Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un lugar llamado Asociación

La Casa del Joven Creador, en la Avenida del Puerto, fue referencia y lugar de cita de la creación más exigente en cualquiera de las artes, y de su vanguardia joven

Autor:

Edel Morales

Hay un lugar llamado Asociación, un lugar vivo en la memoria de los escritores y artistas cubanos que somos o fuimos jóvenes desde los míticos años 80 y los difíciles años de la crisis que sobrevino en los 90, sus primeros tiempos, hasta los más encaminados lustros del siglo XXI.

En esos años fundadores (que serán imaginados cuando se borren los nombres y las fechas y los desatinos, sostiene un amigo), la Casa del Joven Creador, en la Avenida del Puerto, enclave entonces de la Dirección Nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), fue referencia y lugar de cita de la creación más exigente en cualquiera de las artes y de quienes, sin ser artistas, querían estar en diálogo activo con el decir y el hacer de lo más renovador del arte y el pensamiento cultural en la Isla, su vanguardia joven.

Hay un momento de esa Casa, convertida tiempo después en Museo del Ron, que late aún en mi memoria con particular vitalidad: el BarTolo, homenaje al Benny y con él a todo el arte cubano. La forma, un bar, a cinco pesos la entrada, por orden de llegada, con la mejor programación del momento, que abría a las doce de la noche, cerraba a las seis de la mañana y ofrecía un desayuno por la casa a todo el que amaneciera. Un bar que era también un laboratorio, donde la interrelación de las artes, el intercambio entre generaciones y la comunicación con el público eran prácticas habituales, una idea que, de alguna manera, se puede rastrear hoy en el deslumbrante ADN de la Fábrica de Arte Cubano.

Porque en eso fue siempre buena la AHS, en generar e impulsar ideas de vanguardia con capacidad de atraer público y trascender en la memoria de sus participantes. Varias de esas buenas ideas y experiencias fueron realizadas, en esos momentos o pasados los años, por otras organizaciones o instituciones, y algunas fueron conseguidas teniendo a la misma AHS como centro coordinador.

De estas últimas, las holguineras Romerías de Mayo muestran en su grado más alto esa capacidad para conectar amplitud y  hondura, participación de los públicos más diversos y rigurosa calidad de la propuesta intelectual y artística que se le ofrece. Pero a lo largo de esta Isla, otras experiencias formalmente distintas, pero en esencia semejantes, se sostienen y diversifican con la participación de la AHS: cercanamente el Encuentro de Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe, que de conjunto con el Centro Loynaz animó  la Feria Internacional del Libro de La Habana; las cinco editoriales que desde la Asociación fortalecen el campo literario cubano; las Cruzadas o los premios Calendario.

Pocas veces reclama créditos para sus empeños y resultados la AHS que conozco, pero merece reconocimiento y estímulo la cooperación y participación que ha conseguido obtener de parte de las instituciones rectoras de la cultura cubana en las distintas ramas del arte, para facilitar y dar respuesta a las demandas más legítimas o urgentes de los jóvenes artistas, si bien en más de una ocasión luego de intensas discusiones, argumentaciones y demostraciones.

Una experiencia personal de esa cooperación y sus resultados la vivimos en la década pasada un amplio grupo de poetas y algunos trovadores cubanos, durante la gira que (con el auspicio de la AHS, el Instituto Cubano del Libro y las direcciones de Cultura de los distintos territorios del país) rindió homenaje al Bicentenario de José María Heredia, en octubre del año 2003, bajo el nombre de La Estrella de Cuba. Escuelas, teatros, galerías, universidades, fábricas, prisiones y Casas del Joven Creador, acogieron el sacrificio, la entrega y la fiesta de una expedición irrepetible que llevó a los públicos más insospechados poemas y canciones que, con mucha frecuencia, mostraban una alta carga experimental. Con asombro constatamos que la acogida a la poesía fue, en todas partes, admirable, y el impacto en la memoria de artistas y públicos aún perdura.

Durante estos 30 años la AHS ha sido un espacio de generación de pensamiento y modelos particularmente intenso. Su más reciente Congreso, al que asistí como invitado, mostró la madurez de una organización forjada y fortalecida tanto en los diálogos teóricos como en las acciones y soluciones prácticas. Un camino que comenzó en 1986, con una conciencia de origen que superó la intención de su nacimiento, la simple mezcla en una misma organización de la Brigada Hermanos Saíz, el Movimiento de la Nueva Trova y la Brigada Raúl Gómez García, para mostrar su lucidez apenas dos años más tarde, durante el Encuentro Nacional de 1988, en el cual el Comandante en Jefe Fidel Castro reclamó a los jóvenes, por vez primera en un espacio público, que no se hablara tanto de la libertad de formas y asumiéramos de una vez la responsabilidad de encarar la libertad de contenidos.

En este 2016 de grandes desafíos, la AHS muestra la invaluable energía de unos 30 años marcados por la resistencia y la intensidad de la creación artística, el diálogo cultural y político, y la participación social. Esa trayectoria y esa vitalidad deberían llevarla a intensificar su necesaria participación y ofrecer más de sus útiles aportes en los debates actuales que tienen lugar en el país y en los cuales, de alguna forma, se juega el destino de Cuba y su cultura.

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