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Edipo y Electra, complejos superables

Los síntomas de esta etapa del desarrollo infantil aparecen generalmente entre los tres y seis años de vida y deben ser superados en condiciones normales

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Jorge Sánchez

De todos los males, los más dolorosos son los que se inflige uno mismo.

Sófocles

 

El llamado Complejo de Edipo fue propuesto en 1899 por Sigmund Freud, a través de su libro Interpretación de los sueños, para explicar una etapa del desarrollo infantil, pero no empezó a utilizarlo formalmente hasta 1910.

El afamado sicólogo austriaco tomó el nombre de Edipo Rey, obra de teatro de la antigua Grecia en la que un adivino predice que el bebé Edipo mataría a su padre y se casaría con su madre. Para frustrar ese destino, la madre da el niño a unos pastores con órdenes de eliminarlo, pero la piedad le salva la vida y el fatal destino se cumple.

Freud buscó similitud con esta historia para explicar esa etapa del desarrollo afectivo en que el niño tiene devoción por su madre. El pequeño empieza a sentir deseos de estar más con la madre reclamando su atención permanente, dice que quiere casarse con ella y puede generar cierta hostilidad hacia el padre, en quien percibe un competidor por el cariño maternal, sentimiento que expresa con enojos, rabietas y desobediencia.

Los síntomas aparecen generalmente entre los tres y los seis años de vida, y deben ser superados en condiciones normales, a medida que el rechazo hacia el padre desaparece y empieza a identificarlo como su modelo adulto. Si no se supera adecuadamente puede derivar hacia una relación insana con la madre, agravada con los años por una dependencia emocional que le impide comportarse adecuadamente en sus relaciones de pareja.

El Complejo de Edipo tiene su contraparte en el Complejo de Electra, atribuido a niñas con gran fervor hacia sus padres, descrito por el sicólogo suizo Carl Gustav Jung en 1912. Contrario a lo que sucede con los varones, esta circunstancia es menos evidente por el vínculo estrecho que suelen tener las menores con sus madres.

Las personas adultas que no superaron ese complejo suelen construir relaciones de pareja fallidas, tratan de quitarles las parejas a sus amigos y buscan relacionarse sentimentalmente con personas mayores.

También tienen dificultad para vivir el sexo con amor y ternura, así que les resulta imposible ser buenos amantes y cónyuges al mismo tiempo y acostumbran añadir a terceros en sus relaciones.

El primer paso para solucionar este complejo es que la persona lo reconozca y tome conciencia de que tiene un problema, luego debe asistir a una consulta de Sicología, donde le aportarán las herramientas necesarias.

En la época que Freud vivió existía una fuerte represión de los deseos sexuales que le llevó a plantear cierta relación entre neurosis y represión sexual; por lo tanto era posible entender la naturaleza y variedad de las enfermedades al conocer la historia sexual del paciente.

Consideró además que los niños nacen con un deseo sexual que deben satisfacer, y en cada etapa buscan ese placer a través de diferentes objetos. Esto le llevó a la parte más polémica de su teoría sobre el desarrollo sicosexual.

El Complejo de Edipo ocurre durante lo que el experto llamó etapa fálica, un momento importante para el desarrollo de la identidad sexual porque los genitales son su objeto de placer y aparece el interés por las diferencias sexuales.

Hoy se sabe que es de suma importancia no reprimir ese deseo, y que el incorrecto manejo de esa fase podría obstruir la capacidad de investigación, conocimiento y aprendizaje general del niño.

Si en estas edades la familia empieza a notar un comportamiento excesivamente amoroso hacia la madre, con mayores y ostentosas atenciones hacia ella, o de rechazo al padre, deben entender que puede ser parte de su proceso natural del desarrollo.

La alarma aparece si el menor se muestra demasiado alterado por la situación, con rabietas constantes y gritos ante el padre; que no deje salir a la madre a ningún sitio sin él o la cele cuando habla con otras personas, o bien si se producen pesadillas reiterativas.

Se sugiere entonces evitar manifestaciones de cariño entre la pareja en presencia del pequeño para no incrementar sus celos. Hay que procurar dedicarle suficiente tiempo, para que no se sienta desplazado, y propiciarle momentos de esparcimiento con el padre; que vea en él una fuente de diversión y ocio, para compensar el momento.

También se sugiere no criticar, juzgar o burlarse de las actitudes y comportamientos propiciados por este complejo en el pequeño, quien lo ve como algo normal, aunque para el adulto pueda parecer raro o absurdo.

Es preciso evitar competir por la atención de la madre, quien debe repartir su tiempo entre el hijo y la pareja para no incentivar los sentimientos negativos hacia el padre.

Toda la familia debe estar atenta a estas señales y propiciar que el niño se identifique adecuadamente con modelos de su mismo sexo, como su progenitor. El cariño, la comprensión y la tolerancia serán ingredientes muy bien recibidos por el infante en ese tránsito.

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