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Robots y dragones al plato

Hijos de Korad es una recopilación de 35 cuentos y relatos para jóvenes que invita a entrar al ruedo de mundos y seres portentosos ya sea por el ancestral método de la magia o por el de la ciencia-ficción. Su autoría corresponde a los escritores jóvenes más destacados en este capítulo de las lides literarias

Autor:

María Elena Llana

La literatura para jóvenes cuenta con un nuevo título de la Editorial Gente Nueva, el sello emblemático de este género en nuestro país, que ahora invita a sus destinatarios a entrar al ruedo de mundos y seres portentosos ya sea por el ancestral método de la magia o por el de la ciencia-ficción, feliz continuadora impulsada por la revolución tecnológica.

Hijos de Korad es una recopilación de 35 cuentos y relatos cuya autoría corresponde a los escritores jóvenes más destacados en este capítulo de las lides literarias, y cuya aportadora ilustración estuvo a cargo de Jesús Minsal y de Vladimir García.

Bajo el subtítulo de Antología del taller literario Espacio Abierto, que funciona en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, cinco de sus integrantes, egresados a su vez de esa institución, «firman» el volumen: Carlos A. Duarte, Elaine Vilar Madruga, Jeffrey López Dueñas, Gabriel Gil Pérez y Raúl Aguiar, todos representados en la muestra.

El mítico nombre de Korad, también adjudicado a un premio literario y a una revista digital que privilegian ese género, es un tributo a su iniciador e inspirado defensor entre nosotros, Oscar Hurtado (1919-1977), cuya obra La ciudad muerta de Korad, tendría larga y justa vida en estos continuadores.

El prólogo hace un minucioso recuento de la labor e importancia del taller Espacio abierto en la orientación de estudiantes y profesionales de las ramas científicas o técnicas, que sienten la inquietud literaria, sin que ello excluya a egresados de carreras de letras y de otros sectores.

Hijos de Korad es el mejor testimonio de labor y cosecha de ese «taller», cuya denominación concuerda con el lugar de trabajo de los alquimistas, aquellos entusiastas que, en pos de una quimera, trasmutaron la magia en ciencia.

Los autores, nacidos en su mayoría en las décadas de los 70 y los 80 del pasado siglo, lo que no excluye a algunos mayores y a otros más jóvenes, muestran un universo de posibilidades creativas capaz de abarcar —en el campo de las probabilidades, tan caro al género—, a lectores desde los 12 hasta los 120.

Con el obligado conocimiento de los antecesores que marcaron hitos en el género, sus cultores cubanos logran, a más del inexcusable basamento científico de algunos temas, el imperativo de la originalidad en su forma de abordarlos, ya sean los robots —adueñados del polifacético campo de la cibernética—, como los dragones rampantes en el imaginario del lector desde los cuentos de hadas.

Imposible en una nota sometida al rigor del espacio periodístico, detener la mirada en cada uno de los cuentos y, posible pero no justo, hacer hincapié en uno u otro autor puesto que el espíritu de la recopilación destaca un quehacer colectivo, donde el protagonismo se diluye —o se manifiesta—, precisamente en la capacidad de lograr tan amplia muestra.

Pero sí podemos reseñar, un poco al vuelo, los temas abordados tanto en la parte inicial del libro, dedicado a la «ciencia-ficción», como en la segunda —y más prolífera—, donde la denominación «fantasía» recrea los temas tradicionales del género.

Si algunas narraciones inscriptas en uno de esos acápites pudo figurar en el otro, es asunto que el lector discernirá por sí mismo. Y si las mujeres, aunque menos representadas, son igual de eficaces en este terreno de la creación, no tendrá que discernirlo, lo disfrutará sin caer en intríngulis genéricos.

Vamos a los temas. En su primera sección: control de la conciencia —aberrada forma del «arte de dirigir» en que se basó la primigenia cibernética—, simulación virtual, inteligencia artificial, comunicación telepática, interacción de mundos paralelos, rupturas espaciotemporales, trasmutaciones del yo, mestizaje humano-mecánico del cyborg…

Por cierto, esta palabra está felizmente utilizada en inglés pese a que su castellanización —ciborg—, al oponerse a la propia sintaxis del idioma, pudiera ser una variante de la rebelión de la máquina.

Entre esos componentes iniciales, figuran los canónicos  robots que nos legara el checo Karel Capek (1890-1938), uno de cuyos elementos de fabulación, el potencial dominio universal de las salamandras, está presente en la segunda parte del libro, tratado esta vez desde una poética aceptación del destino, que lo singulariza.

Y similar tónica aflora en varias narraciones de esa segunda parte, más dirigida a destacar el sentir humano ante la circunstancia ambiental: lucha contra el medio hostil de otro planeta u otra realidad, búsqueda del objeto-clave para deshacer el hechizo y llevar la hazaña hasta el final, aun a sabiendas de que la recompensa es la traición.

Esta violación del viejo código sometido al triunfo del bien, se destaca en una reedición del tema de la bella y la bestia, en la cual el amor —o la bondad—, no pueden salvar a los protagonistas porque no hay hechizos rompibles, sino una real naturaleza monstruosa que ambos conocen.

Esta fabulación fatalista puede inscribirse en la distopía que, salvo alguna pincelada de humor o del triunfo humano en su lucha contra la robotización —cualquiera sea su aspecto—, campea por todo el volumen, incluyendo un rápido vuelo sobre las ruinas de Centro Habana.

Y ya, debatiéndose entre las tétricas criaturas de lo cotidiano, está el indocumentado que se defiende de las nuevas «maras» con un machete electrónico; el estallido de una guagua (un P1), provocado desde el futuro, un alienígena aterrado al caer en medio de un partido de fútbol, o un ingeniero asesinado por pertenecer a un antiquísimo culto satánico en las minas de Moa.

En fin, pese a ese lector con apetitos «volubles» a que hace referencia la nota de contraportada del libro, en esta recopilación, sin duda también los gustos más arraigados podrán satisfacerse con más de uno de los platos servidos.

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