Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Otra cuenta para los generosos

Autor:

José Alejandro Rodríguez

 

La solidaridad no se administra. Es un sentimiento espontáneo, que no aguarda por úkases ni directivas. No espera disciplinadamente por anuencias superiores. Y el huracán Irma la ha puesto a prueba en Cuba.

De las urgencias de los generosos para prodigarse hay  muchas muestras estos días, como lo acaecido con Rosita, la excelente cajera de un centro de trabajo en la capital. Una cubana laboriosa y responsable, por encima de muchos problemas económicos y de salud en su familia.

A Rosita el ciclón le desplomó parte de su casa. Y mientras comienzan las gestiones por un subsidio o cualquiera otra variante para enmendar su problema entre muchos otros casos, similares o peores, el colectivo laboral de la mujer ya hizo una colecta de dinero para ella.

No hubo imposiciones de cuotas fijas. Cada quien daba lo que podía o quería. Y aunque el monto final no va a resolver todas las necesidades de esa trabajadora, lo más valioso es que la persona damnificada en casa y alma, ratifica lo que representa ella para sus compañeros, la entidad, y hasta para el país.

Similares recolectas pueden estar generándose hoy en Cuba; aunque ello no suplante ni mucho menos las obligaciones materiales y morales que tiene el Estado en restañar las heridas de los afectados. Pero al menos así la ciudadanía comparte el deber solidario.

Años atrás, con un Estado tan sobreprotector y un diseño de gestión tan verticalista de la sociedad, en tiempos de mayor holgura y aseguramiento, la ayuda ante estas catástrofes se asumía desde arriba. Y la gente se acostumbró a esperar mirando hacia las alturas. Se inhibió la iniciativa solidaria desde abajo, a pesar de que el cubano es generoso por esencia.

Recuerdo que poninas y colectas de bienes para damnificados anticipadas y autónomas no eran bien vistas. Había que pedir permiso y esperar por la asunción de los mecanismos oficiales. Afortunadamente, hace ya algunos años que se generan espontáneamente movimientos de apoyo a los damnificados en el seno de las organizaciones no gubernamentales, y en el resto de la sociedad civil.

Es saludable que, a lo interno de la sociedad, la generosidad se descentralice y fluya mucho más  espontáneamente, en un país que hacia lo externo, a pesar de su pequeñez e insuficiencia económica, ha estado siempre a la vanguardia de la solidaridad mundial con los damnificados y preteridos de este mundo.

Días atrás, el Gobierno cubano habilitó una cuenta, a través del Banco Financiero Internacional, para canalizar donativos de instituciones, personas y grupos solidarios para restañar los daños del huracán. Excelente noticia que esta pequeña gestora del desprendimiento y la generosidad sin precedentes, haya decidido por sí misma crear el mecanismo para recibir en ella lo que tanto ha dado al mundo.

Creí que allí había espacio para mi diminuta contribución: unos 10 CUC, y comencé a indagar por los canales oficiales, hasta comprobar que es una cuenta para la cooperación internacional con Cuba, ya desde afuera, ya desde representaciones de foráneos en la Isla.

Fue cuando me pregunté, con las afectaciones tan generalizadas a lo largo y ancho del país, y el tiempo que implicará la recuperación, ¿por qué no se ha creado una cuenta nacional, para el cubano que quiera colaborar, no importa si en dólares, CUC o CUP?

De cuajar esta iniciativa, no tendría que implicar el abandono de las obligaciones supremas del Estado cubano en tal sentido. Más bien sería un aditivo, que pondría a prueba y estimularía la solidaridad entre nosotros mismos, desde la más humilde cuantía. Y también permitiría que el segmento de la sociedad cubana que aglutina superiores ingresos gracias a los cambios económicos registrados en los últimos años, pueda canalizar también sus sentimientos solidarios y su compromiso con el país.

Posteriormente, se rendiría cuenta a la ciudadanía de cómo fue utilizada la suma de las contribuciones, la cual, me atrevo a asegurar, podría sorprendernos por las reservas escondidas de solidaridad para dar de lo poco que tenemos, y no de lo que nos sobra. Así como hacemos con el mundo. Así como hicieron los compañeros de Rosita.

Ojalá mi propuesta sea escuchada…

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