Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Se duerme sobre una flor… Despierta a la eternidad

Este 28 de julio el Comandante Hugo Chávez hubiera cumplido 63 años. Su breve e intenso paso por el mundo dejó una huella que la humanidad recordará por mucho tiempo

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS, Venezuela.— Un exquisito libro llegó hace algunos meses a mis manos. Sus destinatarios por excelencia son los niños. Dicen que su autor, Armando Carías (Caracas, 1952), lo hizo con placer, jugando.

Guardo un solo ejemplar con sumo cuidado, pensando que mi hija Elena, y otros niños, puedan leerlo. Con ilustraciones de Balbi Cañas (Caracas, 1965), de quien se afirma que cuando era pequeño se enamoró de los lápices de colores, la obra se titula Hugo Chávez. Una biografía que es como un cuento. Confieso que dos cualidades me encantaron del libro: su poder de síntesis, y el modo tan conmovedor en que narra la vida de un hombre extraordinario.

Esta cronista hubiera querido haber estado alguna vez en Sabaneta de Barinas, lugar del nacimiento de Chávez. Haber realizado este año el viaje antes del 28 de julio, día del cumpleaños del líder, quien llegó al mundo en 1954. Pero a veces la vida no es como se sueña. De modo que para el homenaje a un ser inmenso apareció como consuelo, desde su belleza y ternura, esta biografía que es como un cuento, cuyos principales fragmentos merecemos leer los cubanos porque debajo de líneas que lucen leves habitan el rigor del estudio y el respeto por los verdaderos acontecimientos. Cualquiera no hubiera podido bordar un gesto literario como este.

La bondad, su mejor virtud

Para mí Hugo Rafael Chávez Frías es uno de los hombres más buenos que ha dado la historia. Lo corroboran su entrega, su obra para millones de seres humanos. Esa materia de bondad se forjó, como siempre sucede, en los primeros años de vida del luchador. El escritor Armando Carías ha condensado magistralmente ese preludio con un fragmento titulado «¿Qué hace Huguito en Sabaneta?»:

«—Huguito, Huguito, mijo… vaya a la pulpería y le dice al señor Luis Alfonso que le fíe un bolívar de plátano.

«—¡Sí, mamá Rosa!

«—Huguito, Huguito, mi amor… llévele esta sopa a la señora Sara aquí en frente, que está con un dolor que no se le quita.

«—¡Voy, Mamá Rosa!

«—Huguito, Huguito, por el amor de Dios, al salir de la escuela se me viene derechito para la casa, que aquí hay mucho oficio. No sea disposicionero.

«—¡Está bien, Mamá Rosa!

«Mira, ahí está Hugo, tiene apenas siete años y ya ayuda con las cosas de su casa. Hace mandados, barre el patio y vende las famosas arañas que su abuela Rosa Inés hace con lechosa y papelón.

«Pero ¿qué más hace Hugo en Sabaneta a los siete años?

«Jugar pelota.

«Menear matas de mango.

«Bañarse en el río.

«Enamorarse de su maestra.

«¡Soñar!».

De la adolescencia al encuentro de Bolívar

Cuentan las páginas sobre el Chávez de 12 años, que él dice en casa querer ser pelotero cuando ha terminado el sexto grado. Su padre se sorprende cuando él afirma que quiere ser pítcher, como «El látigo Chávez» (Isaías «El Látigo» Chávez, famoso lanzador del equipo de Hugo, el Magallanes).

Cuando termina el bachillerato en el liceo Daniel Florencio O’Leary, el joven se inscribe en la Academia Militar. «¿Para ser cadete?», pregunta el autor del libro. Y responde: «¡No! ¡Qué va! ¡Pelotero!». A los 21 años se gradúa como licenciado en Ciencias y Artes Militares. «Han pasado cuatro años desde su ingreso a la Academia Militar —narra Armando Carías—, horas de estudio y entrenamiento han ido modelando su carácter y su vocación».

A esas alturas Hugo ya no quiere ser pelotero. Sigue amando el béisbol, pero le ha tomado amor a su carrera: «Asciende al grado de subteniente, estudia comunicación y electrónica, hace cursos de blindados, da clases de Educación Física, lee a Lenin con la misma pasión que a Bolívar. Llega a teniente (…) Sigue estudiando. Participa en el curso internacional de guerra política, realiza cursos en comando y Estado Mayor y estudia Ciencias Políticas. Hugo se quema las pestañas estudiando y lo hace con un fusil en una mano y con Bolívar en la otra, las dos armas que utilizará para sus luchas futuras».

El juramento

Ha escrito el autor del libro:

«En el estado Aragua, a poco más de cien kilómetros de Caracas, está la población de El Güere, y allí hay un centenario samán, un histórico árbol bajo el cual, aseguran los más ancianos del lugar, durmió Simón Bolívar.

«Y fue justamente el 17 de diciembre de 1982, al cumplirse ciento cincuenta y dos años de la muerte del Libertador, cuando Hugo, a la sombra de ese mismo samán que cobijó el sueño de Bolívar, juró luchar por la transformación de Venezuela y continuar la obra que el Padre de la Patria no pudo concluir.

«—Juro ante ti, padre Bolívar, que no descansaré hasta lograr la transformación política, social y económica de mi país».

El texto recuerda la conciencia de Hugo acerca de que él solo no podrá con tamaña tarea y por eso llama a sus compañeros de armas. Es el nacimiento del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200), grupo que después se transformará en Movimiento Quinta República (MVR). Hay un cambio de letras, dice Armando Carías, que en el fondo significa lo mismo: la decisión de hacer una Revolución.

El «por ahora», y el amor de un pueblo

Se suceden las páginas donde se cuenta de la rebelión del cuatro de febrero de 1992, esa que liderada por el teniente coronel Hugo Chávez marcó un antes y un después. El «Por ahora…» enunciado entonces por el joven líder ante el pueblo —cuando asumió la responsabilidad de aquella insurrección cívico-militar acometida contra las políticas neoliberales de los gobiernos de la Cuarta República—, se convirtió, como hoy expresan quienes llevan adelante, protagonizan o acompañan los cambios que la sociedad necesita, en un «para siempre».

En aquella hora cuyo desenlace fue de triunfo político y moral pero de adversidad en lo táctico, Chávez compareció ante los medios de comunicación y expresó en un mensaje dirigido a quienes le habían acompañado: «Compañeros, lamentablemente por ahora los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre, ya es tiempo de reflexionar, y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor».

Una delación dio al traste con lo soñado. Los rebeldes tomaron la decisión de rendirse. Fueron detenidos y encarcelados.

El 27 de marzo de 1994 Chávez sale en libertad. Se abre una etapa en la cual el líder decide ir a elecciones y despierta nuevas esperanzas en las multitudes. El dos de febrero de 1999, a poco menos de dos meses de haber ganado las elecciones, el luchador asume la banda presidencial y jura sobre una constitución que él llama moribunda. El 15 de diciembre de 1999 el pueblo aprueba su nueva Constitución. Nace una Era de diversas misiones sociales. Es la Revolución que pone al ser humano al centro de todo empeño. Chávez cumple con la palabra empeñada.

«El sábado ocho de diciembre del año 2012 —expresa el escritor sobre un momento triste y definitorio para Venezuela— Hugo nos encarga la Patria. Sin decirlo, se despide de su pueblo, alza la Constitución con su mano izquierda, besa la cruz y canta: “Patria, Patria, Patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol…”».

Siempre las raíces

Estremece el final del libro, ese que nos recuerda a nuestro José Martí, quien cuando hablaba de la muerte a los niños lo hacía natural y bellamente:

«El cinco de marzo del año 2013, a las 4 y 25 de la tarde, ese amor (el amor a la Patria) se hace eterno y Hugo va a reunirse en la Patria que habitan quienes, como él, se han dedicado a amar a la humanidad y a luchar por ella.

«Allí se encuentra Hugo con Maisanta, peleando junto a Zamora; por allá ve al mismísimo Simón Bolívar, recibiendo de Miranda la bandera; de este lado Aquiles Nazoa y Alí Primera, improvisando un corrío; el Che, Sucre, y su amigo “El Catire” Acosta Carles. ¡Todos están!

«Se ponen en fila para recibir al recién llegado y lo llevan exactamente a ese lugar de la Patria a donde una vez pidió lo llevaran si volviera a nacer:

«“(…) Papá Dios, mándame a la misma casita de palmas inolvidable, al mismo piso de tierra, las paredes de barro, un catre de madera y un colchón hecho entre paja y gomaespuma y un patio grande lleno de árboles frutales. Y una abuela llena de amor y una madre y un padre llenos de amor y unos hermanos, y un pueblito campesino a la orilla del río”.

«Hugo está feliz. La abuela Rosa Inés le arrulla con su voz llena de historias y recuerdos. Cae la tarde.

«Hugo se queda dormido… Sobre una flor».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.