Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Antídoto contra la amnesia

Autor:

Osviel Castro Medel

Yo no había comprendido bien a los que me antecedieron. Aquellos colegas que, bañados por vivencias de un 8 de octubre en cualquier escuela de Cuba, dejaron el rocío de sus impresiones en páginas que ahora reposan en archivos.

Eso fue hasta el año pasado. Eso fue hasta que me tocó a mí estar frente a mi idolatrada Mónica en la plazoleta del seminternado 4 de Abril, y entonces comprendí los temblores de otros que en el momento cumbre, ese de poner la primera pañoleta en el cuello de su hijo, se hicieron nudo y conmoción… sin saber por qué, sin poder explicar bien la húmeda imagen de sus miradas.

Qué jornada esa —repetida ayer en miles de lugares de la nación— para poner a prueba el nervio, para reírse y trepidar. Pero también para traer al cerebro tiempos pasados en los que no había, —como ahora—, ni una mínima cámara fotográfica en el público, ni un equipo de audio que amplificara las canciones, ni un ejército de padres vestidos de «caché» alrededor de los pioneros intranquilos.

Incluso, en nuestra época de pañoletas de tela que luego se volvieron «anailadas», era un hermoso «escándalo» ver sonar una guitarra en la tarima. O mirar, en el «momento cultural», a una bailarina trocándose en cisne por los aires. Ya no.

Qué día este de octubre para que millares de retoñitos de todos los estratos se vieran vitoreados, en escuelas modestas o gigantescas, por otros niños menos bajitos y más locos que ellos.

Qué mañana bulliciosa y agitada en medio de las plazas, en las que brillaban tres letras humanas: Che, formadas con filas de retozones, pese a la advertencia de los grandes de «no jueguen».

Jornada de raíz y arranque en caseríos, pueblos o ciudades, en un país entero que ve la inocencia convertida en reto, y un nombre guerrillero con estrella hecho invocación bastante difícil, pero no imposible.

Si septiembre es aguijón en el alma por la mágica virginidad del primer día, por el comienzo siempre estimulante; octubre es urgencia de versos, faro en el camino, antídoto insuperable contra la amnesia.

Después que me sucedió a mí, hace 12 meses, veo más encendido el símbolo. Y así debió ser para los padres que ayer vistieron emocionados la garganta de sus hijos.

Una pañoleta ahora mismo cruza la acera mezclada de colores y olores, y uno piensa y vibra viendo en ella la proximidad de un futuro cargado de envites, ensueños y quimeras.

Una pañoleta, moviéndose en un cuello tierno, se hurta un corazón, lo estruja y lo enamora; una pañoleta evapora ingratitudes de la vida y deviene antorcha más allá del propio octubre que la vio nacer.

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