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Pentágono prosigue planes contra Irán en Iraq

El discreto despliegue de sistemas coheteriles antiáereos Patriot por Estados Unidos en sus bases de Irak anuncia nuevos peligros para el país árabe y sus vecinos

Autor:

Leonel Nodal

 

El discreto despliegue de sistemas coheteriles antiáereos Patriot por Estados Unidos en sus bases de Irak anuncia nuevos peligros para el país árabe y sus vecinos.

Los sistemas Patriot están compuestos por radares de alto rendimiento y misiles interceptores capaces de destruir cohetes balísticos entrantes en vuelo.

Una de las baterías de los famosos sistemas antiaéreos llegó la semana pasada a la base Ain al-Asad, trascendió de fuentes militares de EE.UU. e iraquíes.

Otra batería fue desplegada en una base en Erbil, la capital de la región autónoma kurda de Irak, y dos baterías más todavía estaban en Kuwait.

A pesar de la seriedad que tal escalada bélica supone,  de inmediato se desconocía si Estados Unidos recibió  la aprobación del gobierno iraquí o si fue otro acto más de prepotencia imperial, que ignora el rechazo popular, expresado en una resolución del Parlamento.

La estrategia del Pentágono revela la desafiante voluntad del presidente Donald Trump de extender la presencia militar en la estratégica y rica nación petrolera, a la que desangra desde su primera invasión, en 1991, durante la Guerra del Golfo.

Estados Unidos decidió fortalecer sus posiciones militares en territorio iraquí después que el pasado 3 de enero asesinó en el aeropuerto de Bagdad al general iraní Qasem Soleimani mediante un ataque con misiles lanzados por aviones no tripulados, por orden de Trump.

Junto al legendario jefe de la división Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní murió Abu Mahdi al-Muhandis, subdirector las Fuerzas de Movilización Popular (PMF, Hashd al-Shaabi en árabe), una poderosa milicia integrada formalmente en las fuerzas de seguridad de Irak.

La brutal ejecución, que destrozó el auto en que viajaban Soleimani y su anfitrión, provocó indignadas protestas y manifestaciones populares, así como una promesa de venganza de las máximas autoridades iraníes, las cuales aseguraron que Washington pagaría muy caro el crimen.

Pocos días después, la base de Ain al-Asad fue blanco preciso de una lluvia de misiles lanzada por Teherán que causaron un centenar de bajas entre los militares estadounidenses, reconocidos oficialmente como víctimas de lesiones traumáticas cerebrales  severas.

El ataque más mortífero  ocurrió el 11 de marzo, cuando  una docena de cohetes Katyusha atacaron la base militar de Taji, a unos 27 km al norte de Bagdad, matando a dos militares estadounidenses y a un británico.
La Casa Blanca emprendió desde enero intensas presiones sobre el primer ministro provisional iraquí, Adil Abdul-Mahdi, para que su gobierno autorizara el despliegue de los sistemas coheteriles Patriot.

Washington culpa a efectivos de Hashd al-Shaabi, a la que señala como una red militar formada por elementos chiitas alineados de Irán, por los ataques a sus tropas y de los países aliados en la llamada Coalición Internacional antiterrorista.

El lunes último, el primer ministro interino de Irak, Adil Abdul-Mahdi, advirtió contra cualquier «acción militar ofensiva sin la aprobación del gobierno iraquí. No mencionó específicamente el despliegue de Patriot.

La advertencia del gobernante iraquí siguió a la difusión por el diario The New York Times de una directiva secreta del Departamento de Defensa de los Estados Unidos que ordena a los comandantes en Irak planificar una campaña para destruir a Kataib Hezbollah, una de las milicias integrantes de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF).

En su declaración, el primer ministro advirtió a todas las partes en Irak que «llevar efectuar ataques no autorizados o actos de guerra es una amenaza para la seguridad de los ciudadanos y una violación de la soberanía y los intereses superiores del país».

El  despliegue de los Patriot  obedece a la decisión de la administración de Donald Trump de mantener su política de «máxima presión» sobre Irán, país limítrofe al que intenta cercar militarmente, mientras asfixia con extremas sanciones económicas.

Tras conocer la nueva amenaza militar, Teherán advirtió este miércoles que Estados Unidos está llevando al Oriente Medio al desastre en medio de la pandemia del nuevo  coronavirus.

La acción de Estados Unidos va «en contra de la posición oficial del gobierno iraquí, el parlamento y la gente», dijo un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Teherán demandó que se detuviera la «guerra durante el brote de coronavirus» y advirtió que las actividades militares de Estados Unidos en la región podrían llevarlo a «inestabilidad y desastre».

La coalición liderada por Estados Unidos ha reducido significativamente los niveles de tropas en Irak y ha retirado a cientos de entrenadores desde principios de marzo, según informó, para minimizar el riesgo de que el   coronavirus se propague entre sus fuerzas.

El lunes, la alianza se retiró de una base militar en la ciudad norteña de Mosul, la cuarta ubicación de que abandona este mes, bajo la fuerte presión de los ataques de las milicias populares iraquíes, que reclaman la retirada total de las tropas extranjeras.

La coalición liderada por Estados Unidos se retiró antes de tres bases militares estratégicas e importantes, incluida la base aérea K-1, al-Qaim en la frontera siria y la base aérea Qayyarah-West en la provincia de Nínive.

La instalación de los Patriot asegura a Washington  inmunidad y manos libres para seguir su política de «máxima presión» sobre Irán, arrasado por la pandemia de la Covid-19. 

A la sombra de la pandemia, que hace estragos en la población iraní, donde se cuentan miles de muertos y contagiados, Washington redistribuye  sus tropas y fortalece sus bases en territorio iraquí, en su ilegal afán de doblegar a cualquier precio la Revolución Islámica.

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