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Ni Beckenbauer...

Autor:

Luis Luque Álvarez

Con seguridad, el nombre de Franz Beckenbauer le hace brotar a cualquier amante del fútbol —máxime si es alemán— un sentimiento de reverencia. En sus pies —y también en sus manos, como director— ha estado la victoria para su país en copas mundiales y europeas del deporte del balón.

Pues bien, ya que se acercan las elecciones en Alemania y el Partido Socialdemócrata (SPD) está en campaña, algunos pronostican que, aun si incluyera en sus listas al mentado ídolo futbolístico, ¡aun en ese caso!, ese partido perdería los comicios del próximo 27 de septiembre.

Los números para el SPD, que nació junto a los trabajadores y se fue moviendo disimuladamente «a la diestra mano», son magros: ayer un sondeo le otorgaba el 20 por ciento de las preferencias, frente al 37 por ciento de su principal oponente: la Unión Cristiano-Demócrata (CDU), con la que está en coalición gobernante desde 2005.

El candidato socialdemócrata a canciller federal (primer ministro), Frank Walter Steinmeier, se desentiende de las encuestas, y está de gira por el país para tratar de convencer al electorado de que el partido más viejo de Alemania puede responder a las inquietudes generadas por la crisis económica y el deterioro del Estado de Bienestar.

No viaja Steinmeier armado de una varita mágica, sino de algo que parece sustituirla: el Plan para Alemania, cuyo eje es la meta de crear cuatro millones de empleos en diez años. No será el Estado el que los cree —aclara—, pero sí facilitará el marco ideal para que las empresas lo hagan.

¿Cómo? Según cita la cadena DW, dos millones de puestos vendrían del desarrollo de tecnologías renovables (autos eléctricos, por ejemplo). Otro millón estaría en la salud (se precisa cubrir multitud de plazas para cuidar al número creciente de ancianos), y el último millón lo aportarían la cultura, la prensa, el comercio y el turismo.

Al margen de que la CDU y otros llaman «Fantasilandia» a tal receta, algo no cambia: el recelo de los trabajadores, base original del SPD, hacia el desempeño de este partido en el pasado, como la aplicación de la llamada Agenda 2010 durante el gobierno de Gerhard Schroeder (1998-2005), un programa de recortes sociales que, además, resultó inútil para reducir el desempleo. ¡Al revés!: cinco millones de parados dejó el canciller cuando se marchó. Muchos se preguntan: Y Steinmeier, brazo derecho de Schroeder ayer, ¿no tenía el elixir mágico para, en vez de destruir, crear entonces los millones de puestos de los que habla hoy?

En tal sentido, no cuenta con el apoyo ciego de los sindicatos. «Se acabó el tiempo en que los sindicatos decían: «Vote por este o por aquel», advirtió, con distancias, un líder del poderoso IG Metal. Gol contra el SPD. Si las bases no se comprometen, ¿quién lo hará?

Y la gota que colmó la copa: una ministra socialdemócrata fue a veranear a España días atrás, y le «levantaron» la limosina. No pasaría de ahí, si el carro, el chofer y el combustible no lo pagaran los contribuyentes alemanes. Al final apareció, pero el escándalo ya rodaba. «Trágame, tierra», pensaría Steinmeier. «Éramos pocos y...».

En fin, de aquí a septiembre hay tiempo y las cosas pueden variar (en las elecciones de 2005, pese a los malos augurios, por poco el SPD retiene la Cancillería). Pero a día de hoy, ni Beckenbauer obraría el milagro...

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