Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pudo llamarse bravo

Autor:

Osviel Castro Medel

Su cuerpo voló, despedazado, por los aires. Había hecho cantar durante una semana entera la ametralladora que tanta notoriedad le granjeó entre sus compañeros, pero esa jornada no pudo evitar el cañonazo mortal.

Era jueves, 27 de noviembre, acaso el peor día para la tropa de 180 hombres que, a las puertas del mismísimo Bayamo, peleaba en una desfavorable proporción de un combatiente contra 12 enemigos.

Tenía 29 años y se nombraba Braulio, aunque bien pudo llamarse Bravo porque se transfiguraba en león en cada combate.

Había sido sargento del Ejército; sin embargo, empezó a desmarcarse de ese cuerpo desde las torturas aplicadas a los moncadistas, con las que jamás estuvo de acuerdo. Comprendió a tiempo de qué lado debía luchar para convertirse en uno de los más admirados oficiales entre los soñadores barbudos.

Ahora, al imaginarlo disparando sin cesar desde la antigua Loma del Martillo, me pregunto cómo él y sus dos ayudantes pudieron contener durante tanto tiempo la lluvia de metralla, los tanques, el asedio de los contrincantes, que eran cientos.

En estas fechas, cuando se habla sobre los 60 años de la batalla de Guisa y aquellos 11 días y diez noches de enfrentamiento, cualquiera reafirma que debería estudiarse la gesta de Braulio y sus compañeros porque fue una proeza dentro de la pobreza.

Claro que no resultó el único héroe. Nunca pasemos por alto que en Guisa se libraron, de la madrugada del 20 a la noche del 30 de noviembre, ¡22 acciones combativas! contra varios  destacamentos de refuerzo enemigos, armados hasta los calcañales.

Tampoco podemos olvidar que fue la primera vez en que el Ejército Rebelde peleó de manera encarnizada al lado de una carretera asfaltada, un escenario bien diferente al monte de las lomas, y que resultó la primera batalla a las puertas de una ciudad, la cual era nada menos que la sede del Puesto de Mando de Operaciones contra los rebeldes.

En esas circunstancias de peligro extremo hubo otros protagonistas, pero nadie discutiría que la leyenda real de Braulio Eustasio Curuneaux Betancourt, con su ametralladora cantante, siempre levanta las cejas y agita el corazón.

Por cierto, el montículo desde donde él cumplió la promesa que le hizo a Fidel —«Por aquí no pasarán, Comandante»—, se llama hermosamente Loma de Braulio, en honor a ese ilustre guantanamero.

Es un enigma inmenso saber quién era el segundo de sus acompañantes. Se conoce que Guillermo González estaba con él en las trincheras, pero un tercer cuerpo jamás ha sido identificado... hasta hoy.

Algún día pudiera asomar esa otra parte de la historia. En cualquier caso, siempre tendremos que inclinarnos ante Braulio y todos los hombres y mujeres —también participaron las célebres Marianas—, que ayudaron a acelerar el triunfo rebelde con sus hazañas. A todos los que nos demostraron, como sentenció el Profeta de la Aurora, al referirse a Guisa, que no existen imposibles.

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