Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Inhalante: drogas que matan desde la primera vez

Autor:

Francisco Arias Fernández

Médicos y enfermeros cubanos que han cumplido misiones en distintas partes del mundo comentaban en un encuentro sobre las trágicas experiencias vividas en algunas ciudades donde habían prestado servicios por más de dos años, en las que los casos de niños, adolescentes y jóvenes drogados por inhalantes se convertían en emergencias recurrentes, que muchas veces tenían un final fatal.

Para la mayoría era la primera vez que afrontaban situaciones de ese tipo, porque en Cuba nunca habían tenido pacientes con esas sintomatologías. Según registros del Ministerio de Salud Pública (Minsap) en la Isla estos resultan casos raros o excepcionales, y la mayoría de las escasas experiencias fueron por accidentes o negligencias y no de manera intencional.

En las historias que escuché aquel día se mencionaban las duras batallas por tratar de salvar a niños que inhalaron diluyentes de pintura, acetona, gasolina, raticidas, quitamanchas y aerosoles, así como la frustración cuando algunos no sobrevivían.

¿Qué son los inhalantes? ¿Cuánto daño pueden causar? Se trata de compuestos químicos, presentes en una amplia gama de productos domésticos, industriales y médicos, cuyos vapores son aspirados y provocan efectos psicoactivos o de alteración mental. Entre ellos se encuentran los disolventes volátiles, aerosoles, gases y nitritos, que se comercializan legalmente, pero se les da un uso indebido como una droga, la cual puede provocar graves alteraciones al sistema nervioso central o la muerte en el primer consumo.

En algunas partes del mundo se les conoce como «Poppers» (reventadores) por sus efectos nocivos a la salud, pese a que algunos empezaron a usarlos indebidamente con la falsa expectativa de que generaban placer sexual o porque creaban efectos similares al consumo de bebidas alcohólicas.

De acuerdo con la bibliografía especializada, el uso de los inhalantes como drogas surgió en Estados Unidos en los años 50, y se extendió a partir de entonces por todo el mundo, asociado a ambientes de marginalidad, abandono y pobreza.

Desde la década de los 70, tanto en los países desarrollados como en el Tercer Mundo se les conoce como «minidrogas», no por disminuir sus efectos, sino porque mayoritariamente son usadas por niños de ocho a 15 años. En América del Sur y Centroamérica se han convertido en un serio problema de salud.

Aunque algunos especialistas refieren efectos a corto y largo plazo, la cruda realidad es que el primer consumo puede ser el último porque inmediatamente después del uso de inhalantes pueden presentarse convulsiones, estado de coma, muerte súbita por arritmia, fallas cardiacas, asfixia o accidente cerebral.

Los que sobreviven al primer consumo quedan «enganchados» a una rápida adicción a este tipo de sustancias que los pone en riesgo permanente de volver a consumir y comprometer su vida; sufren intoxicaciones y afectaciones en el cerebro, el hígado, el corazón y los pulmones.

La intoxicación crónica puede desencadenar trastornos epilépticos, daños en la médula ósea, depresión, hostilidad, pérdida del oído, dificultades en el habla, deterioro en la memoria, disminución de la inteligencia, erupciones, alucinaciones, delirios, estado de nerviosismo, impaciencia angustiosa que culmina en una locura incoherente.

La tragedia de los inhalantes no solo alarma por la gravedad y rapidez de su impacto sobre la salud, sino por sus estragos en la niñez y la adolescencia.

En distintas partes del mundo se escucha la voz de padres de víctimas de los inhalantes, quienes en medio del dolor de perder a sus hijos luchan ahora para que el mundo reaccione a tiempo ante la tragedia que pasa inadvertida, eclipsada por las ráfagas de la cocaína, la marihuana, los cannabinoides sintéticos y otra drogas de laboratorio.

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