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Cocinas sin humo en El Almacén

Un llamado al orden en el proceso de ventas de las cocinas de inducción electromagnética hacía en estas páginas el villaclareño Ramón Orozco Mora (Luz Caballero No. 26A, entre Maceo y Juan B. Zayas, Vueltas, Camajuaní), el pasado 24 de diciembre.

Se refería específicamente el lector al expendio en la tienda El Almacén, de su localidad. «La cola es por lista; las personas duermen la noche entera en el portal (…); no se respeta a las mujeres embarazadas, a los impedidos físicos», narraba.

A propósito contesta Carlos Espinosa Trujillo, director de la Empresa de Comercio y Gastronomía en Camajuaní. En el municipio existen ocho establecimientos seleccionados, a razón de uno por cada consejo popular, que cuentan con las condiciones de infraestructura y la capacitación del personal, necesarios para la venta de estos dispositivos, argumenta el funcionario.

En cada punto se le ofrece «información al consumidor relacionada con talleres que brindan los servicios de garantía, la posgarantía en las cocinas de inducción, la garantía comercial, que es de 90 días, y el beneficio de la venta por crédito bancario», señala.

La comercialización —precisa— es de forma liberada, y para evitar que inescrupulosos acaparen estos valiosos recursos, se aprobó anotarla en la libreta de abastecimiento en el escaque de electricidad.

Del caso específico a que se refería el lector, aclara el Director municipal que «las cocinas de inducción y sus menajes que se recibieron en el mercado El Almacén, del poblado de Vueltas, corresponden a la cifra aprobada para 2016 y (…) se distribuyen de manera paulatina en correspondencia a la cantidad asignada a la provincia, a diferencia de los módulos de cocción que se entregaron por el Programa de Ahorro Energético, que se recibieron a razón de uno por cada núcleo y de una sola vez, a partir de los inventarios existentes en el país».

Tras la investigación de lo planteado por el remitente, se comprobó que la venta se había efectuado de acuerdo con lo establecido por el Comercio Interior, sostiene el directivo. Y en el expendio «se le dio prioridad a un consumidor de la cola, un impedido físico y a una embarazada, de acuerdo con el convenio que existe entre el Mincin y la Aclifim».

A Ramón Orozco se le dio exhaustiva explicación de todo lo argumentado en la respuesta y él estuvo de acuerdo con el tratamiento ofrecido, finaliza el funcionario.

Agradezco la respuesta. Llama la atención que difiere bastante de la realidad que pintaba el lector. En todo caso, es preferible así. Y tal vez, piensa este redactor, lo observado por Ramón se debió más a una coyuntura momentánea o difusa. En cualquier caso, la experiencia indica que nunca sobran las alertas.

Peligro eléctrico en el edificio

Tan breve como alarmante es el mensaje del capitalino Octavio Cardoso Martell (calle 1ra., edificio 3, apto. 3, e/ Palma y Varona, Santa Fe, Guanabacoa). «En el edificio donde resido desde 1990 nos abastecemos del fluido eléctrico a través de una tendedera que al paso del tiempo se ha cambiado de lugar en tres ocasiones. Esta última ya tiene el cable positivo pelado por la acción (…) climatológica y el negativo en más de una ocasión se ha partido, lo que representa un peligro para los que suben a la azotea, ya que esas líneas descansan sobre la misma. En innumerables ocasiones nos hemos dirigido al delegado en sus reuniones y al Consejo del Poder Popular, y otras tantas a la dirección de la UNE en Guanabacoa, sin solución aún. Esta situación puede ocasionar cortocircuito con roturas de equipos eléctricos, como años atrás ocurrió, que en dos ocasiones tuve que reparar la máquina del refrigerador», relata el habanero.

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