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Sueños robados

Autor:

Juventud Rebelde

El día comienza. En Afganistán más de un millón de niños deberían estar en la escuela. Pero no, tienen que trabajar para sostener a los suyos, incluso son considerados «jefes de familia». Sueños frustrados, abusos, una infancia escamoteada...Vergüenza.

Millones de niños afganos crecen sin futuro. Foto: Reuters

De un total de 8,4 millones de infantes en el país centroasiático, además de los ya mencionados, otra cifra similar tienen que contribuir a la economía familiar de alguna forma. Buscan el trabajo, lo necesitan, pero son menores. Esa condición los hace blancos perfectos para que los empleadores los exploten.

Estos son los dramáticos resultados de una investigación realizada entre el gobierno afgano, UNICEF y la organización independiente Afghanistan Research and Evaluation Unit (AREU) en tres de las grandes ciudades afganas (Kabul, Badakhstan y Herat) entre 2008 y 2009, según ANSA.

«Alrededor de 6,5 millones de niños son considerados en riesgo en Afganistán, obligados a renunciar a la educación escolar», comentó el viceministro de Trabajos Públicos y Asuntos Sociales, Wasel Nur Momand, quien también tuvo que reconocer que este es uno de los problemas más graves que enfrenta la nación.

La verdad duele. Los pequeños son empleados en los más distintos trabajos. No importa si en un restaurante, en diversas oficinas, en industrias o, en el caso de las niñas, en casa de familias acomodadas; ni tampoco si las labores son demasiado pesadas, porque en cualquier caso ya se violan sus derechos. Deberían estar estudiando.

Aunque la ley afgana sobre trabajo estipula que se puede comenzar a trabajar a los 15 años, con un horario semanal máximo de 35 horas, lo cierto es que es una de las legislaciones más violadas allí. Incluso la investigación reveló que algunas niñas menores de 15 años trabajan más de 40 horas semanales.

Anochece en Afganistán. Millones de pequeños regresan agotados de sus trabajos. No pocos llevaran marcas de palizas en sus cuerpos. Pero trajeron el dinero a casa. La «guerra contra el terrorismo» continúa allá fuera. Caen rendidos... No pueden soñar.

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