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Trump se ensaña con Irán

Washington aprovecha el catastrófico impacto de la COVID-19 en la nacion persa y bloquea ventas de medicinas y alimentos para intentar derrocar la Revolución Islámica

Autor:

Leonel Nodal

Sin escrúpulos, ni vergüenza. Sin el más mínimo respeto a los derechos humanos del pueblo iraní, el presidente Donald Trump ordenó otra vuelta al garrote económico con el que se ha propuesto doblegar a Irán.

Con un total de 1 685 víctimas fatales de la COVID-19 y 21 638 casos de contagiados hasta el domingo último, según reportó el Ministerio de Salud, la nación persa se mantiene como el tercer país como más muertes a nivel mundial, por detrás de China e Italia.

Sin embargo, el secretario de Estado, Mike Pompeo, fiel a la línea de los grupos de poder de extrema derecha ocultos detrás de la administración de Trump, anunció la imposición de nuevas medidas punitivas a la nación persa.

Poco importa el carácter legítimo y democrático del Gobierno de Hassan Rohani, electo en comicios libres y pluripartidarios. Mucho menos interesa la opinión pública internacional, incluso las alertas de organizaciones de derechos humanos de Estados Unidos.

En Irán, el virus fue reportado por vez primera en la ciudad de Qom, a unos 140 kilómetros al sur de Teherán, a mediados de febrero. Desde entonces las autoridades libran una batalla contra la temible pandemia en medio de la mayor adversidad, a pesar de contar con una de las mayores reservas de gas y petróleo del mundo.

«No podemos comprar nada, ni medicinas, ni instrumental médico, ni comida del exterior», exclamó el embajador de la República Islámica en España, Hasan Qashqavi, en una dramática exposición del acoso estadounidense.

Explicó que el sistema de control de bienes exteriores, la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), controla todas las transacciones y no se permiten.

El diplomático persa subrayó que no pueden recibir nada del exterior, «a menos que alguien quiera donarnos algo, dijo, alguna ayuda no monetaria, donarnos algún material. Nosotros mismos no podemos comprar, eso es imposible», aseveró el embajador.

La República Islámica de Irán tiene más de 84 millones de habitantes. De ellos, casi el 50 por ciento tiene entre 25 y 54 años, mientras que mayores de 65, el segmento con más riesgo ante la COVID-19, representan el 5,87 por ciento de la población, tal vez su única ventaja en medio de la calamidad.

Hasta el periódico The Washington Post apuntó el daño que implica la política de máxima presión de Trump, al destacar que «Mientras el coronavirus asola a Irán, las sanciones de Estados Unidos lo exprimen».

A su entender, el anuncio de Pompeo de que Washington ampliará sus sanciones a Irán, así como a las entidades que ayudaron al Gobierno iraní en su comercio de productos petroquímicos y otras actividades restringidas, «es una estrategia que preocupa tanto a los aliados como a los enemigos».

En su oportuno análisis, The Washington Post admite que «hay pocas dudas de que las sanciones de Estados Unidos han obstaculizado la respuesta de Irán al virus».

Por su parte, el canciller de Irán, Mohamad Yavad Zarif, alertó a la comunidad mundial que «gran parte del peligro al que hacen frente los iraníes se debe a las restricciones impuestas injustamente por el Gobierno de EE. UU.».

Zarif enfatizó que el asedio económico contra su país, al que consideró «el más sancionado de la historia», dificulta las importaciones de medicamentos, equipos médicos y alimentos.

El sistema de sanciones aplicado actualmente contra el Gobierno de la República Islámica es el ejemplo más visible de falta de decencia de la administración de Trump y de las ambiciones imperiales que anidan en los grupos de poder que lo instalaron en la Casa Blanca.

Desde su campaña electoral en 2016 acusó al expresidente Barack Obama de debilidad en la negociación —junto a Alemania, Francia, Inglaterra, Rusia y China— de un acuerdo que permitiría el uso  por Teherán de la energía nuclear con fines pacíficos, bajo una estricta vigilancia internacional.

Tan pronto pudo, luego de asumir la presidencia, Trump rompió el compromiso con el llamado Plan Integral de Acción Conjunta (PIAC o JCPOA, por sus siglas en inglés), restableció un régimen previo de sanciones que Washington había impuesto ante presuntos  planes de Irán para producir una bomba atómica y emplazó a Teherán a firmar otro tratado al gusto de la industria bélica y sus agentes israelíes.

En su comentario sobre la catástrofe sanitaria que vive hoy Irán, The Washington Post recordó que desde el año pasado la entidad estadounidense Human Rights Watch advirtió que las sanciones de EE. UU. contra Irán han «restringido drásticamente su capacidad para financiar las importaciones humanitarias, incluidos los medicamentos, causando graves dificultades a los iraníes comunes y amenazando su derecho a la salud».

A raíz del agravamiento de la crisis, el presidente persa, Hasan Rohani, instó a la comunidad internacional a «enfrentarse al terrorismo económico de Washington y a su acoso ilegal» en un momento en que el coronavirus se propaga cada vez más.

Advirtió, que su inacción afectará directamente la lucha contra la epidemia en otras partes del mundo, desde París  y Londres hasta en Nueva York. Pero Occidente le ha dado la espalda a Irán.

La condena moral a Washington alcanza de igual modo a los países que secundan la política de la Casa Blanca, se pliegan o guardan silencio. Los socios europeos del Acuerdo Nuclear con Irán de 2015 hicieron poco o nada por hacer respetar su validez y dejaron que las sanciones de Washington desgastaran la economía iraní, tal vez a la espera del derrumbe político patrocinado por Trump.

Solo China, el primer país afectado por el nuevo coronavirus y también el que más rápido logró su control, así como Rusia, con una probada efectividad frente a la pandemia, han acudido en auxilio de Teherán y han reclamado el levantamiento de las sanciones. China envió la semana pasada un gran paquete humanitario a bordo de ocho aviones de Mahan Air, una aerolínea también sujeta a sanciones ilegales y unilaterales por parte de la administración de Trump.

El diaro londinense The Guardian informó el miércoles que Gran Bretaña estaba presionando en privado a Estados Unidos para que alivie las sanciones en medio de la crisis, pero Estados Unidos se negó.

Con el inicio de la primavera, los iraníes celebran “Nouruz”, el año nuevo persa, la celebración más importante en el país, similar a las fiestas navideñas en Occidente, pero en estos días la mayor parte de las personas solo piensa en quedarse en casa, ante la amenaza del coronavirus. 

Pocos medios de prensa occidentales reflejan con veracidad la gestión gubernamental y la disposición social para controlar la pandemia. Publican fotos de personas comprando en los mercados populares lo necesario para aislarse en sus casas y tiñen sus reportes de racismo e islamofobia.

Por ejemplo, son escasos los que hablan de los hospitales de campaña que se levantan para extender los servicios, los más de 700 contagiados que se recuperaron, o los que reportan el esfuerzo del Gobierno para que todas las casas tengan wifi y alivien su tiempo con 100 gigas gratis de internet.

Mucho más duro que el aislamiento domiciliario que requiere la protección del coronavirus es el cruel régimen de ilegales sanciones dispuesto por Trump en su vano intento de doblegar un pueblo que celebra 14 siglos de historia y civilización.

Las sanciones de Trump a Irán han sido anunciadas por los secretarios de Estado y del Tesoro, Mike Pompeo y Mnuchin, respectivamente.

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