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La desmemoria virtual

Una de las mayores preocupaciones de los usuarios de computadoras es la pérdida de datos, pues una vez que la información se esfuma es muy difícil recuperarla

Autor:

Amaury E. del Valle

¿Cuántas veces el fruto de un trabajo largo tiempo elaborado se nos ha perdido irremediablemente porque la computadora se rompió, e incluso sin darnos cuenta hemos «metido el dedo» y borrado el archivo o carpeta que no debíamos?

La pérdida de información almacenada en las computadoras es un fenómeno cotidiano que causa quebraderos de cabeza tanto a usuarios individuales como a empresas, y que a nivel mundial se instala, de lejos, como uno de los problemas más complicados en el mundo de la computación.

Y es que esas máquinas que ahora controlan casi todo en la vida se nos han vuelto tan indispensables, que en ellas tenemos desde el trabajo diario hasta las fotos y videos familiares, la posibilidad de comunicarnos con otras personas aunque estén a miles de kilómetros e incluso guardar lo que dijimos para releerlo o refrescarles la memoria a otros cuando estimemos conveniente.

Hasta la misma palabra «memoria», como dijera algún escritor, ha cambiado de significado, pues si antes teníamos buena o mala memoria, ahora tenemos memoria de un gigabyte, de dos o de 16; y si antes olvidábamos algo por falta de memoria, ahora dejamos esta olvidada en cualquier parte, y hasta si antaño nos fallaba la memoria, hoy literalmente se nos rompe.

Sin embargo, aunque ya podamos almacenar digitalmente casi todo en la vida, el mundo de los bytes es poco agradecido y nos hace pasar sofocones a cada rato. ¿Cómo evitar que esto nos ocurra?

Es aquí donde entran a desempeñar su papel los sistemas de salva de información, también denominados backups. Este término, que algunos erróneamente utilizamos para nombrar a los equipos que nos ofrecen una fuente de corriente de respaldo, en realidad sirve para nombrar a los programas, soportes diversos y acciones que nos garantizan evitar sufrir por la pérdida de carpetas, ficheros y documentos.

Cuando un disco se va…

Desde que las computadoras comenzaron a utilizarse, en la ya lejana década de los 50 del siglo pasado, cuando todavía eran enormes dispositivos que ocupaban habitaciones completas, la entrada y recuperación de los datos para su almacenamiento era una preocupación constante.

Así los sistemas fueron evolucionando desde las tarjetas perforadas hasta los DVD, pasando por los casetes de grabación, los primeros y mayúsculos discos ópticos, los disquetes, CD-Rom, memorias flash y los discos rígidos, el primero y principal medio de almacenamiento de información, cuya capacidad se incrementa día a día.

Este, al ser una parte vital de la computadora, ha sido un componente al cual se le ha prestado especial atención en su desarrollo, y los principales fabricantes constantemente sacan al mercado modelos nuevos que ya pueden llegar a tener de uno o dos terabytes, lo cual significa que guardan 1 000 o 2 000 gigabytes.

Lejanos nos parecen los tiempos —aunque apenas hayan pasado dos décadas— en que un disco rígido o «duro», como también se le denomina, tenía la capacidad que nos parecía astronómica de almacenar 100 megabytes, una unidad de medida que apenas equivale a la décima parte de un gigabyte.

La paradoja computacional es que si bien cada vez tenemos la posibilidad de guardar más y mejor, crece el riesgo de perder más cantidad de información si falla el disco rígido, por demás una «pieza» bastante frágil.

Garantizarle que posea una adecuada ventilación, instalarlo de forma horizontal y nivelada, así como ajustarlo bien para evitar que «tiemble», son algunas medidas que pueden alargar la vida útil de un disco duro, que sin embargo tiene su límite y generalmente falla cuando uno menos se lo espera.

Aunque existen programas que permiten recuperar lo perdido en el laberinto digital, la mayoría requieren de un proceso largo, complicado y no son ciento por ciento fiables, ya que hasta los mejores, por los cuales hay que pagar licencias y demás, pueden dejar en el olvido información preciada para nosotros.

De ahí la importancia de ir guardando periódicamente todo lo que hagamos y de forma organizada para después encontrar rápidamente lo que queramos.

Existen para ello soportes cada vez más potentes, desde los discos duros auxiliares, los externos, hasta los CD y DVD, entre estos últimos el nuevo formato Blue Ray, el cual parece haberle ganado la guerra a su competidor, el HD-DVD, si bien todo indica que, sin haber nacido del todo, posiblemente su muerte esté cerca.

La torre auxiliar

Hacer un backup de los archivos significa copiarlos a un segundo medio de almacenamiento por si el primero falla. Cualquier carpeta importante puede duplicarse e incluso existen formas de configurar a procesadores como Microsoft Office, u OpenOffice en sistemas Linux y otros, para que vayan almacenando cada corto tiempo el documento en el cual estamos trabajando, en aras de evitar que un corte de electricidad o la rotura del disco rígido y hasta nuestros propios errores puedan echarlo a perder.

Duplicar «todo» lo guardado, empero, es una tarea además de innecesaria, extremadamente engorrosa y costosa, pues significa tener doblada a su vez la capacidad de almacenamiento u ocupar innecesariamente espacio en el disco rígido.

Por ello lo mejor es ir agrupando la información vital en un conjunto pequeño de carpetas y si es posible hasta en una sola, aunque esta se subdivida después en varias, para tener que guardar una sola.

La solución más socorrida en nuestros días es «particionar» este en más de un espacio, utilizando uno de estos, generalmente (C:), para el sistema operativo y los programas instalados, y el resto de las particiones como almacén.

De esta forma, en caso de fallar el sistema operativo, dañarse algún programa vital o ser afectado por un virus, ante la necesidad de «formatear» solo lo haríamos en la partición dañada, sin tocar el resto.

Esta alternativa tampoco debe explotarse en exceso, creando particiones a diestra y siniestra, pues esa acción, para la cual existen disímiles programas, puede afectar al disco.

Una variante de esta modalidad son los programas que permiten configurar una de las particiones como «espejo» de otra, o sea, donde cada cierto tiempo o cada vez que guardemos algo nuevo en (D:), por poner un ejemplo, eso se duplicará en (F:).

Otra opción disponible son los llamados backups en red, algo muy usado en los actuales clientes ligeros, los que, al no poseer disco duro, almacenan todo en un disco central, que a su vez debe tener configurado un «espejo». Eso también puede hacerse con las computadoras comunes de una red de trabajo en oficinas e instituciones, programándola de tal forma que los archivos y carpetas más sensibles queden respaldados en el servidor.

Una variante muy moderna son los llamados backups online o en línea, a los cuales se accede a través de Internet, algunos hasta de forma gratuita, y en los cuales lo único que debe hacerse es elegir lo que quiere salvar y cuán a menudo.

Lo anterior tiene grandes inconvenientes: el tiempo que consume de conexión y la necesidad de contar con ese servicio de forma estable y con gran velocidad; además de que si se trata de archivos muy pesados de audio, video o programas, probablemente deba descartar esta solución. Sin contar que debe estar muy seguro de la empresa que oferta el backup on line, ya que está poniendo información sensible en sus manos.

Hay en la actualidad quienes, teniendo en cuenta la gran cantidad de espacio que ofrecen las cuentas de correo electrónico gratuito, como las de Gmail, Yahoo y Hotmail, utilizan estas como una especie de discos duros virtuales, enviando hacia allí lo que quieren preservar.

Eso no es descartable tampoco, salvo con la consabida prevención de que estamos poniendo datos personales en manos de otros y hasta de quien, con un poco de artesanía informática, sea capaz de «adivinar» nuestra contraseña de correo.

Los olvidos del olvido

Si usted se ha decidido por salvar en formatos externos lo que considere preciado, hay algunos consejos prácticos que podrían serle útiles y además ahorrarle dolores de cabeza o lamentaciones.

En primer lugar, asegúrese siempre de que los discos contengan los archivos que usted piensa que tienen, que estén debidamente organizados y etiquetados; y de vez en vez ábralos y pruebe su contenido para asegurarse de que por cualquier razón no han fallado.

Recuerde que los CD tienen una vida útil estimada de 15 años, los DVD algo más y las memorias flash y discos duros incluso mayor cantidad de tiempo, siempre y cuando estén almacenados de forma adecuada, debidamente climatizados a una temperatura que oscile entre los 18 y 24 grados Celsius, sin humedad, y si es posible sellados al vacío para evitar polvo y otras impurezas, así como la entrada de oxígeno que permita hacer proliferar hongos que pueden «comerse» la cubierta de los discos ópticos.

Muy importante es salvar, junto con la información, los instaladores de los programas que permiten leerla, incluyendo si es posible los sistemas operativos, parches y descompactadores, lo cual le ayudará a reinstalar estas aplicaciones cuando sea necesario.

Este es, dicho sea de paso, uno de los «olvidos» más comunes, no solo entre los usuarios individuales, sino también en instituciones, que pueden tener muy bien conservada su memoria digital, pero si no poseen los programas, sistemas y hasta equipos antiguos que permiten leerla, nada han hecho.

Lo aconsejable para evitar la muerte memorística, hablando en términos digitales, sería disponer de un presupuesto destinado a personal, espacio, equipos, programas y soportes de almacenamiento, algo que hoy en muchas instituciones cubanas es muy complicado, «olvidando» lo costoso que puede resultar este «olvido».

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