis Posada Carriles, durante una entrevista al periódico The New York Times, en la cual alardea de ser el autor intelectual de ese asesinato. 

Posada: No pasó nada, pero le cortó la yugular

La fiscalía tiene citada a la periodista Ann Louise Bardach, quien entrevistó a Luis Posada Carriles en junio de 1998 en Aruba.  Ella grabó gran parte de esa entrevista y-bajo órdenes judiciales- Bardach tuvo que compartirla con la fiscalía.  El intercambio entre Bardach y Posada Carriles es comprometedor. Posada admite que una de sus bombas mató a Di Celmo, pero la culpa la tuvo la víctima -tuvo la mala suerte de situarse cerca de la bomba en el momento equivocado.

Empleando la lógica retorcida de los asesinos, Posada le dijo a la periodista sobre el asesinato de Fabio Di Celmo: «No pasó nada, pero le cortó la yugular». Bardach lo entrevistó en inglés. La traducción al español es mía:

Bardach: «Luis, en otras palabras, no te importa admitir lo que hiciste, pero no quieres que te acusen de cosas que no estás haciendo».

Posada: Claro.

Bardach:  Porque apoyas, tú sabes, actos de sabotaje.

Posada: Sí.

Bardach: En Cuba.

Posada: En Cuba.

Bardach: ¿No fuera de Cuba?

Posada: …No quiero luchar por otro país.

Bardach: Le leo en inglés (lee un recorte de periódico).

Posada: Otra vez.

Bardach: Okay. «Encabezó a un equipo de seis exiliados que trataron de asesinar a Castro en Colombia hace cuatro años».  ¿Cierto?

Posada: Sí.

Bardach: Eso es verdad.  Está bien, entonces lo de Colombia es verdad.  (Sigue leyendo la Bardach). «El conspiró para introducir de contrabando explosivos plásticos de Guatemala a Cuba el otoño pasado, escondiéndolos en pañales, botellas de champú y con guatemaltecos pretendiendo que son turistas».

Posada: Más o menos cierto. No es cierto completamente. No es cierto que las botellas… El cuento completo…

Bardach: Es la verdad.

Posada: Es la verdad.

Bardach: Pero Umm… el último… (sigue leyendo la Bardach) «El planeó volar un carguero cubano en Honduras en 1993 y establecer una base secreta en Honduras.»

Posada: Sí.  Es la verdad.  Es la verdad. Pero lo último es completamente falso.

Bardach: Eso es bueno, es bueno saberlo.

Posada: Traté de volar otros barcos en otros lugares.

Bardach: Oh.

Posada: No volar.

Bardach: Sí

Posada: Déjeme explicarle.

Bardach: Pero no en Honduras.

Posada: No en Honduras.

Bardach: Correcto.

Posada: En las explosiones en los hoteles

Bardach: Uh-uh

Posada: Tratamos de poner explosivos pequeños.

Bardach: Correcto.

Posada: Porque no queremos herir a nadie.

Bardach. Correcto.

Posada: Simplemente para hacer un escándalo y que los turistas no vengan más.

Bardach: Ah.

Posada: ¿Por qué?

Bardach: Oh, yo entiendo.  Entonces, en otras palabras, con respecto a las bombas contra el turismo, es porque en su libro, yo leí lo molesto que usted estaba con el turismo.

Posada: Sí.

Bardach. Sabes que recuerdo que te había dicho lo diferente que es Cuba, con el dinero que le llega del turismo. Te lo dije.

Posada: Sí

Bardach. Entonces me decías que tu intención era asustar a los turistas.

Posada: Sí

Bardach: No matarlos.

Posada: Claro.

Bardach: Pero uno murió, usted sabe.

Posada: Sí.  Pero ¿sabe usted que pasó?

Bardach:  No.

Posada: Sesenta pies de distancia.  Había un pobre hombre en una silla.

Bardach: Sí.

Posada: Y pedazos pequeños…

Bardach. Esquirlas.

Posada:  y… le cortó la yugular. Es el más fatal del mundo.  No pasó nada, pero le cortó la yugular.  Triste, vaya. Es triste, porque no fue intencional, pero no podemos parar porque umm, ese italiano estaba en el momento equivocado en el lugar equivocado.

Posteriormente, Posada Carriles le añadió a Bardach que no tiene remordimiento por la muerte de Fabio Di Celmo. «Yo duermo como un bebé», le dijo. Y es precisamente eso lo que ha hecho consistentemente durante este proceso en El Paso: se la pasa durmiendo en un asiento como si nada. Hoy Posada ni siquiera miró la pantalla para ver el cuerpo inerte de Fabio Di Celmo. Tampoco se perturbó durante el testimonio sobre la autopsia que la médico forense le realizó a la persona que su bomba mató en La Habana.

Otro testigo y una moción

El juicio quedó suspendido hasta el lunes. Mañana les cuento acerca del testimonio del otro testigo que la fiscalía presentó “fuera de turno”, hoy por la tarde, y también de una moción de la defensa de Posada Carriles para tomar declaraciones de una persona que está en Guatemala. Si la jueza la concede, tendríamos otra prórroga prolongada en el juicio, porque los abogados viajarían hasta allá para tomarle el testimonio.

*José Pertierra es abogado y tiene su bufete en Washington DC. Representa a Venezuela en el caso de extradición de Luis Posada Carriles.

Tomado de Cubadebate

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