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Ese sí es su problema

Yoliván Prevost Cando (Ángel Mendol 2, Manuel Tames, Guantánamo) relata que tradicionalmente en su hogar se paga entre 15 y 20 pesos de factura por el consumo eléctrico. Y en julio de 2015, sin estar nadie en la casa, por disfrutar de vacaciones en La Habana, se disparó la factura a 65 pesos.

Cuando se quejó a la Organización Básica Eléctrica municipal, el inspector le dijo que el lector cobrador se había equivocado, «y que para que no lo expulsaran, añade, me iba a salir en cero tres meses, como efectivamente sucedió».

Le cambiaron el metrocontador, pero según Yoliván, el nuevo que le pusieron es «un ladrón de corriente». Con los mismos equipos en su hogar y en las mismas condiciones, se ha multiplicado el consumo en la factura. En diciembre de 2015 fue de 62,60 pesos, y en enero de 2016, de 67,40.

El cliente se quejó, y prometieron que lo visitaría un inspector, que nunca llegó. En febrero bajó a 31,10 pesos, y en marzo ascendió a 87,89. Volvió a quejarse y explicó que compró dos sacos de carbón para cocinar y no utilizar la hornilla eléctrica. Pero la última factura llegó con 130 pesos.

Yoliván les preguntó cómo puede suceder eso, si son tres en la casa: él y su esposa, que trabajan, y la niña, que está en la secundaria. No están por el día en el hogar. Y le explicaron que ese no era su problema, que van a enviar otro inspector cuando puedan, cuando este pueda ir; que lo que hay es que pagar, y cuando haya tiempo el inspector va. O de lo contrario «se tumba» el servicio, que si compra carbón ese es su problema, que a ellos solo les toca comprobar que se pague.

Prestos a cortar, no a revisar

Desde Santa Clara escribe Georgina Sevila Salas (calle Cuarta 33, entre B y C, reparto La Gomera), para alertar sobre lo que le ha sucedido allá en la ciudad de Guantánamo a su hermana Ercilia Sevila Salas, residente en Bartolomé Masó 714, entre Santa Rita y San Lino.

Relata la remitente que Ercilia en su hogar solo posee una hornilla eléctrica de las que vendió el Estado en la Revolución Energética, un refrigerador, un televisor, un ventilador y una computadora que se enciende después de las seis de la tarde.

Y con esos equipos, las cifras de consumo en las facturas eléctricas salen disparadas: 300, 400 y hasta 600 pesos. Ha tenido que pagarlas con el apoyo de sus hermanos, entre ellos Georgina, porque ella percibe apenas un discreto salario como logopeda de una escuela especial. Pero esta vez no pudieron auxiliarla y se le unieron dos meses. Resultado: le retiraron el reloj y el servicio, como está establecido.

Refiere que en una oportunidad Ercilia se dirigió a la Empresa Eléctrica de Guantánamo, para solicitar la revisión de su contador. Y nunca fueron a revisar.

Su corazón de azul

El pasado 2 de abril se celebró el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, una jornada para impulsar la sensibilidad y la comprensión hacia las personas con ese trastorno.

Rossana Fonte Quesada (avenida 89, No. 8605 A, entre 86 y 88, Alquízar, Artemisa) quiere agradecer al colectivo de la escuela especial donde estudia su hijo mayor, Roberto Enrique Díaz Fonte, «un niño maravilloso, cariñoso, que se siente feliz allí, mejorando día a día su motricidad y sus rasgos del espectro autista».

Señala Rossana que la maestra de su hijo, Luisa, «se esfuerza incondicionalmente; y la auxiliar, Yusi, está llena de amor para los pequeños. Ambas hacen una tarea inigualable; y de este modo él aprende los números, los trazos, y le gusta borrar la pizarra. Es, sencillamente, feliz».

Añade que, insertado también en el Programa Creciendo desde Adentro, de Caritas Habana, y con el esfuerzo de toda la familia, inmersa en convertirlo en un hombre de bien, según sus posibilidades, Roberto celebró este 2 de abril en el proyecto del Jardín Botánico de La Habana.

«Nosotros, sus padres, agradecemos a todos los que nos han ayudado a lo largo del camino, en la mejoría notable de Roberto, y de todos los niños especiales que ese día pintaron su corazón de azul», concluye Rossana.

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