Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Con un sello de valentía en el pecho

Once Áreas de Salud Integral Comunitaria y 111 colaboradores cubanos recibieron Reconocimiento por el cumplimiento del deber en medio de las inundaciones en cinco estados venezolanos a finales de 2010

Autor:

Juana Carrasco Martín

HIGUEROTE, estado de Miranda.— La hora no era la más adecuada, pleno mediodía, con un sol que rajaba las piedras, prácticamente en la desembocadura del río Birongo, en el Mar Caribe; pero las varias decenas de cooperantes cubanos reunidos en la pequeña área de parqueo del Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de esta localidad hacían caso omiso del intenso calor y, más que sudor, rezumaban una orgullosa alegría.

Muy especial era el objetivo que los reunía en un momento en que apenas los imprescindibles se mantenían de servicio para atender cualquier urgencia: la jefatura de las misiones cubanas en Venezuela llegaba una vez más hasta el lugar, tal y como hizo el 7 de diciembre de 2010, para ver, palpar, conocer la situación y pegar el hombro a la tarea, en una población que entonces, por tercera vez, quedaba totalmente bajo las aguas. Sin embargo, ahora se trataba de reconocer la destacada labor de nueve colaboradores y todo el CDI en aquella situación excepcional.

Una sencilla placa, para darlo a conocer a quienes no supieron de aquellos días de heroicidad callada y trabajo abnegado junto al pueblo venezolano, y un pequeño sello, donde un puño en alto entrelaza las banderas de Cuba y Venezuela, puesto en el pecho de los integrantes de las misiones Médica, Deportiva y Educativa, eran el premio visible a quienes habían cumplido de forma muy especial porque, como diría cualquier cubano, les tocó la oportunidad e hicieron lo que se debía.

La doctora Belkys Álvarez Escobar, coordinadora del Área de Salud Integral Comunitaria (ASIC) de Higuerote, levanta el galardón y piensa en aquellos momentos de zozobra cuando nadie titubeó. Hoy el Birongo pasa tranquilo, muy diferente de aquellos días finales de noviembre de 2010, cuando casi todo el municipio de Brion quedó bajo las aguas; y ella cuenta que «llegaban a casi un metro, a la cintura, y la población se encontraba en situación crítica, todo inundado, y el hospital y el CDI eran los principales servicios de salud.

«Llegó un momento en que las aguas subieron tanto que rodeaban el hospital y el acceso a él era imposible, por lo que solo nuestro CDI podía brindar atención a la comunidad porque los consultorios del casco de Higuerote también estaban inundados.

«El agua subió en tres ocasiones, y el 7 de diciembre fue tanto que llegó hasta los límites de la puerta del CDI. Se tomó la decisión de evacuarlo; hacer el traslado del equipamiento, los servicios y el personal hasta el Hotel Marbella, un lugar apenas a 50 metros, pero que por su construcción estaba un poco más alto. Allí se podía mantener el servicio a la población.

«Tampoco había luz eléctrica, pero nos facilitaron plantas generadoras. El traslado se hizo en menos de dos horas porque todos ayudaron: nuestro personal de salud, los de Barrio Adentro Deportivo y los educadores».

La doctora espirituana tiene una anécdota que contar: «En medio del traslado llega una mujer con un parto, cuando ya el grupo estaba pasándose hacia Marbella, y los equipamientos que quedaban aquí no garantizaban la atención para la patología de la paciente y que se le pudiera salvar la vida. Así que el médico salió corriendo, con el agua a la cintura y en medio de la corriente, para traer hasta acá los equipos y poder prestarle servicio. Al cabo de 15 días se le dio de alta a esa paciente con la satisfacción de ser una vida salvada por nuestros médicos de Barrio Adentro».

Aclara la coordinadora que este es un CDI quirúrgico, uno de los más grandes de la región de Barlovento, y donde atienden como promedio unos 300 pacientes diarios. En los días de la emergencia no dejaron de prestar atención desde el Hotel Marbella, y como muchos de los habitantes de Brion y de Higuerote estaban evacuados, «hacia esos centros se desplegó nuestra tropa. Tuvimos que mandar a todos los médicos a los puntos de evacuación a vivir junto con los evacuados», apunta Belkys, y está hablando de 83 cooperantes cubanos que laboran en 22 consultorios, un centro de diagnóstico quirúrgico, oftalmológico, odontológico, con atención de citología, y el servicio de sala de rehabilitación integral.

Una misión en la misión

En el estado de Miranda, los sellos de Reconocimiento fueron entregados a los profesores de Barrio Adentro Deportivo Pablo Castillo Acosta, Alfredo Heredia Ramos, Ariel Betancourt Cepero y Boris Montenegro Oliva, y a la profesora de la misión Educativa, María Silvia Catasús Pérez, quien no lo recibió personalmente porque ya estaba de regreso en la Patria, tras concluir su misión. A todos ellos los vimos diligentes en las labores de evacuación aquel día, cuando las aguas reinaron sobre el municipio de Brion y rodearon el CDI de Higuerote.

Los otros cuatro cooperantes destacados por su actuación excepcional tienen mucho que contar, y la doctora Belkys se encarga de presentarlos aunque son de Acevedo, otro municipio de Miranda, y específicamente del ASIC Caucagua: «Ellos fueron enviados a lugares aislados, adonde se les trasladó en helicópteros militares con medicamentos y alimentos para un tiempo determinado, pero las lluvias continuaron. Llegó un momento en que no había comunicación con ellos y se les acabaron los suministros, pero siguieron brindándole atención a una población que estaba aislada, y que se sintió muy satisfecha con su presencia y sus servicios».

De su situación habló incluso el presidente Hugo Chávez; y cuando las condiciones meteorológicas lo permitieron, los doctores Elder Hernández Pérez y Georvis González Núñez y los licenciados en enfermería Gilberto Valdés Muñoz y Yosbel Hernández Comendador, fueron rescatados. «Llegaron depauperados, pero allí estuvieron firmes», relata la médica de Higuerote.

El cuarteto, con modestia, accede a narrar un poco de aquel acontecimiento que puso sus vidas en verdadero peligro, pero también les dio la satisfacción de conocer a unos pobladores agradecidos y la emoción de saber que dos Comandantes velaban por su situación.

Todo sucedió en las montañas de Guatopo, en el estado de Miranda, que tiene algunas zonas a las que se llega mejor desde Altagracia de Orituco, en el colindante estado de Guárico. Así es el grado de aislamiento en este complejo donde, por naturaleza, el promedio anual de precipitaciones es de 1 500 a 2 600 milímetros, de ahí la cantidad de ríos, quebradas y riachuelos que, en las circunstancias especiales de finales de 2010, provocaron que las aguas del Tuy fueran con ímpetu inusual, cruzando carreteras, caminos y poblados, a buscar su salida al mar Caribe.

Dicen que sus habitantes son alegres pero ariscos; sin embargo, los cuatro trabajadores de la salud cubanos —que no estaban allí solo para contemplar sus bellezas naturales y rica fauna y flora—, nunca se dieron de bruces con esa supuesta hosquedad vecinal. Todo lo contrario: en Macanillas y en Boca de Paria hallaron los brazos abiertos, una solidaridad compartida y el agradecimiento de las humildes familias campesinas.

Y esto lo pudieron «ver» aun en la oscuridad de las noches, donde ni estrellas ni luna llena podían cortar el muro diluviano en ese agreste paraje de la geografía venezolana, al que habitualmente se llega por caminos polvorientos o anegados, según el caso. Las familias compartieron con ellos sus alimentos también escasos y la compañía diaria que se extendía hasta horas de la noche, en un gesto de protección a quienes les habían llevado los cuidados de salud.

«Fueron más de 300 o 400 personas. Vimos a muchos niños con enfermedades diarreicas y respiratorias. Los cinco días estuvimos trabajando todo el tiempo. Allí nunca había llegado atención médica, y ese era su agradecimiento, y querían saberlo todo de nosotros y cómo era Cuba, y se lo demostramos», dicen ahora cuando rememoran la emoción mayor…

«Recibimos una llamada del presidente Chávez, que manifestó su preocupación y la que existía en nuestra tierra; que el Comandante Fidel estaba también preocupado y que a cada hora llamaba para saber de nosotros. Fue estimulante; nos sentimos emocionados», narran.

Ocho años de misión Barrio Adentro

No fueron los de Higuerote y Caucagua los únicos colaboradores de la salud que aportaron entrega tan especial. En otras partes de Venezuela también los colaboradores hicieron proezas. Por eso la placa de Reconocimiento cuenta del trabajo y la entrega en las ASIC La Candelaria, en el Distrito Capital; Modesto Jaiket y Pedro Medina Fuguet, en el estado de Falcón; Guaracarumbo, en el estado de Vargas; y en el muy castigado estado de Zulia, donde las lluvias persisten y no pocos trabajadores de la salud cubanos, en la zona del sur del lago, fueron merecedores del galardón: los ASIC Sinamaica, Paraguaipoa, San Carlos, Santa Bárbara, El Chivo y Carrasquero.

Estas fueron circunstancias especiales y ellos respondieron como lo haría cualquiera de los cooperantes, porque se sabe que, en la normalidad del día a día, los cubanos en Venezuela hacen historia.

La Misión Barrio Adentro arribó en este abril a su octavo aniversario. Son 2 920 días —y sigue la cuenta— brindando atención inmediata, integral, eficaz, gratuita y con total entrega y amor a quienes, hasta la llegada de la Revolución Bolivariana, eran simplemente los olvidados.

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