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¿Enseñando músculo?

No hay fines defensivos en las maniobras del Comando Sur y tropas «aliadas» en Latinoamérica

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Teóricamente se ha dicho que lo que se ensaya es «una operación defensiva de contrapoder aéreo», según un comunicado del Ministerio de Defensa de Colombia. Pero lo cierto es que las maniobras conjuntas que realizan tropas colombianas, estadounidenses y brasileñas hasta este miércoles en la base de Tolemaida, se parecen más a los preparativos de una intervención, como las tantas que han protagonizado los marines en el hemisferio.

Sabido es el hecho de que Washington nunca ha renunciado ni soslayado la vía militar para imponer sus deseos por más que los métodos no convencionales prevalezcan ahora; pero también se conoce que cuando lo consideren necesario, la Casa Blanca y el Pentágono no dudarán en combinar ambas vías. Para eso mantienen su presencia en siete bases militares colombianas donde es frecuente ver a los marines, aseguran fuentes dignas de crédito que hacen mención de que allí es casi constante ver al personal militar y a contratistas estadounidenses, dijo en una ocasión  a la AFP Adam Isacson, director del Programa de Veeduría de Defensa de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).

Si a ese presupuesto se añade el contexto volátil de una zona donde está presente esa nación que Washington considera su enemigo —claro que hablo de Venezuela— quedan totalmente explicadas las preocupaciones de los dirigentes sociales y políticos colombianos que han rechazado los ejercicios conjuntos, protagonizados por 75 paracaidistas de la 82 División Aerotransportada de Fort Bragg y 40 efectivos del Comando Sur, así como por una cantidad aproximadamente igual de efectivos de las FF.AA. de Colombia, y de colegas brasileños enviados por Jair Bolsonaro que, se dice, participan para observar.

Todos se alistan para tomar un aeropuerto supuestamente ocupado por «terroristas»: esa es una acción ofensiva y no de defensa que, sin embargo, puede ampararlo todo, pues para eso W. Bush desató la guerra contra el mundo en 2001 tras el derribo de las Torres Gemelas, si el fin es combatir, presuntamente, el terrorismo.

El renovado peligro que tales maniobras representan para Venezuela no va solo a cuenta del fracaso del plan Guaidó y del golpe de Estado continuado que se ha querido infligir a Nicolás Maduro, así como al reconocimiento por parte de las autoridades del gabinete Trump de que «todas las cartas siguen sobre la mesa».

Lo que empeora el panorama es la nueva acusación endilgada al Gobierno bolivariano, arma eficaz para justificar cualquier acción intervencionista contra su país, en medio del desespero que podría tener una administración en vísperas de elecciones y sometida a juicio político, que no ha logrado uno de sus primeros objetivos en el ámbito regional: derrocar al ejecutivo venezolano.

Las costuras del plan se hallan tan a la vista, que enseguida todos las notan. Casi coincidentemente con el desarrollo de las maniobras militares, que tuvieron su plato fuerte el domingo, se celebró en Bogotá la 3ra. Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo. El evento tuvo como una de las estrellas a Juan Guaidó, y acusó a Caracas de sostener vínculos con Hezbolá y de dar cobija a efectivos disidentes de las exinsurgentes FARC-EP, y del movimiento guerrillero ELN.

Las declaraciones de los principales personeros que con bombo y platillos «presidieron» la operación, no podían ser más agoreras… por sinceras. El jefe del Ejército Sur de EE. UU., Daniel R. Walrath, habló de fraternidad «con nuestros amigos del ejército colombiano» y dijo que esa «es la manera más segura de proteger la forma de vida en nuestro vecindario del hemisferio occidental y nuestros valores compartidos de democracia, soberanía y libertad individual».

En tanto, el embajador de EE. UU. en Colombia, Philipe Goldberg, reconocía sin miramientos que esta práctica «(…) permite construir la capacidad de EE. UU. para responder rápidamente en apoyo de sus aliados y socios de la región».

La mantenida agitación social en la propia Colombia y en Chile, evidencia del cansancio con esos «valores» que el enviado estadounidense dice defender, también podría explicar el porqué de estos ejercicios militares conjuntos. ¿Se atrevería el Comando Sur, realmente, a acudir «en ayuda» de un socio o un aliado de la región?

Ciertamente, estos ejercicios persiguen mucho más que «mostrar músculo».

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