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No es cicatería, solo fuerza mayor

Autor:

Juana Carrasco Martín
Los compradores estadounidenses tienen buenas razones para ser avaros en esta temporada navideña, ha dicho AP, y mencionó entre los motivos sustanciales la pérdida de empleos, la disminución de las cuentas de jubilaciones y la reducción en los valores de las viviendas.

El escenario económico se ensombrece a medida que llega a su ocaso el régimen de Bush, dejándole al presidente electo Barack Obama una herencia nada deseable.

A los datos económicos la agencia los calificó de «truculentos». No es para menos: 509 000 solicitaron subsidios la pasada semana, mientras 4,09 millones mayores de 26 años continúan cobrando esa ayuda.

Este viernes se conoció que en noviembre se perdieron 533 000 empleos, la mayor cifra desde 1974, lo que hizo subir el índice de desempleo hasta 6,7 por ciento. Y perdonen tanto número, pero estamos hablando de cuentas que no dan, y en este acápite de trabajos evaporados, entre enero y noviembre a los norteamericanos se les escaparon de las manos 1,91 millones de empleos, por lo que ya son 10,3 millones los sin trabajo.

En un solo día de esta semana que ya concluye, específicamente el jueves, se disiparon 21 000 empleos, de ellos 12 000 despidos anunciados desde su sede en Dallas por la poderosa empresa telecomunicacional ATT, la que pronto tendrá como nuevos vecinos en la ciudad a George y Laura en una casa de apenas dos millones de dólares, según corren los rumores.

Pero no se deje engañar, a pesar de estos nuevos compradores, el sector de la vivienda es uno de los más vapuleados por la crisis, tanto en la construcción como en las ventas y las ejecuciones hipotecarias.

Como es de suponer, las infaustas noticias del Departamento de Trabajo trajeron como lodo un nuevo desplome de Wall Street y al susodicho no le quedó más remedio que hacer una declaración pública que ya todo el mundo conocía desde mucho antes: la economía del país «está en recesión». Así y todo, se dio una tarea que ni Superman para los 45 días que le quedan en la Casa Blanca, y la pregona sin pudor por la tardanza: «Ahora, estamos concentrados en atacar la raíz de las causas de esta recesión, para volver a tener una economía saludable».

Tan «sana» es la situación que el número de personas utilizando los cupones de alimentos ha llegado a una cifra récord en toda la historia de ese benéfico presupuesto: 31,5 millones de norteamericanos en el mes de septiembre, según informó el Servicio de Alimento y Nutrición, excediendo incluso el registro de noviembre de 2005, justo tras el paso de los huracanes Katrina y Rita que dejaron desamparados a millones.

La contexto se agrava con la drástica reducción de solicitudes de producción a las industrias del acero, automovilística, informática y maquinaria pesada, entre otras.

El caso de las tres grandes del automovilismo —General Motors, Ford y Chrysler— refleja como ningún otro la depresión económica en Estados Unidos, pues es un sector del que dependen millones de empleos en Estados Unidos y ahora anda «mendigando» en el Capitolio de Washington una ayudita, para empezar, de 34 000 millones de dólares..

Y si tenemos en cuenta que hace ya 11 lustros que el presidente de GM acuñó ante el Congreso estadounidense aquella frase lapidaria: «Lo que es bueno para General Motors es bueno para el país», pudiéramos ahora parodiarla con el opuesto: «Si la cosa está mala para GM está mala para EE.UU.».

Por lo pronto, el hombre de la mala herencia, el electo Barack Obama, reconoció al instante que «cada uno de esos empleos perdidos representa una crisis personal para una familia en algún lugar de Estados Unidos». De seguro, esas familias esperan que cumpla su promesa de crear 2,5 millones de puestos de trabajo en un plazo de dos años, cuando vaya a vivir a la Casa Blanca el 20 de enero próximo. Por lo pronto, les cuenta que es «probable» que la situación «se ponga peor antes de que mejore»... ¡Ojalá!, exclaman, sobre todo en ciertos grupos étnicos.

Digámoslo como allá se calcula y mide: entre los blancos hay 6,1 por ciento de desempleados; 8,6 por ciento entre los hispanos y 11,2 por ciento entre los negros...

Así pinta el panorama.

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