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Como pocos conoció y amó a Cuba

Este 20 de abril se cumplieron cien años del natalicio del gran sabio y científico cubano Antonio Núñez Jiménez, considerado el cuarto descubridor de Cuba. 

Autor:

Hugo García

 

MATANZAS.— Liliana Núñez Veliz es una mujer delgada, de piel blanca, de mediana estatura. Habla pausado, pero por momentos se emociona, sobre todo cuando menciona a su padre Antonio Núñez Jiménez (La Habana, 20 de abril de 1923-La Habana, 13 de septiembre de 1998), eminente científico, geógrafo, arqueólogo y espeleólogo cubano.

Ella accedió a conversar en exclusiva con este diario sobre su padre, a propósito del centenario de su natalicio.

Graduada como Licenciada en Historia en la Universidad de la Habana (UH), es la actual presidenta de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. Trabajó un año junto al periodista José Luis Padrón en una investigación sobre el gobierno de Batista.

Liliana es la actual presidenta de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. Foto: Hugo García

«Mi papá apreció en mí habilidades como historiadora, revisando textos, y como mi especialidad era Historia de América y el Ministerio de Educación le había solicitado a mi papá libros de texto sobre ese tema, me contrataron como prestación de servicio y así empecé a trabajar junto a él».

En 1995, la Sociedad Espeleológica de Cuba y la Sociedad Cubana de Geografía le otorgaron la condición de «cuarto descubridor de Cuba», situándolo a la altura de hombres como Cristóbal Colón, Alejandro de Humboldt y Fernando Ortiz, por su aporte en el campo de la Cuba subterránea.

Considerado el padre de la Espeleología Cubana, fue el primer presidente de la Academia de Ciencias de Cuba y presidente fundador de la Federación Espeleológica de América Latina y el Caribe, y de diversas sociedades científicas nacionales e internacionales.

Aunque su obra abarca decenas de textos publicados, su hija asegura que cuentan con mucha obra inédita por publicar de mi papá.

-En el centenario del natalicio de su papá, ¿qué es lo que más extraña de él?

-Me has hecho una pregunta que me desconcertó, porque me estás jerarquizando los sentimientos. Tengo el privilegio de cada día estar rodeada de sus cosas, estar rodeada físicamente de su imagen, de sus colecciones, que para él eran importantes. Entonces eso me da una ventaja sobre lo que sería extrañar si yo no tuviera esos recursos al lado mío. Esos son los materiales. Vivo en el mismo lugar donde viví con él, y en el mismo trabajo, eso acorta la brecha de su ausencia.

«En el plano espiritual cada día me acompaña más. Porque con los años uno se va acercando a la edad de los padres y empezamos a pensar muy parecido a ellos, por las situaciones en que la vida te va poniendo, de mayores responsabilidades y retos, la salud, también uno empieza a sufrir casi siempre los mismos padecimientos.

«Aterrizando con la pregunta exacta que me haces, no podría jerarquizar, tal vez su olor, el contacto físico, las bromas a lo mejor en nuevas circunstancias».

-Un hombre tan ocupado, ¿qué tiempo le dedicaba a la familia?

_ Él era un hombre que, a pesar de todas sus actividades por ser polifacético, era muy hogareño, no era tomador, su forma de socializar era muy productiva, no era un hombre de sentarse con amigos a conversar y pasar toda una noche, por ejemplo, de largas veladas, sino era con personas amigas y muy creativas.

«la esposa de Gabriel García Márquez me decía que le gustaba estar en mi casa porque ahí se hablaba de cosas y no de personas. «Eso me marcó, porque muchas veces en la vida de pronto me doy cuenta que estoy en un círculo donde la gente habla de otra gente, y no de cosas, ni de la riqueza de la vida.

«Yo diría que siempre alrededor de él se creaban diálogos muy enriquecedores. Ese tiempo que a lo mejor una persona, digamos con otras inquietudes en la vida, dedicaba a estar tomando, bailando, él lo dedicaba a estar mucho tiempo en la casa, con su familia y un círculo pequeño de amistades. Su casa, no era un hogar de puertas abiertas, que entrara la gente, no era de tertulias como pudiera ser para otro tipo de intelectual.

«Mi papá era muy celoso de su privacidad. Mi casa era de la familia, eso creaba también un espacio donde convivía la familia, nos sentábamos siempre alrededor de la mesa, y él para cualquier interrupción que pudiéramos tener algunas de sus cinco hijas, no nos lo hacía ver como una interrupción, dejaba inmediatamente el libro que leía o la pluma con que escribía y siempre, siempre, con una paciencia infinita, tenía tiempo para nosotras».

-¿Qué tienes en la casa que nunca te desharías?

-Recuerda que la Fundación se construyó en lo que es el patio de la casa. Es un edificio bastante grande. Por eso hubo espacio suficiente para que el dejara esas cosas que son intocables, todo está tal cual él lo dejó.

«Y en la casa para mí, intocables son los sillones que le regaló un carpintero de Manzanillo, y que están dispuestos en la casa en una forma como para recibir a la familia o a los amigos allegados, por eso nunca me desprendería de esos sillones».

-¿Cuál considera la misión más grande de la Fundación?

-Está definida a partir de las planificaciones estratégicas que hemos hecho, la primera con él, que es trabajar por una cultura de la naturaleza con el propósito de lograr una armonía entre el ser humano y la naturaleza, esa es nuestra misión más grande. Cuando él fallece le incorporamos a esa misión la de preservar su obra.

«La obra de Antonio Núñez Jiménez es entrelazar las disciplinas de la geografía y la historia, en una visión muy ecuménica de la vida, de integrar ciencias y saberes, disciplinas y ciencias naturales y sociales, sectores sociales y de la vida de los seres humanos de la naturaleza, que de otra forma estarían divorciadas, y tratar de buscar un acercamiento. Nos hemos enfocado en intentar buscar un desarrollo sostenible, y la mediación de los conflictos que ese desarrollo puede crear».

-¿Cómo recuerda el viaje icónico del Amazonas al Caribe?

-Me han hecho esa pregunta buscando esa grandiosidad que no te puedo trasladar. En esa época yo estudiaba en la Universidad de La Habana y tendría 18 años de edad. Con una mente y espíritu que no es el que tengo hoy en día porque los años dan esa perspectiva de la vida. Para mí era una expedición más de él, porque todas las hacía con el mismo rigor, hasta la cueva más cercana a La Habana, él la organizó con la misma meticulosidad que la expedición en Canoas del Amazonas al Caribe.

Expedición en Canoas del Amazonas al Caribe. Foto: Archivo

-¿Hoy como Liliana valora aquella hazaña?

-Sobre todo me impresiona porque en aquel momento no existía ni internet, apenas el fax, y él cómo articuló la parte burocrática que llevaba trasladar tantas personas, por países incluso que tenían conflictos fronterizos; esa parte burocrática es la más admirable, pues logró el permiso de esos gobiernos y de sus Fuerzas Armadas, eso lo considero con una dimensión extraordinaria. También toda la logística es la dimensión mayor, más allá de la lectura cultural y científica.

-¿Cuánto ha heredado Liliana de su mamá y de su papá?

-Como todo hijo, en mi caso, creo que hubo un equilibrio, tuvo intermitencias, hubo una época en mi vida, algunos años en que estaba más cerca de mi mamá y otros de mi papá, otros con un equilibrio entre los dos. No me he puesto a analizar bien ese aspecto. Pienso que todos los seres humanos que hemos tenido la dicha de convivir con nuestros padres, que no fueran divorciados, y aun cuando lo fueran y mantuvieran una cercanía con sus hijos, son como dos arroyos que confluyen en un río, es muy difícil desligar lo que uno tiene de uno u otro.

-¿Qué significa ser hija de un hombre que amó entrañablemente a Cuba?

-Ese es un legado de mis dos padres. Aunque mi padre era más explícito en ese amor por Cuba, porque la conoció mucho más, y uno ama lo que conoce, y si alguien conoció Cuba, ese fue mi padre.

-¿Cómo valoras sus sentimientos y valores humanos?

-Era un hombre que tenía una bondad extraordinaria. Tenía una sensibilidad profunda por los niños, las mujeres embarazadas, por las personas atropelladas, fui testigo de mucha gente que tocó su puerta porque fue atropellado en su trabajo, otros por su condición de preferencia sexual, o por su color de piel, o por haber cometido un error…, y mi padre siempre se buscó, te lo puedo asegurar, muchos problemas, y después de muerto me he enterado de situaciones que se dieron de no atenderlo más, de no responderle, porque él había ayudado gente. Para él no hubo nunca una persona a la que él tuviera que negar. Donde único era intransigente, era con alguien que para él hubiera traicionado a Cuba. Siempre decía que lo único que no nos perdonaría como hijas, era el día en que renegáramos de nuestro país, porque dejaríamos de ser sus hijas. Todo lo demás lo permitía, porque nunca he conocido una persona más tolerante que él.

-¿Lo acompañaste en sus expediciones?

- Lo acompañé cuando podía, porque los estudios me limitaban mucho.

-¿Recuerdas si mencionó su preferencia por alguna cueva en específico?

-Tenía una preferencia especial por Bellamar, quizás también por la cercanía a La Habana. En una ocasión durmió bajo las estrellas amarrando la hamaca de dos palmas a la entrada de Bellamar, tuve el lujo de acompañarlo en aquella ocasión. También en 1995 y 1996 fui con él a dos expediciones al Toa. Reedité junto a él la ruta de Martí y Gómez, desde Montecristi a Dos Ríos.

-¿Añoras algo que te faltó hacer junto a él o sugerirle alguna cosa?

-No. Porque lo que me dio la vida de oportunidad de vivir junto a él, lo viví tan intensamente, que nunca tuvimos ningún problema, no tengo nada de que arrepentirme, ni reprocharme, es decir, me siento muy plena con todo lo que la vida me dio con él.

-¿Después de su fallecimiento sientes que ha disminuido el rigor de la investigación científica en los campos que él trabajó?

-A mí no me toca juzgar. Son otros momentos y contextos. Eso pasa no solo con la espeleología, pasa en muchas disciplinas, puede haber más personas involucradas o no, pero lo sustantivo, para mirar lo importante, es que yo creo que la sociedad continúa, que hay personas como Esteban Grau, Ercilio Vento, Viña o Graña, que, con diferencias de edades, no hay diferencias en cuanto a la fidelidad y las ganas de revitalizar en el contexto actual a la Sociedad Espeleológica de Cuba.

-¿Tuvo algún amigo muy querido?

-El no era un hombre con un modo de proyección social común, por decirlo de alguna forma. No era un hombre como la mayoría de las personas, que cuentan con dos o tres amigos más cercanos, y sus casas son visitadas frecuentemente por esas personas, o que salga a tomar o bailar, él no era así, y tenía la capacidad de ser amigo de muchas personas, pero no de una en específico. Realmente su gran amistad fue con Fidel. Sus amigos eran los libros, sus investigaciones, su pasión por su trabajo, esos sí eran sus grandes amigos.

-Su papá antes de 1959 se jugó la vida. ¿Por qué esa faceta ha sido poco divulgada?

-No se conoce porque él no lo divulgaba, porque era un hombre tan positivo que nunca hablaba de lo negativo. Yo he descubierto facetas de la vida de mi padre después que él murió que jamás se las oí hablar. Nunca oí que fuera torturado, como lo fue; tampoco de lo perseguido que fue cuando le quemaron su libro Geografía de Cuba, la primera edición que él escribió, mi papá no hablaba de esas cosas, era un hombre que no se regodeaba en las penas ni en los tropiezos.

-¿Nunca eligió el exilio?

-Su exilio, por decirlo de alguna forma, cuando estaba «quemado», el PSP le sugiere que salga de La Habana. Después de que la Sociedad Espeleológica fuera asaltada por la policía del gobierno de Fulgencio Batista, se trasladó a la ciudad de Santa Clara donde obtuvo la Cátedra de Geografía Regional y Geomorfología de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, centro donde crea la Sociedad Científica de Espeleología, que estudió la región central del país y cuyo contenido contribuyó a preparar el teatro de operaciones, a donde llegaría más tarde la Columna 8 Ciro Redondo, en 1958, y es nombrado Capitán del Ejército Rebelde. Participa en la liberación de varios territorios a las órdenes del comandante Ernesto Che Guevara.

«Realiza la primera expedición multidisciplinaria a Caguanes, en 1958, que fue fabulosa porque hubo muchos descubrimientos y fue la primera financiada por una universidad cubana en los campos de la arqueología, paleontología y espeleología.

«Él era un hombre que siempre iba un paso más adelante. El pasado lo recogía, pero no lo traía a colación, nunca fue un hombre que se sentaba a hablar de sus victorias. Más bien fue un hombre de avance, del ahora y del paso siguiente».

-¿En su honor se construye un monumento al explorador?

Núñez Jiménez en la cueva de Santo Tomás. Foto: Archivo

-La Fundación, por su vocación de coleccionar todo, cuenta con muchos archivos que están ocultos porque no contamos con espacio para exponerlos y consultar apropiadamente con las técnicas actuales de archivos. Con este problema, lo planteamos a la Oficina del Historiador y en su momento Eusebio Leal nos designó un edificio en el que vamos a hacer, porque una de las carencias que la Fundación a identificado, es que el estudio de la Geografía ha disminuido mucho en años anteriores. Se ha reevaluado ahora, pero el papel de la geografía desde el punto de vista social y económico se había deteriorado años atrás.

«Queremos que ese edificio trasmita el valor de Núñez como geógrafo y de la Geografía en la sociedad moderna. Ahí estará el Salón de El Explorador, inspirando su espíritu explorador, que debe tener cualquier ser humano sin importar la edad y en ese sentido queremos inspirar sobre todo a los jóvenes.»

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