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En marzo se quedaron sin ron, tabaco y miel… ¿y sin Heberprot-P?

Una ley nefasta recrudeció, oficializó, codificó hace 20 años una política agresiva que, a pesar del rechazo entre la mayoría del propio pueblo estadounidense y haberla declarado obsoleta el presidente Obama, su Congreso la mantiene vigente

Autor:

Juana Carrasco Martín

…«estoy seguro que el Congreso inevitablemente levantará el embargo que ya no tiene cabida».

Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, 70 Asamblea General de la ONU

Para abreviar, siguiendo lo que parece una moda, se le llama 17D. Significa 17 de diciembre y se remite al año 2014, dìa-hito en la historia de las relaciones —casi siempre tumultuosas, turbulentas, de enfrentamientos de posiciones sobre la soberanía, entre dos naciones vecinas. Una poderosa y siempre presta a extender su dominio, otra pequeña y repleta de dignidad, dispuesta a defender su independencia a cualquier precio.

Ese día la sorpresa se produjo en ambos países. Los respectivos Presidentes anunciaron al unísono la disposición al restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el inicio de un proceso que dijeron sería largo y complejo para normalizar las relaciones.

Se comenzaba a serruchar el cerrojo de un dogal férreo —el del bloqueo, llamado embargo en el país del inglés—, establecido como decisión —Proclama presidencial 3447—, en febrero de 1962 por John F. Kennedy.

Pero, por arte de birlibirloque fue endureciéndose y el 12 de marzo de 1996 quedó codificado con el nombre de Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana, más conocida como Ley Helms-Burton, porque fueron sus auspiciadores el senador republicano Jesse Helms y el representante demócrata Dan Burton. Una vez más, el bipartidismo mostraba el poder del pensamiento único cuando se trata de imponer el interés hegemónico del Gobierno de los más ricos.

Entonces, todas las normas, regulaciones, proclamas y órdenes presidenciales que diferentes administraciones estadounidenses habían adoptado contra Cuba se convirtieron en Ley, una degradación, una aberración de la política imperial que derogaba de un plumazo las facultades presidenciales y pasaba a manos del Congreso la decisión de mantener, enmendar o anular las disposiciones del bloqueo.

Entraron en ese saco del ahogo, que comenzó a llenarse con la Proclama de Kennedy, medidas que prohibían las importaciones de Cuba a Estados Unidos. Se fueron quedando del lado de allá sin ron, tabaco y miel, y sin el estratégico níquel, para citar los más conspicuos productos de esta nación caribeña, que siguió desarrollándose a pesar de ello y les ha llevado al punto que ahora tampoco pueden disponer de los «milagros de la biotecnología cubana y poder sanar las úlceras ponzoñosas que limpiaría el Heberprot P.

Aislando, Estados Unidos también se aisló; hiriendo, también se hirió…

Con las Regulaciones para las Importaciones Cubanas de 1962 y con las enmiendas aportadas apenas unas semanas después bajo la Ley de Comercio con el Enemigo, que databa nada menos que de 1917, también se prohibieron las exportaciones de Estados Unidos a la Isla altiva y rezongona. La tela de araña se fue enredando en el intento de atrapar a la que querían como presa.

Marzo, un mes con mal signo

En esta historia prolongada durante casi 11 lustros, marzo parece haber jugado un papel especial, es como si quisieran emparentarlo con los idus que convirtieron a Roma de República en Imperio.

El saco del bloqueo siguió tragando sanciones, decretos, órdenes para el ahogamiento. Con la Helms-Burton a la que Bill Clinton le dio su visto bueno, se internacionalizó el bloqueo, con el propósito bien definido de intimidar a los empresarios extranjeros para dificultar la inversión en la Mayor de las Antillas y obstaculizar al máximo su desarrollo económico y social.

Prohibido se convirtió en un término favorito para los Departamento de Estado, del Tesoro, del Comercio y otros que debían seguir bajo estricto control y persecución lo establecido ya por Ley para casi el mundo entero.

Se prohibió también a terceros países la venta de productos a Cuba que tuvieran más de un diez por ciento de componentes norteamericanos. Solo ahora, en 2016, y como parte de las medidas modificadoras dictadas por Barack Obama pueden llegar al 25 por ciento los componentes estadounidenses de cualquier producto que se quiera exportar a Cuba desde un tercer país.

A los barcos de cualquier bandera que tocaran puerto en la Isla caribeña se les sanciona con 180 días de abstinencia sin poder atracar a radas estadounidenses.

Impusieron sanción al otorgamiento de ayudas públicas o privadas e impidieron la realización de transacciones económicas entre Cuba y los Estados Unidos.

En 1963, en marzo por demás, se establecieron las Regulaciones para el Control de los Activos Cubanos, entre ellas la prohibición impuesta a los ciudadanos estadounidenses de viajar a Cuba. Se quedaron también, desde entonces sin el sol, las playas, las múltiples y variadas bellezas naturales, la cultura y los eventos deportivos, por citar solo algunos de los beneficios y amparos constitucionales de la ciudadanía estadounidense. Sin poder caminar con tranquilidad por las ciudades de un país amante de la paz y hospitalario. Claro, el turismo dejo de ser un renglón sustancial en la economía cubana, pero poco a poco los visitantes llegaron desde muchos otros lugares y hablando tantos idiomas como en la Torre de Babel, sin que por supuesto Cuba fuera el caos que Estados Unidos pretendía.

En su reciente declaración a la prensa acreditada a la visita del presidente Barack Obama a Cuba, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, califico las sanciones penales administrativas a los ciudadanos estadounidenses por hacer turismo en Cuba como «prohibición insana, injustificada, que no debería existir». «¿Por qué mantener esta absurda prohibición? ¿Qué pasa con las libertades civiles de los ciudadanos norteamericanos?», inquiría el Ministro de Exteriores.

Esta nefasta Ley Helms-Burton endureció más aún otra legislación de octubre de 1992, la aprobada por el presidente George Bush (el padre) bajo el título de Ley para la Democracia Cubana, conocida como Ley Torricelli por su presentador, el entonces representante de Nueva Jersey, Robert Torricelli, y por el senador floridano Bob Graham.

La Torricelli tuvo y tiene el objetivo de justificar la política de bloqueo, de aislamiento político y económico de Cuba, desde el pretexto de una supuesta «violación de los derechos humanos y la falta de democracia» en Cuba. Con ella se puso sobre el sucio tapete de la agresión económica el carácter eminentemente extraterritorial de las regulaciones.

Ahora bien, la Casa Blanca ha hecho patente que el bloqueo es un instrumento de la Guerra Fría —superada frente al mundo desde que entramos en este siglo 21—, pero sigue apuntando contra Cuba a pesar de que en 54 años no ha podido demostrar su eficacia, ni cumplimentar el objetivo de derrocar a la Revolución Cubana.

Desde el 17 de diciembre de 2014, el Gobierno de Estados Unidos ha multado a ocho entidades —cinco de ellas estadounidenses y tres extranjeras— por 2 836 681 581 dólares estadounidenses, por lo que hasta este marzo suman 49 las multas impuestas durante la administración Obama a empresas sindicadas por violar las sanciones contra Cuba y otros países. Las multas acumuladas cifran 14 397 416 827 USD, según datos del sitio CubavsBloqueo.

Bancos y entidades financieras como los gigantes europeos Credit Agricole, BNP Paribas, el Credit Suisse, Commerzbank, Societe Generale, el Deutsche Bank AG, UniCredit y Banamex, están entre los multados por los Departamentos de Justicia y del Tesoro de Estados Unidos, por transacciones con Cuba que transgreden las regulaciones del bloqueo.

En su análisis de las mas recientes medidas adoptadas por los Departamentos del Tesoro y del Comercio de EE.UU. de autorizar a Cuba el uso del dólar en sus transacciones internacionales, el Canciller cubano afirmaba que esto atañe a «un aspecto significativo del bloqueo», pero para que sea viable se requerirán «declaraciones políticas de muy alto nivel del Gobierno de Estados Unidos, se requerirán documentos de alcance jurídico, aclaraciones legales numerosas del Departamento del Tesoro que den seguridad jurídica y política a los bancos, a los bancos extranjeros y a los propios bancos estadounidenses», para que esas entidades entiendan que «cesa en el futuro próximo la persecución financiera contra Cuba» y que se revierten los efectos intimidatorios acumulados durante décadas.

Agregaba: «Habría que esperar que en lo adelante no se repitan multas como las aplicadas en las semanas recientes, después de avanzado el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas y después de anunciadas las medidas anteriores, contra bancos como el alemán Commerzbank y el francés Credit Agricole».

Marzo, ha sido clave, marzo se muestra interesante, falta por ver si marzo, en este 2016 y a 20 años de la codificación congresional del bloqueo, puede comenzar a redimirse en una visita que esperamos traiga clara la mirada para ver la realidad de la Isla y de su pueblo firme y trabajador.

Podría abrir el saco y dejar que se esfumen los males de Pandora que en él se han reunido y acumulado —bajo el estímulo y las presiones de los sectores más recalcitrantes de la política estadounidense.

El visitante al que se le abre la puerta con hospitalidad y respeto tiene prerrogativas para ello y no estaría mal que siguiera presentando iniciativas que despojen de contenido a la Ley, asumiendo confianza en aquella frase que fue parte de su campaña electoral: Sí se puede.

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