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Rusia-China: alianza de futuro

Al calor de 70 años de relaciones y el más alto nivel de confianza, Putin y Xi sellan nueva alianza de cooperación estratégica integral 

Autor:

Leonel Nodal

En un contexto de tensión mundial, marcado por la agresividad y el desespero del actual Gobierno de Estados Unidos, ante la pérdida de espacios de poder e influencia, Rusia y China acaban de pactar una alianza sin precedentes que refuerza la estabilidad internacional.

A juicio de sus artífices y principales protagonistas, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, los 70 acuerdos y convenios firmados en Moscú por ambos durante la visita del gobernante chino abren una nueva era en sus relaciones.

Una valoración de ese género es algo muy serio. Lo más alejado de la retórica vacía o exagerada. Los dos jefes de Estado vienen construyendo una relación personal armoniosa y de identificación creciente frente a los principales asuntos bilaterales o de carácter mundial.

Desde marzo de 2013, cuando Xi realizó su primera visita a Moscú después de ser electo presidente de China, la relación con Putin se ha fortalecido en cada uno de los 30 encuentros que han sostenido, en diferentes foros y circunstancias, a lo largo de los últimos seis años.

En los hechos, más que en las palabras, han dado muestra de una confianza mutua creciente, que contribuye al nivel ascendente de las relaciones entre las dos potencias, que juntas forman un polo de poder geoestratégico sin paralelo, debido a su extensión y vecindad geográfica, el tamaño de su población y la inmensidad de sus recursos materiales y humanos.

«He tenido interacciones más cercanas con el presidente Putin que con cualquier otro colega extranjero. Es mi mejor e íntimo amigo. Valoro mucho nuestra profunda amistad», dijo Xi el martes, en una entrevista con medios rusos —ampliamente difundida en China— antes de su octavo viaje presidencial a Rusia.

Hablando de gestos amistosos y de confianza, los analistas recuerdan que Xi se convirtió en el primer jefe de Estado extranjero en recorrer el Centro de Comando de Combate de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa.

A su vez, Putin fue uno de los primeros líderes en apoyar la propuesta de Xi de construir un sistema comercial y de infraestructura que conecte Asia con Europa y África a lo largo de las antiguas rutas comerciales de la Ruta de la Seda.

Apenas esos pocos ejemplos ilustran y dan pie a la seriedad de cada una de las palabras que recogen el contenido de lo firmado. 

Xi expondrá este viernes sus ideas sobre desarrollo sostenible en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, un evento al que asisten representantes de alto nivel de la industria, el comercio y las finanzas de 75 países.

Entre los resultados más ilustrativos de la estratégica relación ruso-china se destaca el crecimiento del comercio bilateral, que en 2018 saltó a 108 000 millones de dólares.

Ambos países se plantean fomentar el intercambio en sus respectivas monedas, el rublo y el yuan, dejando a un lado el uso del euro o el dólar.

La originalidad y diferencia de la relación llevó a sus gobernantes a utilizar un nuevo lenguaje para designarla. Se trata, según han dicho, de una Asociación Cooperativa Estratégica Integral, una categoría especial en las relaciones internacionales, un modelo que va más allá de los esquemas tradicionales.

Como resultado de esa cooperación, actualmente se llevan a cabo unos 30 proyectos con participación de China y Rusia, con una inversión total de unos 22 000 millones de dólares; entre ellos la producción industrial conjunta de vehículos de la marca china Great Wall, producidos en Rusia.

Industrias de las dos naciones examinan un proyecto conjunto para construir un avión de larga distancia y un helicóptero pesado. Asimismo, sostienen conversaciones sobre la exploración espacial conjunta.

Por otra parte, la empresa china de telecomunicaciones Huawei acaba de anunciar la transferencia de su tecnología de telefonía móvil superrápida 5-G a Rusia.

Tanto Rusia, desde 2014, como China desde el año pasado, se han visto afectadas por la imposición de sanciones unilaterales de Washington con motivaciones políticas.

El enfrentamiento comercial de Washington con Beijín se agravó el mes pasado, cuando EE. UU. incrementó sus tasas a importaciones procedentes de China desde el diez por ciento hasta el 25 por ciento —por valor de 200 000 millones de dólares al año— y amenaza con sancionar otros bienes por valor de 325 000 millones dólares.

La hostilidad de la administración Trump hacia Rusia y China, en un trasnochado retorno a la política de la Guerra Fría ha fortalecido la unidad de intereses entre Moscú y Beijing.

La aproximación de los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se ha visto reforzada en las conversaciones de Xi y Putin al abordar cuestiones latentes como la desnuclearización de la península coreana, el mantenimiento del acuerdo nuclear con Irán y la preservación de la paz en Oriente Medio, en particular la defensa de la soberanía de Siria.

Asimismo, se declararon a favor de la defensa de la autodeterminación del pueblo venezolano y el respeto a la legitimidad del presidente Nicolás Maduro, al igual que contra la creciente hostilidad de Washington hacia Cuba.

Xi y Putin han dado vigor a las iniciativas para recobrar la antigua y profundamente enraizada amistad entre las dos naciones forjadas con vidas y sangre durante los tiempos de guerra, recordaron analistas en la prensa china.

Un ejemplo claro es el impulso a la Unión Económica Euroasiática, encabezada por Rusia, un mecanismo de integración y cooperación que señala al mundo el compromiso de China y Rusia con una economía mundial abierta.

El nivel sin precedentes de interacción revela un modelo avanzado de relaciones interestatales, que inspiran confianza en la posibilidad real de un mundo regido por el multilateralismo y el respeto al Derecho Internacional.

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