Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Madrecita del alma querida

Autor:

Luis Hernández Serrano

Una sentimental canción ha recorrido el mundo. Se conoce su autor, pero no cómo fue compuesta: Madrecita, del cubano Osvaldo Farrés, fallecido hace ya mucho tiempo. Su origen lo supe en 1988 en una entrevista que se ha mantenido inédita hasta hoy, con un sobrino del compositor, Enrique Farrés Lorenzo, también ya desaparecido, que se ha mantenido inédita hasta hoy.

Enrique, acompañado de su esposa, y de su gran amigo Robertico Hernández —entonces diseñador e ilustrador de este diario, quien me propició entrevistarlo— nos dijo que la canción surgió cuando una ancianita de 80 años a quien su tío Osvaldo quería infinitamente, le comentó algo que lo puso a pensar. Era su mamá, Caridad Vázquez:

«¡Ay, mi hijo, te has inspirado siempre en hermosas mujeres y has hecho composiciones muy lindas, pero nunca me has dedicado una a mí, que te traje al mundo, te crié y te amo como nadie. ¿Cuándo vas a hacerlo? Anda, no quiero morirme sin escucharla.».

Osvaldo Farrés, nacido en Quemado de Güines, Las Villas, el 13 de enero de 1902, compuso muchas canciones cubanísimas, algunas que aún hoy se escuchan, se cantan y se saben de memoria.

Tenía su sobrino 85 años cuando nos habló de Madrecita. Nunca olvidamos que sus ojos se le humedecieron al decirnos que su tío había escrito letra y música de Acércate más (1940); Toda una vida (1943); Tres palabras (1944); No me vayas a engañar (1945); Quizás, quizás (1946) y muchos otros boleros antológicos, «con las que los más viejos noviamos o nos enamoramos en distintas oportunidades y lugares».

Recuerdo que me argumentó que esos números habían sido cantados por Nat King Cole, Frank Sinatra, Sarita Montiel y por importantes cantantes y grupos cubanos y extranjeros en diferentes épocas.

Así es la vida. El sano celo de la madre del autor, hizo que naciera para el pentagrama mundial una canción que es emblemática y rinde homenaje a la madre viva y a la madre muerta en un día sagrado como este.

En el diálogo a que aludo, Enrique sostuvo que no solo era sobrino de Osvaldo Farrés por parte de padre, sino también nieto paterno de Caridad Vázquez, su viejecita, la mujer que le pidió el tema famoso inefable que recordamos. En otras palabras, Osvaldo era hermano del padre de Enrique: Juan Manuel Farrés Vázquez.

«Mi tío Osvaldo Farrés falleció en Estados Unidos el 22 de diciembre de 1985, a los 83 años, pero no dejó de ser cubano nunca, ni él, ni sus canciones. Primero fue jefe de propaganda de La Polar. Se dio a conocer con el tema Mis cinco hijos (1937), una guajira-son muy aplaudida, pero Madrecita, como interpretaba el sentir de todos los hijos, rompió sus propios récords», rememoró Enrique en aquel encuentro que ahora evoco.

Igualmente en aquella visita el entrevistado quiso que escucháramos en su tocadisco la placa de vinilo de 78 revoluciones —en que el cantante cubano Fernando Albuerne, interpretaba precisamente Madrecita, con acompañamiento de la orquesta de Enrique González Mantici y el coro del Trío de las Hermanas Lago—, uno de esos privilegios que los periodistas tenemos… En la Cara A se oía:

«Madrecita del alma querida,/ en mi pecho yo llevo una flor./ No te importe el color que ella tenga / porque al fin, eres, madre, una flor./ Tu cariño es mi bien, madrecita, / en mi vida tú has sido y serás, / el refugio de todas mis penas / y la cuna de amor y verdad./ Aunque amores yo tenga en la vida, / que me llenen de felicidad, / como el tuyo, jamás, madre mía, / como el tuyo no habré de encontrar. / Madrecita del alma querida, / en mi pecho yo llevo una flor /, no te importe el color que ella tenga, / porque al fin tú eres, madre, una flor» /.

En la Cara B y en su propia voz, Osvaldo Farrés pronunciaba su dedicatoria a la madre querida: «Madrecita, esta canción está escrita para ti, y en esta inspiración mía quiero resumir el cariño acendrado a todas las madres del mundo por buenas, por abnegadas y por santas. Sean para ti estas frases, nacidas en lo más profundo de mi alma, porque tú eres la encarnación suprema de todo lo noble y de todo lo grande que hay en el mundo. A ti acudimos siempre cual cofre amoroso que guarda todas las angustias, penas y alegrías.

«En nuestras tribulaciones, eres nuestro refugio y consuelo y nuestra única verdad. Tu regazo materno y tu amor, saben de todas las ternuras y de todos los sacrificios. Como tu cariño, ninguno. Tú eres lo realmente positivo en la vida. Y ahora escucha la última estrofa de mi canción, nacida del corazón de un hijo que tú sabes que jamás faltó al deber sagrado de adorar a su madre. En ella digo lo que dedico con todo el corazón a todas las madres del mundo».

Sin embargo, por ironías de la vida, en 1954, en la fecha del disco, aunque Caridad Vázquez se alegró de saber que su hijo la había complacido, estaba sorda y no pudo oír ni la canción, ni la dedicatoria.

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