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¿Fatalismo geográfico?

Si vitales resultan las medidas que está tomando el país para garantizar la prestación de mejores servicios, igual de importante es contar con una eficaz estrategia para comunicarlas, so pena de que la implementación de ellas genere innecesarias molestias y, lo peor, que algún pillo aproveche las fisuras en el control y la información para modificar lo conveniado y hacer su agosto.

En esas coordenadas podría inscribirse la historia de Noiler Sánchez Rodríguez, vecino de calle 99 No. 9413 entre 94 y 96, en la periferia de la capital y del municipio del Cotorro, quien a estas alturas ha de estar a punto de pensar que el fatalismo geográfico le está jugando una mala pasada.

Los vecinos de su Consejo Popular, Cuatro Caminos, experimentan constantes problemas con el transporte urbano, pues las roturas y las dificultades con el combustible provocan frecuentes cambios en las salidas de los ómnibus. Ante esa situación, la alternativa que ha llegado en su socorro ha sido un mecanismo de transportación organizado desde la provincia de Mayabeque, «los camioncitos blancos pertenecientes a la cooperativa Sueño Azul, de San José de las Lajas», que son «los que nos transportan hasta el Cotorro».

Y ahí es donde radica el problema. «Cuando esas camionetas comenzaron a circular, el precio para los viajes a cualquier parte dentro del municipio, desde Cuatro Caminos hasta el puente del Cotorro, era de un peso», cuenta el lector.

«Hace ya unos meses que esas mismas camionetas están cobrando dos pesos por pasajero hasta cualquier parte del municipio si la abordas en Cuatro Caminos, pero si te recogen en cualquier otra parada solo cuesta un peso. Tal parece que mi localidad no pertenece al Cotorro», agrega, al tiempo que pregunta por qué el precio del pasaje es más alto allí que desde los consejos populares aledaños.

Hay otra cuestión en este problema que se le antoja contradictoria: los camiones particulares que trasladan pasajeros en esa área y lo hacen según el criterio de oferta y demanda, cobran dos pesos y, gracias a su mayor amplitud, en ellos se viaja más confortablemente. ¿Pueden aquellos, pequeños y menos confortables, cobrar lo mismo que estos, siendo de portes distintos?, inquiere.

Sería saludable que las autoridades de Mayabeque y los socios de la cooperativa explicaran cuáles son las normas organizativas de este servicio, cómo se fijó el precio y qué provocó la subida en la tarifa que pagan Noiler y demás lugareños por utilizar las camionetas.

No callar con las calles

Aunque es un problema archiconocido, no deja de preocupar y ocupar a miles de cubanos que día a día, tras el volante, deben sortearlos en la ruta. Los baches y desniveles de las vías públicas, que a veces se tornan verdaderos cráteres, hacen un daño humano y económico más hondo que su propia hondura.

Sobre esto comenta el capitalino Fidel Vega Delgado (Clavel No. 62, entre Nueva del Pilar y Lindero, Centro Habana). Él transita en una moto y conoce bien las condiciones tan malas en que se encuentran muchas calles como la calzada de Diez de Octubre. «Lo mismo pasa con vías como Carlos III, que la repararon pero dejaron todos los registros por debajo del nivel de la calle», se duele el capitalino.

Y cuestiona si es que las brigadas encargadas de realizar este trabajo de reparación y mantenimiento de las arterias no cuentan con la preparación suficiente para la tarea, falla el control de la obra o es simple indolencia. O tal vez todo ello en alguna medida.

Aunque suene repetitivo, habrá que seguir alertando sobre este tópico, y exigir cuentas a quien corresponda, a ver si algún día podemos andar por las vías sin tantos saltos y sobresaltos.

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