Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Lenguaje a la orden

Autor:

Hugo Rius

En los años iniciales de la Revolución, un conocido comentarista de la radio cubana acuñó una descripción bien explícita frente a las mentiras que desde entonces lanzaba la empresarial Sociedad Interamericana de Prensa (SIP): «un animal de cuatro patas y bigotes que maúlla, no puede ser más que un gato».

Si en Honduras el ejército asalta la residencia del presidente electo y constitucional, lo secuestra y lo saca a la fuerza del país se ha producido entonces un golpe de Estado, tal como se caracteriza a esa figura violatoria. Y si además se despliegan tropas para reprimir protestas, se suspenden garantías y se impone mordaza a los medios de información, no debería quedar ningún resquicio de dudas sobre lo que se trata.

Pero otros medios de presencia internacional, esos que se autodesignan serios, prestigiosos y liberales, se empeñan en hacer creer al público que el animal descrito no es gato sino liebre, mediante engañosos malabarismos lingüísticos. Para contribuir a que se acepte lo inaceptable dicen que hubo «un conflicto entre poderes», un «golpe de Estado constitucional» (¡!), una «deposición forzada»; y a la camarilla usurpadora se le enmarca como «sucesora institucional» y «autoridades interinas» que dan luz verde a golpizas y encarcelamientos para «restaurar la estabilidad».

Sospecho que conocen bien lo que ha estado ocurriendo en Honduras, pero en el paseo al campo «pudo más el interés» de los conglomerados coaligados a los centros de poder imperial que el amor a la verdad.

Cada palabra etiquetada se organiza y difunde por su valor simbólico, y pertenecen a un repertorio concebido para cubrir los hechos concretos con un manto de intencionalidades tergiversadoras, como la expresión tan recurrente de «daños colaterales» empleadas por los voceros mediáticos de las guerras imperiales para aludir justificativamente a masacres y genocidios de poblaciones civiles.

Siguiendo la lógica sobre el gato, si una persona conspira y procura las condiciones materiales para que estalle un avión civil en pleno vuelo y ocasiona la muerte de 73 inocentes, en su mayoría jóvenes deportistas, hasta un niño sabe que se le está hablando de un terrorista de los peores. Y hay que ser en realidad un redomado mercenario de la pluma para silenciar ese hecho y llamar al asesino confeso y contumaz Posada Carriles, «militante anticastrista», tal como también hace cierta presunta prensa seria y objetiva, que ni siquiera conserva el pudor de consignar de qué se acusa al siniestro personaje.

No debe sorprender el tiempo bien empleado que muchos compatriotas conscientes dedican a responder y esclarecer las más insospechadas e insólitas preguntas que formulan visitantes que llegan a nuestro país, atrapados por una avalancha de confusas ideas sembradas en las mentes, endebles preconceptos con los que se les martilla continuamente mediante una batería de palabrejas simbólicas.

¿Lenguaje a la orden, o lenguaje para mantener el orden?

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