Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Prueba de fuego

Autor:

Osviel Castro Medel

SI el 19 de abril de 2018 marcó una señal extraordinaria en nuestra historia, con la entrega de la antorcha de la continuidad a una nueva generación, el próximo 24 de febrero no será menos trascendente, pues resultará el inicio de una prueba de fuego para Cuba.

Pecaríamos de simplistas si creyéramos que las del domingo son unas votaciones coyunturales, solo para refrendar una Carta Magna «atemperada a las nuevas circunstancias», como razonablemente suelen decir algunos.

La esencia del 24F radica, como ya han señalado respetados columnistas en estas páginas, en que significará una «suerte de comprobación» de la madurez del proceso revolucionario y su institucionalidad, a veces menguada en nuestro diarismo por varias prácticas y otras rutinas que nos condujeron no solo a la incultura constitucionalista.

Esa madurez tendría que medirse, además de por el número de votos positivos para aprobar la Constitución, por la postura de los ciudadanos después del referendo y en el crecimiento del protagonismo del «soberano», es decir, el pueblo.

No basta con que aprobemos la Ley de Leyes si los ciudadanos —una categoría superior a individuos— permanecen «acríticos» ante el Estatuto Fundamental o lo tienen engavetado en el fondo de sus vidas, como pasó tiempo atrás.

Y cometeríamos otro yerro gigantesco si pensáramos que después del previsible resultado positivo ya las masas, de un «golpe de urna», tendrán toda la cuota de poder que necesitan o se borrarán viejos estigmas.

Una votación mayoritaria confirmará la ruta al futuro, aunque no llevará, de inmediato, al país soñado: ese donde las normativas y disposiciones se cumplan al pie de la letra por las instituciones y la ciudadanía.

Después del 24 de febrero, con la ratificación de la Carta Magna vendrán necesariamente cambios en leyes secundarias y decretos, pero el quid del asunto es que logren —como debería suceder con la Constitución— el acatamiento, el máximo respeto y la formación de un culto de disciplina y observancia.

Por fortuna el proceso de debate del Proyecto y otros hechos sucesivos sirvieron para que muchos compatriotas que antes permanecían en letargo se ilustraran respecto a sus derechos y comenzaran a detenerse, al menos, a pensar en los imprescindibles deberes.

He visto a más de una persona portando en sus manos la Constitución vigente y la nueva Carta Magna como si fuesen credenciales abrepuertas en instituciones en las que han sufrido los conocidos «peloteos». Tales actos, aunque parezcan ejercicios vanos, denotan posturas menos pasivas en relación con situaciones que golpean a la gente. Y eso se lo debemos, en buena medida, al movimiento de neuronas generado por el debate de la Constitución que se refrendará el 24F.

Claro que eso tampoco sería suficiente; en nuestro entorno galopan otras realidades que requieren más que el activismo de las personas o que un «volcán cerebral». Aunque, de cualquier modo, deberíamos aprovechar sin frenos la oportunidad histórica que se nos asoma para seguir intentando, como imaginaron Martí y Fidel, un país más democrático y libre, con prosperidad y mayor justicia social.

Sobre el tema, el articulista Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, señaló que, a partir de ahora, «están en juego aspectos estructurales, funcionales, institucionales, jurisdiccionales y hasta políticos con derivaciones en lo económico y lo social, con un énfasis especial en la importancia de solidificar el proceso de institucionalización».

Se trata, a la sazón, como refería el mismo Ronquillo, de un reto doble que sobrepasa lo simbólico: hacer germinar más las industrias, los surcos, los comercios y las calles; pero también demostrar con hechos concretos que el socialismo es capaz de procrear libertad plena y una verdadera emancipación individual y, por ende, ser un modelo cautivador frente a un capitalismo que, a pesar de mostrar diariamente barbaridades y perversiones, ha sido capaz de «endiosar» el desarrollo de la tecnología y de buscar fórmulas para salir de sus célebres crisis cíclicas.

Por eso necesitamos apuntalar la esperanza ante tamaños duelos. Hay muchas razones para creer que empezaremos a vencer en esta otra dura prueba de fuego.

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