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Las dos caras de Internet sobre el terremoto en Haití

Las nuevas tecnologías han demostrado su eficacia después de la reciente catástrofe en la nación antillana, pero también su lado oscuro, del que se aprovechan inescrupulosos que medran con la desgracia ajena

 

Autor:

Amaury E. del Valle

Haití, un país casi desconocido en la red de redes hasta hace muy pocos años, ha visto en Internet un aliado crucial no solo para que se conozca la magnitud de la catástrofe sufrida tras el terremoto que asoló a ese país, sino también para que la solidaridad fluya de manera más expedita.

Apenas unos minutos después de las cinco de la tarde del fatídico 12 de enero de 2010, ya las primeras imágenes de la hecatombe recorrían el ciberespacio, tomadas por usuarios de redes sociales como Twitter, Facebook y YouTube, de las cuales se nutrieron incluso las grandes cadenas de información para reflejar la situación.

En un país donde se calcula existen más de medio millón de usuarios de Internet, gracias a la penetración de la telefonía celular, muchos pudieron ver cómo Puerto Príncipe era envuelta en una nube de humo destructora, justo cuando la tierra temblaba bajo los pies de quien filmaba con su celular.

Periodistas como Carel Pedre, uno de los más famosos de la televisión haitiana, lograron actualizar su página en Twitter, mientras que muchos subían imágenes gracias a los celulares que habían quedado activos, en buena medida porque resistieron muchas antenas de repetición ubicadas en las colinas que rodean a la capital haitiana.

Sin embargo, más de una semana después de la catástrofe, y cuando la situación se hace insostenible para muchos haitianos que lo han perdido todo, la red sigue siendo un vehículo de solidaridad, pero a su vez es utilizada para fraudes, robo de menores e incluso para destapar algunos secretos «sucios» que pudieran rodear al revuelto mar humano haitiano, donde algunos inescrupulosos pretenden pescar.

TECNOLOGÍA POSITIVA

La catástrofe haitiana ha demostrado la efectividad de los sistemas de alerta temprana, no solo contra la ocurrencia de tsunamis, sino también para la detección de temblores de tierra dondequiera que ocurran en el planeta.

Tras el sismo que destrozó a Sumatra y otros países en 2004, la creación del Centro de Alerta Temprana de Tsunamis, ubicado en la estación de Hawai, en el Océano Pacífico, permitió, por ejemplo, que en Cuba se comenzaran a tomar medidas ante la advertencia de la posible ocurrencia de un evento de este tipo, apenas unos 20 minutos después que temblara la tierra en la vecina Haití.

Tras las recientes debacles de Sumatra en 2004, Paquistán 2005 y China 2008, los expertos no se han quedado de brazos cruzados y cientos de analistas y programadores de todo el mundo se han unido para desarrollar nuevos dispositivos y servicios para los equipos de emergencia y el público, en un esfuerzo sin precedentes que ha movilizado al sector tecnológico.

Software para localizar a personas sepultadas por los escombros, mapas satelitales de las zonas devastadas, sistemas de envío de mensajes urgentes si se está atrapado, y hasta motores de búsqueda para localizar e informarse sobre las víctimas se cuentan entre las creaciones tecnológicas desarrolladas para casos de catástrofe.

No poco de estos programas y robots han ayudado a rescatar con vida a personas sepultadas, y hasta a detectar el peligro de nuevos derrumbes en edificios afectados por los sismos.

Organizaciones como la Cruz Roja Internacional y la Agencia Federal de Manejo de Emergencias de Estados Unidos ya han puesto en práctica estas invenciones.

Un ejemplo concreto de la rapidez con que se estructuran estas creaciones es el sitio www.haitianquake.com, creado por Tim Schwartz, un programador y artista de 28 años de San Diego, Estados Unidos, el cual creó un portal web para ayudar a los haitianos dentro y fuera del país a localizar a familiares desaparecidos.

La base de datos, que cualquiera puede actualizar, ya estaba en funcionamiento menos de 24 horas después de la sacudida del terremoto, con más de 6 000 visitas por hora, porque Schwartz y sus colegas lograron que el portal obtuviera información de la Cruz Roja Internacional que actúa en la nación antillana.

Servicios similares han ofrecido los sitios web de medios de prensa como New York Times, Miami Herald, CNN y otros, e incluso Google sacó a la luz una herramienta titulada PersonFinder, la cual fue desarrollada después de que el huracán Katrina destruyera Nueva Orleans en 2005.

No solo con informaciones han ayudado los «grandes» de Internet, sino también se han decidido a compartir algo de los millones que obtienen de ganancias a favor de aliviar un tanto la situación de los haitianos.

Así la red social Facebook ha habilitado una página para que las personas puedan hacer donaciones, Google ha dicho que dará un millón de dólares para los damnificados; GoDaddy, uno de los mayores registradores de dominios del mundo, anuncio que entregará otros 500 000 dólares; y Microsoft cederá 1,25 millones de dólares con el mismo fin.

Skype, el servicio de llamadas por Internet, decidió regalarles a muchos clientes vales gratuitos para que puedan llamar hacia Haití; e incluso muchas operadoras de telefonía móvil han habilitado números para que las personas puedan, con un simple mensaje de texto o SMS, donar dinero para la ayuda humanitaria.

Los SMS han demostrado ser una de las herramientas más útiles para reunir fondos, como lo demuestra que hasta el martes la Cruz Roja estadounidense había logrado recaudar unos 22 millones de dólares por esa vía, cifra nunca antes alcanzada.

ROBO «HUMANITARIO»

Pero si la desgracia que vive el pueblo haitiano ha unido a millones de corazones de buena voluntad en todo el mundo, también ha despertado el apetito codicioso de quienes pretenden aprovecharse de la situación.

SPAMfighter, una empresa especializada en análisis de tráfico por Internet, alertaba apenas un par de días después del terremoto sobre una oleada masiva de spam o correos-basura, que aprovechaban la solidaridad para intentar estafar a las personas mediante correos electrónicos engañosos.

Sitios fantasmas que se dicen gestores de la ayuda hacia Haití; organizaciones humanitarias creadas por arte de magia solo en el ciberespacio, y hasta la promesa de fotos espectaculares sobre el cataclismo han sido algunas de las herramientas utilizadas por los piratas informáticos para timar a incautos.

Muchos de estos correos, para parecer más creíbles, incorporan información correcta, como direcciones postales o datos de los organismos implicados en la labor solidaria, como la Cruz Roja, aunque en realidad son redirigidos a cuentas de los malhechores, como alerta la firma de seguridad informática Symantec.

Pero el escándalo de fraude más grande se ha dado, increíblemente, desde la orilla legal de la ayuda humanitaria: las donaciones a través de los bancos.

El terremoto, esta vez virtual, se desató cuando varios medios de prensa españoles alertaron que por cada ingreso de 20 euros con destino a Haití en una cuenta de la Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras desde una entidad bancaria distinta a la receptora, esta se quedaba hasta con cinco euros de la transacción.

O sea, los bancos se embolsan por concepto de ganancias lo que en realidad son desprendimientos humanitarios, y están haciendo su agosto con la desgracia de Haití.

Estos se han tratado de defender diciendo que se trata de «problemas de comunicación» según la Asociación Española de la Banca (AEB), que reúne a 97 entidades bancarias, quienes afirman que para que el pacto interbancario sea efectivo la ONG debe comunicar que el dinero que se recaude en su cuenta tiene fines benéficos.

Es, en suma, toda una madeja legal y burocrática que al final hace que se vayan a los bolsillos de los banqueros buena parte del dinero que debería convertirse en medicina y alimento para los necesitados.

Otro tanto ha sucedido con algunos bancos, e incluso con los útiles mensajes de texto por celular, pues varias organizaciones de usuarios se han quejado de que las operadoras se quedan con parte de estos beneficios alegando que son para cubrir los «gastos de transmisión».

Esa sangría a la solidaridad desinteresada que hacen los poderosos pudiera ser mucho más jugosa que los supuestos «donativos humanitarios» realizados por estas empresas, que han encontrado en la desgracia ajena una fuente de riqueza.

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