Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Reflexión y virtudes cotidianas

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Se siente raro mirar a la presidencia del salón plenario en el Palacio de Convenciones de La Habana y no hallar el rostro reflexivo de Fidel. Este es el primer congreso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en el que no está físicamente su líder fundador, pero todas las voces se alzan en su nombre y las anécdotas parten de los caminos que trazó aquella larga noche de 1960.

Suscribo el comentario de colegas e invitados: esta cita parece un congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas por la cantidad de rostros noveles y la frescura de las intervenciones, apasionadas, pero aterrizadas en la realidad del país.

En aras del necesario equilibrio entre experiencia y sangre nueva, José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido, recalcó la lección dejada por la rendición de cuentas a los núcleos zonales durante el proceso orgánico previo al 9no. Congreso de la mayor organización de masas del país, valiosa reflexión colectiva sobre dificultades y fortalezas del barrio común, que debería ser habitual, pues esa militancia tiene la preparación necesaria para respaldar a los ejecutivos en cada zona y dar continuidad a los propósitos de los Comités.

Tras varias intervenciones autocríticas sobre la complicada situación de salud en algunas provincias, Machado Ventura apuntó como tarea prioritaria fortalecer la prevención para eliminar las condiciones que propician la infestación de mosquitos, no solo por el impacto de esa situación en el turismo o el alto costo económico de las contingencias epidemiológicas, sino sobre todo porque está en juego la vida de nuestros familiares.

Ahora que la nación proyecta una mayor autonomía de los territorios para manejar sus presupuestos, toda labor comunitaria que ahorre recursos centralizados redundará en un beneficio social. Por eso, abrir las puertas al dúo focal no es solo una decisión particular, sino un gesto colectivo del que es preciso convencer a cada familia, más allá de medidas legales y ordenamientos, puntualizó.

Carlos Rafael Miranda Martínez, coordinador nacional de los CDR, recordó que la misión más importante es seguir siendo útil cotidianamente, ya sea en el vínculo con las escuelas para que ningún estudiante falte a sus deberes, hasta la captación sostenida de donantes de sangre para que ningún hospital se detenga por falta de ese preciado bien.

Varios representantes de proyectos socioculturales muy reconocidos contaron sus experiencias en la cohesión del barrio a partir de crear oportunidades de recreación, convocar al embellecimiento ambiental, estimular la laboriosidad y entronizar el principio martiano de usar el arte como camino más corto para llegar a la verdad, cumpliendo así el mandato fidelista de convertir los CDR en una organización eterna.

Magnífica resultó la metáfora de un coordinador de zona de Campechuela: como un mecánico carga en su mochila variedad de herramientas para atemperarse a la nueva tecnología de los equipos que repara, así deben los CDR renovar sus estrategias para llegar al corazón del pueblo y superar las brechas ideológicas, tanto en el relajado tú a tú de cada noche en la acera, como en las trincheras del ciberespacio, donde quiera que se intente socabar la autenticidad de la Revolución o el interés de la juventud por mantener la patria viva.

Y no se trata solo de vencer resistencias o enfrentar ilegalidades y chapucerías: la mejor defensa criolla ha sido siempre la solidaridad, la decencia, la paz del vecindario, el buen hábito de educar para el futuro sin olvidar la historia de la nación, del territorio y hasta de esa calle que sentimos tan nuestra.

Ese orgullo, que nada tiene de regionalismo, llevó a la santaclareña Bolivia Tamara Cruz a refrescarnos una verdad definitiva: si piensas que tu CDR no funciona, busca la responsabilidad en ti.

En la más populosa ciudad, en el insomne cuidado de la brigada fronteriza o entre los manglares alrededor de esta Isla, siempre habrá una respuesta que irradiar, una señal inspiradora, una gran familia a la que extender la mano para congratularse, porque en un par de años llegaremos a 60 septiembres vigilantes.

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