Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un líder. Un pueblo

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.— Era el mejor escenario. A unos metros de la sede presidencial —el Palacio de Miraflores— el parque de La Pagüita tiene la virtud —casual— de incorporar a su paisaje, desde la distancia, al Cuartel de la Montaña. Clásica construcción militar de la primera mitad del siglo XX. Linda. Añosa.

Está sembrada en el medio de Caracas. Ciudad que empezó a crecer algo más de medio siglo atrás y aún no se detiene. Plagada de torres. Desafíos. Geometría a veces anquilosada; otras, laberíntica, como en los cerros.

No fue una casualidad que el 4 de febrero de 1992 el Cuartel de la Montaña fuera escogido por el comandante Hugo Chávez para poner allí el puesto de mando de aquella rebelión cívico-militar que marcó un antes y un después en la historia.

Miraflores le queda a tiro de cañón.

Es uno de mis sitios favoritos. Entre domingo y domingo, me llego hasta allá. Me siento en la grama (césped). Fuera del dispositivo que siempre resguarda a las unidades militares.

Hoy es el asiento de la Comandancia General de las milicias. Integradas por miles de hombres y mujeres que, además de sus deberes cotidianos, se entrenan para respaldar la Revolución.

***

La mejor imagen que tengo de Chávez, gráficamente, es su firma. Una vez le escuché decir a su vicepresidente ejecutivo, Nicolás Maduro, que esa era la firma «rabo de cochino».

Lo dijo una vez. Nunca más se la oí. Chávez no quería ser un líder político. Su sueño era convertirse en un pitcher de las Grandes Ligas. Su firma, siempre roja, es como un atajo de su indescifrable brazo izquierdo y un lanzamiento: «la rabo de cochino», que tenía preparado para subir al pináculo y poner su retrato en el salón de la fama.

No logró entrar al vestíbulo de los grandes del béisbol. La historia (¿quién puede contra ella?) lo arrastró hacía sí misma. Pero bueno, tozudo como es, y casualidad o no, Chávez es izquierdo. Esa es su naturaleza.

La víspera, en carta membretada de la Presidencia, y su simpática firma de «rabo de cochino», Chávez habló con su gente, las mayorías de los venezolanos:

«Desde mi corazón de soldado, vaya un abrazo infinito para mi pueblo, para La Fuerza Armada Nacional Bolivariana, siéntanme entre ustedes en este Día de la Dignidad Nacional».

Nada, ese es el tipo. Ese es Chávez.

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