Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Amor pagado con humilde alegría

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

La modorra habitual del mediodía se rompió este domingo cuando un carro del Ministerio de Salud Pública paró junto al parque infantil en la intersección de las calles Coyula y Ñico López, en Regla.

Aplausos y gritos se multiplicaron en los portales como si fueran las nueve de la noche: «¡Es Durán! Corre, Gabriela, que ya está aquí», oí a una chiquilla a mis espaldas cuando llegué a la esquina, alertada por la cantante Yenisei del Castillo, promotora del proyecto cultural infantil El parque de Teresita y anfitriona del inusual invitado.

Pero Gabriela se mantuvo ecuánime en su portal y esperó que el popular médico llegara hasta su puerta tras saludar a muchas otras personas de todas las edades que le entregaban dibujos, libros, flores y otros detalles «por su reciente cumpleaños y por ser tan buen comunicador», como repetían chicos y mayores.

«Mi nieta le manda este regalo, ella no se pierde una palabra suya en el televisor», dijo una señora y varias voces infantiles la respaldaron con un rotundo ¡Yo tampoco!, a lo que el sorprendido visitante respondió con alegría: «¿De verdad? Pues qué bueno, porque así aprenden desde pequeños a cuidarse. Lo más importante ahora es entender la información y hacer bien las cosas», recalcó.

«Lo único que no le gusta a mi niña es que sus ojos se ponen tristes cuando anuncia algún fallecido», confesó la emocionada abuela, y con simpático alivio el experto le ripostó, alzando los brazos expresivamente: «Pues menos mal que hace días no tenemos ninguno».

Durante unos 20 minutos caminó con humildad de portal en portal repartiendo gratitud y consejos, hasta llegar a la verja de la chica con la que había hablado por teléfono el sábado anterior: la aprendiz de repostera había hecho un cake para él y lo sostenía en sus brazos con paciencia para entregárselo personalmente.

Por primera vez, en casi tres meses, los pequeños artistas del proyecto El Parque de Teresita salen de su casa, para fotografiarse con el invitado. Foto: Mileyda Menéndez Dávila.

«¡Qué lindo!», exclamó Durán al ver en la cubierta del dulce una bandera cubana, y la madre de Gabriela respondió con espontaneidad: «No tanto como usted». Todos reímos cuando el rubor subió a su cara sobre el nasobuco y se defendió apenado: «Qué va, si yo soy un abuelito…».

Aunque intentó mantener prudencial distancia el mayor tiempo posible, aceptó hacerse fotos con los pequeños artistas del proyecto comunitario porque le aseguraron que ninguno había salido de su casa en estos casi tres meses de pandemia. Luego, en la despedida, prometió: «Cuando todo termine, vendré a celebrarlo con ustedes».

Aún hierve mi barrio con la esperanzadora noticia, pues nadie duda que, en su apretada agenda como director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, el doctor Francisco Durán busque un huequito para regresar a este rincón del barrio Lídice y conocer lo que por aquí se hace a favor de la armonía familiar, la música y el medioambiente.

Y tendrá que volver, pues muchas personas se quedaron con ganas de regalarle abrazos, como la abuela Luciana, de 83 años, que no pudo homenajear a su héroe porque «si salgo de mi casa para verlo estaría faltando a lo que él mismo nos pide cada día con tanto cariño, ¿tú no crees?».

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