Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vietnam y el primer abrazo

Reciprocando los tempranos afectos de Fidel y Cuba por el pueblo vietnamita, la delegación oficial de ese país arribó antes que ninguna otra, desafiando kilómetros

Autor:

Nyliam Vázquez García

No es casualidad. Vietnam llegó primero y ese hecho concreto no está ligado a cercanía geográfica —todo lo contrario— ni a coyuntura política alguna del siglo XXI. La verdad más profunda de ese gesto, que no sería titular en ningún medio, desnuda con la sencillez de un acto que no busca aplausos, está en las profundas raíces de un sentimiento mutuo entre dos naciones que han estado juntas en las más disímiles circunstancias a lo largo de décadas.

Para el «hasta siempre a Fidel Castro», el hombre que dijo que por Vietnam los cubanos estaríamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre, los vietnamitas acortaron todas las distancias y fueron los primeros en decir: ¡aquí estamos, hermano!

En 1973, Fidel abrazó al primer ministro Pham Van Dong y a otros combatientes. Foto: vnanet.vn

Vuelven las esencias de la historia a darnos lecciones de sobrevivencias. Ningún otro líder aterrizó en plena selva para decirle a ese pueblo, que luchaba con escasísimos recursos, que una pequeña isla al otro lado del mundo los admiraba y apoyaba. Nadie fue más coherente que Fidel en los pequeños y grandes actos que han bordado cuidadosamente los lazos que unen nuestras fronteras.

Las manos del Comandante sobre las del Presidente vietnamita, una semana antes del inicio de su viaje definitivo, quizás podría asumirse como otra de esas señales que los hombres usan para levantarse y andar. Muy seguramente, tampoco fue casualidad que nos quede la paz de su rostro compartiendo diez días antes con Tran Dai Quang, amigo entrañable, como recuerdo abrazable cuando cubanos y vietnamitas tomemos conciencia de los días siguientes al 25 de noviembre de 2016.

Vietnam llegó primero al tributo y allí rostros de dolor hondo, tan similares a los nuestros, siguen tejiendo historia. Decenas de graduados en esta Isla y miembros de la Asociación de Amistad Vietnam-Cuba se congregaron en nuestra Embajada en Hanoi. La imagen del abrazo del embajador cubano a uno de esos amigos pareciera contenernos a todos.

Un sincero gesto asiático de respeto hacia Fidel. Foto: Embajada de Cuba en Vietnam

Las letras de Lien Hoang Thi, graduada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana en 2004, no más se enteró de la noticia, podrían ser las de decenas de miles de jóvenes vietnamitas formados en Cuba.

«Mis condolencias por el fallecimiento del Comandante. Siento mucho por el pueblo y toda la gente que lo quiere. ¡Adelante. Un abrazo muy fuerte!», le escribió a su hermana cubana. Y lloraron juntas y se estrecharon en la distancia y encarnaron de nuevo la historia de dos países.

Nguyen Thi Kim Ngan, presidenta de la Asamblea Nacional vietnamita, encabezó la delegación oficial que llegó a Cuba el lunes 28. En la tierra de los anamitas, el domingo 4 de diciembre, el mismo día en que se plantaron en Santiago de Cuba las cenizas del gigante, fue día de Duelo Nacional.

El embajador cubano Herminio López recibió a nombre de nuestro pueblo las condolencias de los vietnamitas. Foto: Embajada de Cuba en Vietnam

Como Lien y su amiga cubana, cada quien, de un lado y otro, vive los días de recogimiento, de respeto a una vida que nos llena de razones. Sin importar sexo, razas, latitudes… germinan los cultos para hablarle, se ponen flores, se encienden velas, se enjugan lágrimas incontenibles.

Muy seguramente, no pocos altares familiares vietnamitas tendrán su tributo para ese padre multiplicado. No es casualidad que esta vez Vietnam llegara primero. Una vez, en 1973, Fidel fue el primer jefe de Estado extranjero en cruzar el inseguro Paralelo 17 y esta Isla pequeña la primera nación en plantar en la zona liberada de Vietnam del Sur una embajada.

De algún modo, ese abrazo temprano, cual primero en la mañana, es ritual de los hermanos de sangre: estar en la hora justa, venir contra todo pronóstico, contra toda distancia, antes que nadie, apoyar y decir en un susurro: ¡Aquí estamos, hermano! ¡Gracias!

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