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Beijing sonríe, seductora y misteriosa

Autor:

Juventud Rebelde
La modernista terminal 3 del aeropuerto de Beijing es una verdadera obra de arte. BEIJING. —Desde que llegamos a esta ciudad, nos sorprendieron los contrastes. Estábamos advertidos de que los antiguos palacios y templos habían ido cediendo espacio, poco a poco, a construcciones de diseño futurista, pero la realidad superó nuestras expectativas. Tanto, que nos parece estar viviendo una aventura de ciencia ficción, muy estimulante por estos días.

La primera obra monumental de Beijing es su enorme aeropuerto. Nuestro avión aterrizó por la modernísima terminal 3, cuya área de 986 000 metros cuadrados la convierte en la más grande del mundo. Cuentan que el arquitecto inglés Norman Foster necesitó cuatro años para diseñar su techo arqueado, que imita la piel de un dragón.

Para delicia de todos, y contrario a lo que afirmaba la prensa internacional hace unos días, los trámites migratorios fueron expeditos y sin mucho papeleo.

Luego, por el camino hacia el hotel donde pernoctaremos todos estos días los periodistas cubanos, divisamos una cúpula impresionante. Se llama El Huevo y fue construida con titanio y vidrio, según nos explicaron. Es la sede del teatro nacional.

Muchas de las obras que impresionan al visitante fueron inauguradas en el último año. Sin embargo, la transformación de la ciudad se inició mucho antes, con el despegue de la economía china. Ahora, la capital olímpica ya no sale perdiendo en la habitual comparación con Shanghai, urbe que era la referencia del país para los arquitectos y diseñadores.

La nueva sede del Canal Central de televisión chino exhibe otro diseño futurista. La nueva sede del Canal Central de televisión chino, por ejemplo, consta de dos torres inclinadas, con 37 pisos cada una. Están hechas con vidrio negro, sobre barras de acero, y se unen en la parte alta por una sección horizontal. Nuestro fotógrafo, estupefacto, demora más de lo previsto en captar las imágenes.

El recinto fue diseñado por el arquitecto holandés Rem Koolhaas, quien tiene en su currículum la Biblioteca Pública de Seattle, el local de Prada, en Nueva York, y la sala de conciertos de Oporto, en Portugal.

Y entre los nuevos símbolos de Beijing está el majestuoso Estadio Nacional, semejante a un gigantesco nido de aves, el cual vimos de lejos en nues-tro primer recorrido.

Es una construcción con capacidad para 91 000 personas sentadas, donde se realizarán las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos, así como las competencias de atletismo.

Frente al estadio se alza el flamante Centro Acuático, hecho con un material parecido al plástico, que deja filtrar la luz del sol. Bautizado por los especialistas como Cubo de Agua, quizá sea el edificio más raro de la ciudad.

¡Cuidado!, bicicletas

A pesar de la modernidad, un río de bicicletas surca las calles de Beijing, como en La Habana de los 90. De pronto, en medio de nuestras levitaciones a bordo del ómnibus, algo nos hace poner los pies en la tierra: un río de bicicletas surca las calles, como en La Habana de los 90.

Igual que fue para nosotros en aquellos años, la bicicleta es parte de la rutina de muchos chinos. Ellos la usan para ir a trabajar o llevar los niños a la escuela, según confiesa nuestra guía. Sin embargo, vemos también algunas de tres ruedas, donde los lugareños venden periódicos, alimentos y algunas otras cosas.

Observen este dato revelador: el Earth Policy Institute, un grupo de estudio sobre temas ambientales con sede en Washington, asegura que de los 130 millones de bicicletas fabricadas el año pasado en el mundo, China produjo 90 millones y exportó dos tercios. Así, nueve de cada diez bicicletas que compran los estadounidenses, por ejemplo, se fabrican en el gigante asiático.

Seguramente a usted le «suenan» estos nombres: Forever, Flying Pigeon y Phoenix. Hacía mucho tiempo que yo no veía ninguno, creo que desde mi etapa universitaria, y por eso se me disparan los recuerdos. Aquí las bicicletas tienen su carril propio, semáforo, policía vial, y hasta una especie de ponchera estatal en cada kilómetro.

Para los Juegos Olímpicos, la ciudad ofrecerá a los visitantes 50 000 bicicletas en alquiler, en otro esfuerzo por reducir los vehículos contaminantes.

Llegamos por fin al hotel. Al bajarnos del ómnibus, comprobamos que hay smog (contaminación atmosférica), aunque ya no peligran los Juegos. Y a pesar del calor sofocante (37 grados se marca en un tablero), la vegetación es de un verde muy intenso. En fin, esta ciudad nos abrazó sin recelos y quedamos seducidos por ella.

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