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Año nuevo y síndrome de enero

La ciencia también ha descubierto qué deseos se repiten más, los obstáculos más comunes para cumplirlos y el mejor método para alcanzar metas

Autor:

Iris Oropesa Mecías

«Este año voy a dominar el inglés mejor que la reina Elizabeth»; «Bajaré los kilos que me sobran y los “salvavidas” estos se van»; «El 2018 será el año de cero cigarros»; «Este año huele a viaje; ya lo percibo en el aire»; «Ahora sí que ahorro y me compro el perfume francés, o me quito el nombre»… Con autopromesas parecidas recibe la mayoría de los habitantes del planeta el nuevo calendario.

Buena parte de los humanos visualizamos la meta alcanzada, nos vemos en una especie de videoclip mental —por supuesto, en gloriosa cámara lenta— más productivos que una maquinaria azucarera y logrando un título o un nuevo trabajo. De paso, algunos nos visualizamos atractivos y con parejas que parecen símbolos sexuales de Hollywood.

Incluso no faltan quienes no dudan ni por un segundo que para el próximo enero serán una especie de Scarlet Johanson graduada de Harvard con Bennedict Cumberbacht como esposo y haciendo yoga los domingos en una mansión... ¿Exagerado?

 Si dos cosas son comunes en los días en que cambia el calendario son los rituales de fin de año y los propósitos para el que viene. Y quien piense que la ciencia no ha estudiado nuestros comportamientos por esas fechas se llevará una sorpresa.

La lista de enero

La cultura cubana es mucho más dada a los rituales de fin de año que a las listas de resoluciones para año nuevo, tan populares en numerosos países. Muchos cubanos prefieren dar la vuelta con la maleta, tirar agua o quemar un muñeco de tamaño natural, que sentarse a elucubrar un plan maestro de superación personal. Pero, sin duda, en papel o no, también nos trazamos metas que nos ponen sonrisas soñadoras en el rostro.

Según la sicología social, es un proceso normal del progreso cultural humano que hayamos descubierto que trazarnos objetivos y asumir responsabilidad es más realista que los rituales de la buena suerte. Sin embargo, como aseguran expertos, en el área de las ciencias de la mente y el comportamiento, aún dentro de la asunción de los objetivos, dejamos colar trampas del pensamiento mágico que llevan a lo que se conoce popularmente como Síndrome de la buena esperanza, lo cual puede generar un resultado negativo, en lugar del avance perseguido.

Las resoluciones más comunes en general, según el portal digital Brain Statistics, son bajar de peso, hacer ejercicio, dejar de fumar o tomar, casarse, conseguir novio/a, tener hijos, pasar más tiempo con la familia, ser mejor persona, conseguir empleo y ahorrar. (¡Lástima que no contemos con una investigación específicamente para las resoluciones que son tendencia entre los cubanos!).

Sin embargo, a pesar de que esas ideas se repiten año tras año, como sospechamos, la tendencia es a abandonar buena parte de los objetivos.

Un estudio de la universidad californiana de Stanford, citado por el diario español El País, ha comprobado que más del 40 por ciento de los estadounidenses que formulan diferentes propósitos para enero los acaba abandonando en las primeras semanas.

Richard Wiseman, profesor de Sicología de la Universidad de Hertfordshire, quiso comprobar cuánto se comprometen los británicos con sus planes. Para ello realizó una investigación con más de 3 000 personas a las que siguió la pista durante 12 meses. De ese modo comprobó que solo el 12 por ciento consiguió los objetivos que se habían propuesto. Y constató también que hombres y mujeres se alimentan de diferentes fuentes de motivación para cumplir sus propósitos. Según sus estudios, los hombres buscan el apoyo de otras personas con el mismo objetivo o se concentran en la «recompensa» que conlleva su consecución. Por otro lado, las mujeres se sienten más motivadas al compartir sus planes con amigos y familiares.

 La trampa 

Los obstáculos más comunes para alcanzar las metas de la lista de enero, aunque no pueden ser cuantificadas en un estudio de campo como el anterior, han sido resumidos por sicólogos de todo el mundo y se repiten: propósitos demasiado ideales, un número muy grande de metas a la vez, no crear un grupo de apoyo, basarnos en la razón equivocada, como rechazarnos a nosotros mismos y querer lucir como una estrella de televisión, y apegarnos a viejos hábitos, dejándonos vencer por la pereza y la desmotivación.

Lo de ser muy idealista es uno de los grandes problemas para el cerebro. Resulta que si pensamos que tenemos menos del 50 por ciento de probabilidades de conseguir algo, dejamos de dedicar el mayor esfuerzo y atención a ese tema. Y esto no es una verdad que haya desentrañado solo la sicología: las neuronas encargadas de mantener la mente enfocada, de preservar la memoria a corto plazo y de realizar las tareas abstractas, que se encuentran en la corteza prefrontal del cerebro, se sobrecargan cuando tenemos un exceso de planes. Como resultado, para aligerar la sensación de preocupación, es mucho más sencillo desenfocarse de los temas que creemos poco posibles y volver a las conductas habituales.

De ahí que el exceso de ensoñación y el resultado del abandono sean llamados con nombres tan coloridos como síndrome de la buena esperanza o del año nuevo, pero claro, solo a nivel popular, pues no constituyen una verdadera entidad diagnosticable, sino una tendencia de comportamiento.

El método Smart y el coaching 

Pero como los lectores de Juventud Rebelde de seguro están en ese 12 por ciento que sí se apega a sus metas, veamos qué recomiendan sicólogos y siquiatras expertos en felicidad, motivación y voluntad para comenzar este enero con actitud objetiva hacia nuestros deseos a través del método Smart. Porque del azar y los rituales no les pega a los aficionados a la ciencia, ¿o sí?

Para establecer metas de forma inteligente puedes utilizar el llamado método Smart (specific, measurable, attainable, relevant, time bound). O sea, tu objetivo debe ser específico, medible o chequeable, alcanzable, relevante para ti, y limitado en el tiempo; es decir, no propósitos abstractos sino propósitos concretos. Establecer objetivos con este método te obligará a lograr una lista viable y práctica, con fechas agendadas y tareas pequeñas como partes de un todo.

Este modelo fue publicado por primera vez en 1981 por George T. Doran, consultor y exdirector de Planificación Corporativa de Washington Water Power Company en un artículo que tituló Hay una manera inteligente para escribir metas y objetivos de la administración. Aunque pareciera un modelo de las ciencias económicas, se ha vuelto tendencia en el coaching, una rama de la sicología cada vez más popular, que se centra en dar apoyo para lograr objetivos precisos.

Para que tus metas sean específicas evita las generalizaciones o la ambigüedad. Plantear el porqué se desea ese objetivo, dónde se va a llevar a cabo, cómo se puede conseguir y cuáles son las cosas que necesito para conseguirlo es el consejo de miles de sicólogos de coaching alrededor del mundo. Esto ayudará a tu cerebro a no descartar tu meta como un asunto demasiado abstracto. Y, por supuesto, el paso final: la acción.

Por ejemplo: «Quiero ser una buena hermana» es una meta ambigua según el método Smart. Lo aconsejable sería: «Quiero ser una buena hermana porque pienso que sería bueno para mi bienestar emocional y el de mi hermano, y comenzaré a lograrlo utilizando parte del tiempo de ocio en fin de semana en actividades compartidas en lugar de solitarias, como cenar, jugar juntos y leerle un cuento a mi hermano pequeño».

Finalmente, asegúrate de que haya un modo de chequear tu avance; por ejemplo, podrías hacer a tu hermano firmar cada sábado en la casilla del calendario que dice «recreación juntos». Si añades los siguientes puntos y un límite de tiempo para empezar a cumplirlo, pues felicidades, habrás logrado tu primera meta de 2018 con un método de la sicología del coaching.

 

Los objetivos que nos propongamos deben ser específicos, medibles o chequeables, alcanzables, relevantes para la persona y limitados en el tiempo; es decir, no propósitos abstractos sino concretos.

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