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Una historia de un siglo

Las Ediciones Museo de la Música publican el volúmen Un siglo de jazz en Cuba, bajo la autoría del destacado musicólogo cubano Leonardo Acosta

Autor:

Antonio López Sánchez

Las Ediciones Museo de la Música, sin mucho ruido pero con ya algunas muy valiosas nueces, regalan desde hace unos años un trabajo sostenido que se traduce en importantes libros. Obras sobre figuras insoslayables de nuestra historia musical, como Leo Brouwer, Ñico Rojas, el Trío Matamoros, Luis Carbonell, Argeliers León o Benny Moré, por solo citar algunas, han ido apareciendo en sucesivas ediciones de este sello.

Dentro de esta novena de estrellas, como suerte de jonrón editorial, publican Un siglo de jazz en Cuba. Un texto hijo de ese cuarto bate de la musicología nacional que responde al nombre de Leonardo Acosta. Para los seguidores habituales de las historias y entresijos de la música, el patronímico de este Premio Nacional de Literatura no resultará para nada ajeno. Sus muchos trabajos periodísticos, ensayos y libros, hablan por sí solos de la constancia y profundidad de este músico, investigador y buen escritor por más señas.

Entre otros títulos, las obras Música y descolonización, Del tambor al sintetizador y Otra visión de la música popular cubana, constituyen un sólido botón de muestra para presentar a este autor. Profundo, acucioso, polémico siempre, Leonardo Acosta es un referente indispensable para abordar no pocos aspectos de nuestra música.

Ahora, en Un siglo de jazz en Cuba, el autor ha mezclado sus pasiones, como escucha, como músico y como investigador, para redondear una faena pionera y muy necesaria. El jazz tiene también una larga data en nuestro país, además de un sólido presente y, a no dudarlo, un promisorio futuro. Más de una de sus figuras cultivadoras de ayer y de hoy han dado no poco de qué hablar, y a partir de sus desempeños, han propiciado valiosos legados, dentro y fuera de la Isla, desde hace muchos años.

En preciso recorrido, el libro desgrana década a década, desde el comienzo del siglo XX, las relaciones del jazz con nuestra música. Por solo intentar una ambiciosa, e incompleta enumeración, podemos decir que recorre, y profundiza, a través de las muchas raíces comunes entre Cuba y los Estados Unidos, asentadas sobre todo en una africanía que dejara notables huellas en la música de ambas culturas. Luego sobrevuela las evoluciones, préstamos y aportes mutuos a lo largo de las décadas de los años 20 al 50. Y en amplio círculo, llegará a continuación a la algo más cercana explosión desde el grupo Irakere, como punta de lanza cimera, hasta los Festivales Jazz Plaza y al recobrado reconocimiento internacional de nuestros jazzistas en las dos últimas décadas de la pasada centuria. En este dilatado viaje, hay hechos, nombres y obras más que suficientes para armar el nutrido rompecabezas de esta historia.

Aglutinar en solo un volumen la larga y ramificada travesía del jazz cubano (visto además en sus múltiples relaciones y contextos con muchas y diversas manifestaciones de nuestra propia música y con las foráneas), debe haber sido una tarea ciclópea. Mucho material se hallaba disperso, entre cuartillas periodísticas, investigaciones inéditas, en la frágil memoria de sus propios hacedores y tuvo que ser registrada a través de innumerables entrevistas, o en los acordes de miles de descargas y conciertos, muy pocos de ellos grabados en discos. Quizá, solo un especialista como Acosta podía emprender semejante empeño, contando con tan poco barro para la primera piedra.

A pesar de su propia afirmación de que no pretende con este trabajo hacer una historia del jazz en Cuba, sino apenas «un bosquejo de esta en nuestro país, una especie de mapa o croquis a partir del cual pueden emprenderse investigaciones más exhaustivas», este es un libro de incalculable valor. Muy adelantado el camino encontrarán los futuros seguidores de estas sendas investigativas. Y conociendo de lo acucioso de su autor, habrá de seguro muy pocas brechas y vacíos en sus resultados.

Para los estudiosos, para los músicos y, por supuesto, para los muchos escuchas con los que cuenta el jazz en la Isla, este será un material de culto. Desde ya podemos asegurar que estos cien años de jazz que reseña el texto, aportan valioso oxígeno a la memoria y al conocimiento del pasado. Buenos aires para quienes levantan sonoro vuelo jazzeado en el presente y que, de seguro, alzarán para mañana mejores rachas en vitales saberes y acordes. Pero sobre todo, para que suenen más siglos de jazz en Cuba, del futuro en lo adelante.

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