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Ecos de la Copa Mundial de béisbol

Autor:

Juventud Rebelde

NETTUNO.— Todavía al mediodía de este lunes se comentaba aquí por todos lados la derrota de Cuba frente a Estados Unidos en la final de la Copa Mundial de béisbol. Me imagino entonces que en nuestro país sucedió lo mismo.

En esta ciudad los lugareños recuerdan con admiración a aquellos equipos cubanos que antes pasaron como una tromba por Italia. Así, pocos entienden nuestra explicación de que los tiempos han cambiado.

Sin embargo, quizá en Cuba el resultado no sorprendió tanto. Primero, porque la derrota previa frente a los norteamericanos había sido un aviso sobre la calidad de los contrarios. Además, nuestro equipo fue intermitente durante todo el campeonato y ya sabíamos que la batalla final sería muy dura.

Aunque parezca obvio, debemos aceptar tácitamente que perdimos porque ellos jugaron mejor. En el partido final apareció por fin la ofensiva cubana, pero falló la defensa y el pitcheo no estuvo hermético. Así es el béisbol.

Ahora bien, más allá de los resultados, Estados Unidos armó un equipo mejor que el nuestro, con balance en todas sus líneas. De nuevo nos costó estabilizar una alineación y repetimos algunos errores.

Por ejemplo, volvió a sobrar el famoso tercer receptor que nunca juega y extrañamos a un jardinero derecho natural. También hizo falta otro lanzador, quizá un zurdo para reforzar el bull pen.

Asimismo, es conveniente eliminar ciertos prejuicios. No puede renunciarse a un pelotero desbordado a la ofensiva, como estaba Alexander Guerrero cuando se hizo la selección definitiva. Hay que confiar en los jóvenes, porque ellos son la garantía del futuro.

Pero lo esencial es mejorar la calidad de nuestra Serie Nacional. En esto debemos concentrar las energías, o estaremos tapando el sol con un dedo. Y en ello incluyo la atención personalizada a los atletas, que a veces se nos escapa de las manos.

En fin, tampoco me parece el fin del mundo. El deporte es más sabio que el amor, porque siempre regala nuevas oportunidades. Lo importante es ser optimistas y no perder el rumbo. Hagámosle swing grande a la pelota, que sigue viva y en juego.

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