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¡Alertas!… esta guerra define el equilibro del mundo

Para que la Revolución Bolivariana caiga, el imperialismo estadounidense ha puesto en marcha todo tipo de ataques. Las víctimas, hace mucho tiempo, son la vida, la verdad, la esperanza y el amor del pueblo

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS, Venezuela.— En un gran campo de batalla, entre la revolución humanista en el poder y los deseos expansionistas del imperialismo norteamericano, se ha convertido Venezuela. El mundo debería estar alerta, porque siguiendo el espíritu de hombres como Simón Bolívar y José Martí, las definiciones que aquí tengan lugar repercutirán con intensidad insospechada, no solo en el hemisferio, sino también en el mundo.

Este país hermano se ha convertido en un inmenso laboratorio, donde las fuerzas de la contrarrevolución están usando todo tipo de armas. Los daños son incalculables, se expresan en muertes y en la destrucción de recursos materiales desde que Hugo Chávez, verdad despierta de una nación, le dijo al planeta quién era y cuáles eran sus sueños.

En una similitud asombrosa con la historia de nuestra amada Isla, jamás podrá cuantificarse el costo que en el pensar y en los sentimientos del pueblo venezolano está teniendo una guerra que —aunque pudiera darse algún día en la clásica versión de ocupación del territorio, a la usanza de los grandes conquistadores— ahora ataca lo más valioso de un país siguiendo un estricto protocolo de Guerra No Convencional (GNC), diseñado desde el siglo pasado en los laboratorios asépticos y rapaces de Norteamérica: ataca conciencias, voluntades, esas dimensiones donde el hombre decide si será, o no, protagonista de un proceso político.

Según Hugo Morales Karell, Doctor en Ciencias Jurídicas cubano, especialista en Derecho Penal e investigador de temas vinculados con Seguridad Nacional, en los documentos doctrinales de Estados Unidos se define la GNC como el «conjunto de actividades dirigidas a posibilitar el desarrollo de un movimiento de resistencia o la insurgencia, para coaccionar, alterar o derrocar a un Gobierno, o a tomar el poder mediante el empleo de una fuerza de guerrilla, auxiliar y clandestina, en un territorio enemigo».

¿Y cuál es la punta de lanza de esa GNC? Es un arma fallida, cuya ineficacia explica, entre otras razones, el fracaso del enemigo imperial: una oposición interna que, como Chávez definió, no resulta «confiable»: «Cómo quisiera tener un grupo, o por lo menos una persona, de líderes verdaderos de oposición política en los que uno pudiera confiar —confesaba el líder bolivariano sin ironía, el 17 de enero de 2010, al prestigioso político e intelectual José Vicente Rangel—, pero este grupo de personas no son ni líderes, ni son oposición política, porque la política hay que practicarla, como tú la practicaste toda tu vida, con código ético. Uno tiene sus límites éticos, uno tiene sus límites morales, sus códigos políticos. Ellos no tienen códigos, ni éticos ni políticos, ni racionales siquiera. La política exige mucho de raciocinio».

Desde que la Revolución Bolivariana mostró su naturaleza liberadora, incluso mucho antes, desde que el delgado y joven líder visitó por vez primera Cuba y fue abrazado por Fidel, se activó el bombillo rojo de esta GNC. Desde entonces, como desde siempre, cualquier gesto hermoso entre ambos gobiernos, entre la América Nuestra y la otra América, fue inútil. En abril de 2009, durante una reunión entre el presidente norteamericano Barack Obama y dirigentes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que tuvo lugar en Trinidad y Tobago como antesala de la V Cumbre de las Américas, Chávez regaló a su homólogo norteño el libro Las venas abiertas de América Latina, del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Desde la OEA se desplaza la artillería de la Guerra No Convencional contra la tierra de Bolívar. Foto: AVN

El mismo Obama, como parte de la GNC, había propuesto en esa reunión regional algo que también nos propuso a nosotros cuando visitó La Habana en 2016: la desmemoria. Cuando Chávez le escuchó decir «yo vengo aquí a hablar del futuro, no del pasado», como no tuvo forma de responder aquel discurso público, buscó esa noche en el hotel, entre sus cosas, el libro de Galeano, y al día siguiente se lo obsequió al Presidente de los Estados Unidos. El líder venezolano le pedía de ese modo que estudiara la historia de América. Con el paso del tiempo corroboró que Obama no había leído una letra: ¿y qué iba a leer si la suerte estaba echada, si EE. UU. ya había condenado a muerte a la Revolución Bolivariana.

Lo menor que hizo Obama, en 2015, fue declarar a la tierra de Bolívar como «amenaza inusual y extraordinaria a la Seguridad Nacional y la política exterior de Estados Unidos». Si no fuera por el peligro que entraña esa falacia, uno podría esbozar una sonrisa a medias, o una mueca, o un mohín sarcástico. Pero no, el asunto es demasiado serio.

Las armas del Diablo

Una de las explicaciones de que el proceso chavista siga en pie es el entendimiento de que, ante métodos no convencionales de ataque, la revolución debe dar respuestas de igual naturaleza. Plan contra plan, como diría nuestro Apóstol. Afortunadamente muchos dirigentes parecen entender esa necesidad de ser creativos. Saben que sería un error estratégico reaccionar clásicamente ante ensayos que parecen regenerarse en su maldad a cada minuto.

Este 26 de abril el gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, decía que para adaptarse a las nuevas formas de lucha que emplea el enemigo «anti Patria» es necesario conocer sus estrategias. Recurrió entonces al filósofo y estratega militar chino, SunTzu, autor del libro El Arte de la Guerra, para explicar que «la mejor estrategia del diablo es fingir que no existe, la manera de ganar una guerra es pretender que no la hay». Que la dirigencia de la oposición y sus empresas de comunicación se hagan los ciegos y los sordos sobre la existencia de una guerra económica cuya víctima es el pueblo, forma parte de las maniobras utilizadas por la derecha.

Por eso el gobernador habló de la responsabilidad que asiste a la dirigencia revolucionaria en «acompañar a las bases en la siembra de conciencia, casa por casa, para que el pueblo que ha sido el más afectado por la economía conozca el tipo de guerra que estamos enfrentando, quién la está ejecutando y cuál es su objetivo».

Ameliach hizo alusión al ensayo realizado por el coronel retirado del ejército de los Estados Unidos Max Manwaring, quien ha dicho que en la Guerra Total No Convencional, en tiempos de globalización, no existen normas, aunque el objetivo final se mantiene intacto: forzar a los revolucionarios a ceder ante los intereses del imperio.

Indicó que esa Guerra Total, según Manwaring, se presenta en tres niveles: primero, la guerra convencional o invasión militar, es lo último que se usa pero no se descarta. Segundo, guerra interna a través de quintas columnas con tres variables, las cuales son desestabilización económica, golpe de Estado y control territorial a través de organizaciones criminales (etapa actual). Y tercero, la creación del descontento popular e incapacidad del Gobierno para resolver las necesidades del pueblo (guerra sicológica).

La guerra sicológica, como ha recordado el gobernador Ameliach, atraviesa todos los niveles y persigue culpar al Gobierno de las dificultades, y crear descontento para que el pueblo actúe contra ese Gobierno y vea al enemigo como el salvador cuando en verdad es su verdugo.

Aquí conocen muy bien el libro El Arte de la Inteligencia, del exdirector de la CIA, Allen W. Dulles, en el que está definido que «el objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno de las ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos».

La conciencia del pueblo venezolano como variable cardinal que decide el triunfo o la derrota en esta lucha, está claramente visualizada por los artífices de la revolución. Gracias a ella, según análisis del gobernador de Carabobo (uno de los estados que ha sufrido los estragos de los días recientes de violencia), no han podido doblegarlos «a pesar de los ataques a la economía y de manipulaciones de la guerra sicológica direccionada desde Estados Unidos para tratar de apoderarse de nuestro petróleo y volvernos a hacer su colonia».

La teoría y la práctica

A inicios de este año el presidente bolivariano Nicolás Maduro llamó a desmantelar, neutralizar y derrotar los tres frentes de la GNC que sufre Venezuela. Él hizo referencia al económico, al criminal-delicuencial y al psicológico. Habló de desgaste, razón por la cual nació la Gran Misión Abastecimiento Soberano, como una respuesta para fortalecer la economía del país. Y en cuanto al tercer frente, hizo alusión a «las constantes campañas sicológicas de las televisoras, de las redes sociales para llenar de incertidumbre, nerviosismo y falta de fe en su Patria al pueblo venezolano».

Maduro ha denunciado que la oposición venezolana tiene tres propósitos: asaltar el poder político por orden del imperio estadounidense, evitar la recuperación económica, e impedir la recuperación política de la Revolución Bolivariana, así como tapar el hundimiento político de la derecha en el último año.

Sobre la GNC, algunos estudios refieren —tal ha escrito el Doctor en Ciencias Jurídicas Hugo Morales Karell— que el citado término se introdujo por primera vez en el vocabulario oficial del Departamento de Defensa norteamericano en 1955; aunque un reciente documento desclasificado, de septiembre de 2013, asevera que el Gobierno de EE. UU. ha llevado a cabo este tipo de actividades desde la Segunda Guerra Mundial.

Ejemplos del empleo de la GNC —enumera el Doctor en Ciencias Jurídicas— se pudieran citar varios, pero resultan más elocuentes los mencionados en el referido documento por los propios Estados Unidos: Albania y Letonia (1951-1955); Tíbet (1955-1970); Indonesia (1957-1958); Cuba y la invasión a Playa Girón (abril de 1961); Laos (1959-1962); Vietnam del Norte (1961-1964); Nicaragua y Honduras (1980-1988); Pakistán y Afganistán (1980-1991), e Irak (2002-2003).

«En la última década, refiere Morales Karell, la GNC ha emergido como la modalidad más factible a emplear por Estados Unidos y sus aliados para derrocar “regímenes contrarios a sus intereses”. En función de ello, han aplicado varias recetas, pero sin apartarse en lo fundamental de la utilización de pretextos para generar manifestaciones antigubernamentales por las más disímiles razones, desde descontentos populares por la situación socio económica en que viven, hasta la supuesta actuación de una oposición interna.

Este país hermano se ha convertido en un inmenso laboratorio donde las fuerzas de la contrarrevolución están usando todo tipo de armas. Foto: AVN


«En estas acciones, se conjugan dos elementos fundamentales, la participación de los jóvenes y el uso de las bondades que brindan las Nuevas Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones.

«Además, tratan de pulsar una “respuesta desmedida” de las autoridades del país a los manifestantes, que sirva de excusa para desarrollar una intensa campaña mediática, ejercer presión política y lograr la condena en organismos internacionales de los “países adversos”».

¿Estamos en una nueva era, donde la GNC se convertirá en el principal instrumento para perpetuar el dominio imperial?, pregunta Karell. «Por el momento, advierte, solo podemos responder que todo parece indicar que la GNC seguirá siendo la más convencional de las guerras».

Juventud, el blanco predilecto

Son jóvenes en su mayoría quienes aparecen en las escenas que inundan el mundo desde la redes sociales, donde se muestran las manifestaciones callejeras de la oposición, los actos enfurecidos con los que incendian banderas, automóviles, atacan el orden de las avenidas, golpean, desnudan y masacran a sus semejantes en desacato a las autoridades del orden público.

Ellos, por naturaleza, entrañan la posibilidad de todo cambio. Por eso los laboratorios del imperialismo hacen de la juventud el blanco predilecto. El interés, desde luego, es a nivel planetario.

Al respecto, en ocasión de cumplirse 55 años del triunfo de la Revolución Cubana, el General de Ejército Raúl Castro refería: «En nuestro caso, como sucede en varias regiones del mundo, se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral. «En resumen, se afanan engañosamente en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social, como si esos preceptos no representaran cabalmente los intereses de la clase dominante en el mundo capitalista. Con ello pretenden, además, inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, todo ello con el marcado fin de desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba».

En un encuentro este 26 abril con jóvenes estudiantes y trabajadores que protagonizaron una marcha cuyo destino final fue el Palacio Presidencial de Miraflores, Nicolás Maduro expresaba que las nuevas generaciones existen para construir el futuro y no la muerte, que no pueden ser corrompidas para quemar hospitales, pues están llamadas a hacer el bien y jamás permitir a la derecha fascista la toma del poder político en Venezuela.

«Donde vean un joven con odio, en una calle, en una esquina, donde lo vean —decía el mandatario a sus interlocutores—, búsquenlo y díganle que se libere de ese odio, que se sume a trabajar».

Ese ha sido el tono de la revolución en el poder: abrir sus brazos en afán unitario. Como ha reflexionado el prestigioso intelectual venezolano Luis Britto García, «desde la llegada al poder del Comandante Hugo Chávez Frías en 1999, se ha mantenido abierta la disposición del Gobierno Bolivariano de un consenso de diálogo con sectores de la derecha venezolana, a fin de promover la paz y la estabilidad en el país».

El mundo al revés

Una de las noticias más importantes que ha recorrido el mundo es el anuncio, en voz de la ministra de Relaciones Exteriores de Venezuela, Delcy Rodríguez, de que el hermano país rompe con la OEA: «Hemos roto con las cadenas históricas imperiales; hemos roto con las cadenas históricas del monroísmo y su expansionismo», ha dicho la Canciller.

La OEA ha servido históricamente como rampa de lanzamiento de los intereses hegemónicos del imperio norteamericano. Desde ella se desplaza la artillería de la GNC contra la tierra de Bolívar, aprovechando el resurgimiento de Gobiernos de derecha en América Latina, tal como sucedió en su momento contra la Revolución Cubana. Así, Delcy ha denunciado a quienes desde otros países alientan la violencia y el terrorismo a lo interno de su país.

«Yo no he visto a ninguno de esos Gobiernos ni a sus burócratas decir “condenamos la violencia de la oposición en las calles de Venezuela…”, no he visto un solo pronunciamiento», ha declarado este jueves, a la prensa internacional, la Ministra de Relaciones Exteriores.

«Lo que dicen es que se están reprimiendo las manifestaciones pacíficas… El mundo al revés… Pero sabemos que no es el mundo al revés, sabemos que se trata de configurar los falsos positivos que permitan la intervención en Venezuela. Por eso es que es muy grave, y cada vida de un venezolano o de una venezolana, indistintamente de su pensamiento, indistintamente de su militancia política, para nosotros es doloroso —no sé para los que alientan o los que apoyan a los violentos en Venezuela—, para nosotros, las venezolanas y venezolanos de bien, nos duele la muerte de cada venezolano o venezolana. Y por eso les hemos exigido que cese el apoyo a los extremistas, a los violentos en Venezuela (…) No se puede tener un discurso de doble estándar».

Son argumentos irrebatibles: terrorismo es terrorismo, ese que ha sembrado el horror y la muerte en América Latina, el Medio Oriente, África, Oceanía y Asia, en nombre de la «justicia», la «democracia» o «Dios», pero siempre fruto del capitalismo monopolista e imperialista de Estado. Y guerra es guerra, le pongan el apellido que le pongan en los laboratorios norteños de la muerte.

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