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Cuando la autoridad no aparece

Hugo Andrés Govín Díaz (calle  242 No. 24747, apto. 10, reparto Abel Santamaría, Boyeros, La Habana) está muy preocupado porque, en medio de la COVID-19, un grupo de jóvenes acostumbra a reunirse en la escalera 1 de su edificio a escuchar música a altos niveles y a ingerir bebidas alcohólicas para molestia de los vecinos. 

 Hace unos días, afirma, ya a las 4 y 30 de la madrugada Govín no pudo más y llamó al 106 para reportar aquel atentado a la paz y la tranquilidad. «Me puse a esperar la llegada de las autoridades para que intervinieran, precisa, y, lamentablemente, me acosté a dormir nuevamente a las 5 y 25, con la cumbancha aún en su apogeo».

 Y pregunta si en casos como este tendrán que tomar los vecinos la justicia por su cuenta, con el peligro que ello representaría.

 Como otra muestra de la impune indisciplina que nos corroe, menciona que allá en Alamar, en el municipio de Habana del Este, donde tantos casos positivos al nuevo coronavirus se han registrado, su hermana ha denunciado lo que es un peligro a ojos vista de la comunidad; aglomeraciones diarias de jóvenes jugando fútbol y sin las mínimas medidas de protección, en el placer entre los edificios H-54 y H-56 de la zona 14 de ese reparto.

 Refiere Govín que han sido infructuosas las llamadas a la PNR y al puesto de mando municipal.

 Señala que Cuba tiene una Constitución debatida y aprobada por la gran mayoría de su población, «y en ninguno de sus enunciados aparece la autorización escrita de que cualquier ciudadano puede actuar como le plazca, incluso contra la Ley».

Bien alto, y con Bad Bunny

 Lisdeybis González (Avenida 10, No. 3702, entre 37 y 39, Punta Gorda, Cienfuegos) denuncia en su carta la música excesivamente alta, «y con contenido inapropiado», que emiten en el Club Cienfuegos de Palmares, en esa ciudad.

 «La música es tan alta que resulta insoportable», manifiesta la remitente, quien vive a una cuadra de ese centro recreativo. Ella tiene bajo su cuidado a su abuelo, y confiesa que «él se siente incómodo, porque es desde las 9:00 a.m. hasta las 7:00 p.m. todos los días, menos los lunes. Los vecinos del barrio plantean lo mismo. Lo he comunicado a través del correo de Atención a la población del Mintur y no he recibido respuesta».

 Afirma que la música no solo es alta, sino también de contenido inapropiado para quienes acuden a la piscina, y quienes vivimos alrededor: «Desde canciones de Bad Bunny hablando de sexo y marihuana, revela, hasta canciones del Chacal hablando de lo mismo. Por favor, a ese lugar acuden niños, agradecería que se preste atención a este asunto».

 Lisdeybis considera que Palmares Cienfuegos debe analizar esta lamentable situación, porque conoce que el Mintur y las entidades que le tributan, tanto hoteleras como extrahoteleras, tienen indicado que la música que se difunda no esté en contra de los valores que identifican la cultura de nuestro país.

 «Confío en que Palmares sepa diferenciar entre Bad Bunny con sus groserías y otro tipo de música que no inunde el ambiente y sí aporte a la cultura de quienes van a ese lugar», concluye.

Cuando más hay que caminar

 Carlos Díaz Pérez (Calzada de Luyanó 608, Diez de Octubre, La Habana) se sorprendió por la respuesta que le dieron en el establecimiento que confecciona artículos ortopédicos en la calle Galiano de Centro Habana, cuando llamó interesándose por la confección de un soporte para corregir problemas que tiene en un pie: hasta que culmine la actual etapa de la pandemia no están recibiendo solicitudes.

 «Esto no es un gusto, expresa, es una necesidad para que no se me agrave mi pierna, más cuando ahora hay que caminar a pie para todo. No entiendo esta medida y quisiera una explicación que me convenciera, a pesar de la pandemia», concluye.

 

 

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