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Entrampado en una prohibición

Eddy Trujillo Leyva (calle Aquiles Espinosa No. 20, altos, Reparto Sosa, ciudad de Las Tunas) cuenta que tras solicitar la licencia para ejercer como trabajador por cuenta propia en la actividad de mensajero y que se la aprobaran, al cabo de unos meses le prohíben practicarla «con prejuicios y argumentos fuera de contexto», según sus propias palabras.

Refiere que su proyecto consiste en hacer compras por encargo con transporte incluido hasta la casa del cliente que solicita el servicio. Este paga cuando recibe la mercancía, con el comprobante de venta adjunto, propiedad y certificado de garantía, cuando lo requiere la mercancía. Y lo puede hacer en efectivo o por transferencia, siempre en la moneda en la que se adquirió.

El cliente, añade, no paga nada absolutamente a sobreprecio, solo el precio oficial más el servicio de hacerle la compra y la transportación, que regularmente no excede la tercera parte de lo que cobran las plataformas oficiales de ventas online por el mismo artículo.

El proyecto cuenta con una fase interactiva en línea en una página web habilitada con ese fin. En esta se describe el funcionamiento de la iniciativa y se mantiene actualizado lo último a la venta en las diferentes cadenas de tiendas y establecimientos de la ciudad, con imágenes en tiempo real e información de lo que se oferta.

La página cuenta en poco tiempo con más de 4 000 seguidores. Y es orgullo de Eddy haber servido a no pocos profesionales de la salud, personas de edad avanzada y otros, a quienes trata con sumo respeto, profesionalidad y transparencia.

Manifiesta que cuando solicitó la licencia en la Dirección Municipal de Trabajo le informaron allí que la actividad de mensajero solo estaba desautorizada para materiales de construcción, remesas y bultos postales, las únicas limitantes precisadas en el catálogo nacional.

Y después de un mes aproximadamente de estar prestando el servicio, mientras hacía la cola para un encargo de un cliente en la tienda La Sportman, un integrante del grupo de apoyo encargado de controlar el acceso no le permitió pasar, alegando que solo podía comprar una nevera al año. Eddy le explicó de su licencia como mensajero y de cómo funcionaba su trabajo. Y aquel le respondió que buscara una carta que autorizara, o no podía volver a comprar.

Eddy fue al Gobierno municipal y habló con el compañero Ernesto, que allí atiende la economía global. Y este le comunicó que para ejercer la actividad no necesitaba carta, que todo estaba normal y ellos sabían bien quiénes son los coleros y revendedores.

Como la limitación persistía, fue de nuevo al Gobierno municipal. Le atendió Alberto, jefe del grupo de apoyo del municipio, quien le dijo que volviera la próxima semana para darle respuesta. Después de varios intentos, al fin contactó con Alberto, quien le respondió que no procedía su reclamación, que podía ejercer como mensajero para el pan o en una bodega, pues ahí no había limitaciones.

Fue entonces al Gobierno provincial y habló con la funcionaria de Atención a la Población, muy amable ella, pero no obtuvo respuesta. Volvió a la Dirección Municipal de Trabajo y habló con la subdirectora, quien buscó en los documentos que rigen la licencia de mensajero, y le ratificó que solo tenía la limitación para materiales de construcción, remesas y bultos postales. Y le proporcionó  un número de teléfono para que la llamara al cabo de unos días.

En lugar de llamar, Eddy fue personalmente y todavía no había respuesta. Le explicó que, aunque no lo dejan trabajar, no ha dejado de pagar la licencia, y que tiene una familia que mantener. Ella quedó en llamar al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para valorar la situación y además discutirlo en el Gobierno municipal.

«No entiendo —afirma Eddy— por qué se limita ejercer una actividad lícita, transparente, útil y cómoda para los clientes, cuando además es una alternativa para que no caigan en manos de revendedores inescrupulosos aquellos que por algún motivo no pueden hacer grandes colas».

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