Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Amor y respeto

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Amor y respeto. Si no sientes lo primero, no pongas un pie en este edificio. Si no eres capaz de respetar cada uno de los libros que aquí se resguardan, tampoco vengas. Esos son los dos ingredientes fundamentales para todo lo que hacemos en la vida y, en especial, para realizar el trabajo que yo hago».

Osdiel Ramírez tiene razón y pocos minutos de conversación bastan para percatarse de ello. Es especialista en Restauración en la Biblioteca Nacional José Martí y todos los días dedica horas a salvar volúmenes deteriorados, lastimados por el paso del tiempo.

Cada libro que Osdiel toca con sus manos tiene vida propia, tiene sus propias vivencias desde finales del siglo XIV o XV. Él sabe que antes de él lo cuidó, tal vez, un monje en una institución eclesiástica, y después alguien más, y otra y otra persona, hasta que llegó a atesorarse en esta magnánima biblioteca.

No siempre realiza el mismo proceso de restauración. Algunos libros se conservan tal y como están para evitarles más deterioro al tocarlos, me explica. Las costuras deben dejarse visibles, la piel no se ha descompuesto tanto, quizá... Depende.

«Estoy aquí con el objetivo de satisfacer la necesidad del objeto para el que trabajo, no la mía», me dice. Y es ahí donde radica la grandeza de este ser raro en pleno siglo XXI, que puede demorar semanas, meses o años en la restauración de un volumen.

«Trabajo los papeles tisú de diferentes gramajes o los japoneses con la metilcelulosa, conservo la encuadernación y muchas veces recurro a la sábila para hacer limpieza de los ejemplares… Hay que ingeniárselas de vez en cuando. Es un trabajo que impone retos cada día».

Admiro a Osdiel y espero que se haya dado cuenta. No todos los días tenemos los mismos ánimos para asumir las mismas tareas. No todos los días sonreímos porque el transporte no nos hizo esperar demasiado, la lluvia no nos sorprendió, el almuerzo va seguro en un pozuelo, el refrigerador funciona bien o nuestros familiares gozan de perfecta salud.

No siempre, imagino, Osdiel tendrá las mismas ganas de —a pesar de todo—, sentarse a hacer un lavado de papel, recrear la costura original de un libro, innovar con los recursos que tenga a la mano… Sin embargo, ahí está, con la misma pasión en sus ojos.

Me despedí de Osdiel y recordé cuántas veces me encuentro con personas que ni los buenos días te responden, ni el buen trato te ofrecen detrás de un mostrador, en la recepción de un bufete, en una clínica estomatológica o a través del teléfono.

Rememoré tantas cosas mal hechas sin justificación. Por poco anoto entonces tantos «peloteos» en no pocos lugares para obtener una certificación, solicitar una prótesis dental o escribir un reportaje sobre una heladería. Ciertamente cada uno tiene sus propios problemas personales pero, ¿qué culpa tienen los demás?

Lo importante, como me dijo Osdiel desde que iniciamos nuestra conversación, es sentir amor y respeto por lo que hacemos, y le añado, por los demás. Él está ahí todos los días, en silencio, rodeado de miles de libros, restaurando los más dañados, pensando en el futuro. También se moja los zapatos si llueve, corre detrás de una guagua, ahorra durante meses para arreglar una ventana y se ocupa de su salud y la de su familia. Pero ante todo, ama y respeta, y aunque pocas personas sabemos a qué se dedica y reconocemos la importancia de su trabajo, él duerme cada noche con el regocijo profundo que se desprende de haber hecho algo útil.

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