Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sádica exégesis de la violencia

Autor:

Juana Carrasco Martín

Dispara. Disfrútalo. Mata y remata. Acribilla a niños en la escuela o tirotea a tu madre. Ese es el mensaje obvio de un nuevo video-«juego» que permite empuñar un fusil de asalto R-15 y reeditar la matanza ocurrida hace aproximadamente un año en la Escuela Elemental de Sandy Hook, en Newtown, y tomar una pistola Glock y dispararle a su madre mientras duerme en la cama… la misma con que Adam Lanza se suicidaría cuando se enfrentaba a las fuerzas policíacas.

El jugador protagoniza al joven que asesinó a 20 niños de entre cinco y seis años de edad, a seis maestros y a su madre en la casa; y se trata de superar esos números, porque el objetivo es hacer blanco en la mayor cantidad posible de infantes.

El «juego», que se llama The Slaying of Sandy Hook Elementary School (El asesinato de la Escuela Elemental Sandy Hook), es la exégesis de la violencia, pues incita al sadismo extremo, a todo lo maligno y siniestro, cuando se abren ventanas que dicen «dispara otra vez», «simplemente asegúrate» —refiriéndose a garantizar que la víctima haya muerto—, o «una última vez».

Todos y cada uno de los menores asesinados por el joven de 20 años, que no tenía motivo alguno para su criminal actuación, habían sido impactados varias veces, dejaron constancia las pesquisas de los médicos forenses.

Para enfatizar la crueldad virtual, los efectos visuales y acústicos son destacados: la sangre, los estertores de los impactados, el silbido de las balas, los temblores del miedo en los pequeños escolares.

El vívido recuerdo de la tragedia, convertido en entretenimiento lúdico gracias a la cultura de la violencia entronizada en no pocas sociedades, impactó también en los sentimientos y los dolorosos recuerdos presentes en familiares de quienes cayeron sin motivo alguno el 14 de diciembre de 2012.

El diario Hartford Courant ha sido uno de los medios estadounidenses a los que les preocupó la malévola creación del programa cibernético, que podía jugarse en cuatro sitios de la web (uno ya lo eliminó) y dio espacio para publicar trabajos sobre el tema, donde sacaban a la luz los mensajes dejados en la red social Twitter por miembros de la familia de Victoria Soto, una de las maestras asesinadas en la masacre:

«Por favor, dígannos, ¿cómo puede ser beneficioso practicar un juego que recrea cómo Vicki murió?», le tuitearon a Ryan Jake Lambourn, el inventor del engendro. En otros tuits aflora una indignación sin continencia en el uso del idioma más ofensivo para el autor del juego. Lambourn aseguró que él quería demostrar la necesidad de una ley de control de armas, pero…

El largo sumario de la matanza de Sandy Hook, 48 páginas legales, detalla que Adam Lanza jugaba con placer juegos de video violentos, algunos durante cuatro a diez horas continuas; acompañaba a su madre a prácticas de tiro; y durante años coleccionó publicaciones de asesinatos en masa con listas de informaciones de cada uno de ellos.

Sé que hay quienes consideran que tales «juegos» no inducen necesariamente a conductas criminales; sin embargo, me inclino a creer más en el estudio publicado en junio de 2012 por Teena Willoughby, de la Universidad Brock, de Canadá, quien examinó a 1 492 muchachos en edades de ocho-nueve años y 17-18 años, que regularmente jugaban con estos entretenimientos violentos y encontró que aquellos que lo hacían por períodos prolongados mostraban un incremento de su agresividad.

Y cuán fácil puede ser cruzar la línea de la ficción a la realidad.

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