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IPv6: la «Internet de las cosas»

La instalación mundial desde este martes de un nuevo protocolo de conexión a la red de redes modificará sustancialmente su funcionamiento y posibilidades

Autor:

Amaury E. del Valle

Quizá muy pocas personas, excepto los expertos y empresas involucrados en el cambio, logren advertir el nacimiento de la nueva era de Internet que se produjo a nivel mundial en la madrugada del pasado martes, según la hora internacional.

Miles de empresas de todo el mundo participaron en ese momento del lanzamiento oficial del protocolo IPv6, que sustituirá en cuatro o cinco años al IPv4, y que implicará el aumento de las 4 000 millones de direcciones IP actuales hasta llegar a unos 340 sextillones, una cifra casi imposible de visualizar: 340 + 36 ceros.

Esta vez no se trata solo de una prueba piloto, como ya se hizo el 8 de junio de 2011, cuando unas 1 500 empresas participaron en un estudio para ver la efectividad de la nueva forma de conexión.

Ahora se han sumado al uso del IPV6 otras 2 500 empresas, pero en este caso se incluyen «gigantes» de la web como Google, Facebook, YouTube y Yahoo, entre otros, haciendo definitiva la adopción del nuevo sistema, al que poco a poco deberán migrar todas las entidades y usuarios del mundo.

Con la nueva forma de conexión se extenderá casi al infinito la posibilidad de que cada vez más computadoras, equipos y hasta objetos se conecten entre sí, haciendo realidad el sueño de un universo interconectado e «inteligente», donde se pueda controlar por la web desde una PC convencional hasta un simple bombillo.

Este martes ha nacido una nueva red de redes: la «Internet de las cosas».

Puertas inteligentes

Cuando se habla de la «Internet de las cosas» se hace referencia a la llamada hiperconectividad, o sea, a la posibilidad de configurar cada objeto de la realidad dentro de una estructura de red.

El concepto, acuñado por Kevin Ashton para referirse a una Internet conectada al mundo «físico» por medio de una serie de sensores, poco a poco se ha hecho realidad con la explosión de conectividad que se ha dado en los últimos años.

Ese fenómeno terminó por «tragarse» al protocolo IPv4 (Internet Protocol version 4), un sistema que soportaba un máximo de 4 300 millones de direcciones IP, el cual, cuando se adoptó en la década de los 90 del siglo pasado debió parecer un número exagerado, pero que en estos momentos se ha quedado corto.

El protocolo IP, para tratar de hacer más legible la explicación, es una secuencia de números que identifica a cada equipo en particular que se conecta a una red. Así es posible identificarlo dentro de esta y garantizar su enlace, y por ende la fiabilidad de servicios básicos como el correo electrónico, la consulta de páginas web, la recepción y envío de datos diversos, e incluso las llamadas telefónicas y transmisiones de audio y video, entre muchas utilidades más.

El Internet Protocol version 4 o IPv4 es la cuarta versión de este sistema, y fue la primera en ser implementada a gran escala. Para ello usó un bloque de direcciones de 32 bits, muchas de las cuales fueron dedicadas a redes locales, y que como decíamos se pensó alcanzarían eternamente.

Para entonces no se avizoraba el enorme crecimiento que significaría la telefonía celular de tercera generación, con millones de millones de móviles, o que objetos como televisores, refrigeradores e incluso una puerta pudieran algún día ser «inteligentes», al estar enlazados a una red.

Eso explica el agotamiento de las direcciones disponibles en la reserva de la Internet Assigned Numbers Authority (IANA), entidad que supervisa la asignación global de direcciones IP, cuyo último bloque fue entregado a las autoridades regionales en febrero de 2011, y ya se agotó en muchos sitios.

La IANA y sus similares a nivel de región y país distribuyen entre proveedores de servicios y fabricantes las direcciones IP que serán puestas a los equipos y redes, pero estas ya no tienen disponibilidad en la región Asia-Pacífico, y se espera que suceda lo mismo en Europa este año, en Estados Unidos el próximo, y en América Latina y África en 2014, según un comunicado de la Sociedad de Internet (ISOC, por sus siglas en inglés).

Lo anterior significa que Internet funciona en los últimos tiempos con una «trampa» llamada NAT, Traductor de Direcciones de Red, que obliga a que pocos usuarios tengan una IP propia, o lo que es igual, cada router que posibilita los enlaces digitales «engaña» a la red con una sola dirección, cuando en realidad detrás de él hay múltiples conexiones.

Esa solución impone a su vez una limitación en la expansión a la cantidad de dispositivos que se pueden conectar, y por ende limita y enlentece el tráfico de datos, por lo que no quedó más remedio que adoptar un nuevo «protocolo» que permitiera un número mayor de números IP.

Está forzosa y prioritaria obligación de migrar a IPv6 en realidad esconde múltiples dificultades tecnológicas y hasta fuertes inversiones, a las cuales se resisten muchas empresas y particulares en un período de crisis mundial.

La nueva web

El 8 de junio de 2011 unas 1 500 empresas a nivel planetario comprobaron cómo funcionaría el IPv6, y lo dejaron adoptado oficialmente.

No obstante, el índice de error en las conexiones de 0,3 por ciento que reveló este examen, si bien es una cifra al parecer ridícula, para grandes de la web como Google, Facebook, Youtube, Yahoo y MSN, entre otros, significaría millones de usuarios que quedarían hipotéticamente «colgados» sin poder acceder a páginas y servicios.

Es por eso, y por las inversiones que se debieron hacer en los equipos que garantizan la conectividad para que estos lean el nuevo protocolo, que decidieron esperar un año más para adoptarlo, a pesar de la urgencia que significaba el agotamiento del IPv4.

La nueva tecnología, que deberá estar instalada por completo en un máximo de cinco años, desde este martes abarcará a casi el 30 por ciento de las páginas visitadas a nivel mundial, según revela un estudio de la consultora Cisco.

No obstante, hasta que las operadoras de todo el planeta no actualicen el sistema, habrá fallos de conexión (hasta el uno por ciento de los intentos), además de que se pudiera enlentecer por la necesidad de homologar ambos protocolos, algo que ocurre en los dispositivos en fracciones de segundo, pero que en las personas con enlaces lentos multiplicará el tiempo de espera.

Pero todo el mundo coincide en que no queda más remedio que migrar al IPv6 si se quiere garantizar la expansión de la web mundial, máxime si se tiene en cuenta que, según datos de Cisco, el tráfico IP global se multiplicará por cuatro entre 2011 y 2016 hasta alcanzar 1,3 zettabytes, lo que supone una tasa de crecimiento interanual del 29 por ciento en este período.

Ya los fabricantes de computadoras, teléfonos inteligentes, «ruteadores» y los proveedores de servicios de Internet en más de cien países han adoptado el nuevo sistema, y dentro de estos se incluye Cuba, que desde hace años trabaja en la migración de forma ordenada y escalonada.

Cuando este martes muchas personas se conectaron a la autopista mundial de la información, probablemente no notaron ninguna diferencia, pues protocolo más o menos para ellos es realmente ilegible.

Aún así, quizá en el futuro se recuerde ese día como el punto de arrancada de una nueva Internet, cuyas posibilidades ilimitadas aún están por ver.

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