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Advertencia por segunda vez…

Muy sonada y sonora ha sido la historia sufrida por Ángela de Pablo Salazar, en el reparto El Retiro de la ciudad de Camagüey. Por primera vez denunció aquí el 17 de noviembre de 2020, las molestias ocasionadas por un vecino con licencia otorgada para celebrar fiestas de cumpleaños y bodas en la azotea de su casa con bafles de música a todo volumen.

Nunca respondieron las autoridades correspondientes. Y el pasado 29 de marzo Angela volvió por sus fueros. Contó aquí que tras aquella primera queja, el 28 de noviembre de 2020 la visitaron representantes de la PNR, la Dirección Integral de Supervisión, la presidenta del Consejo Popular Garrido, Salud, Citma y  el Consejo de Defensa del Gobierno. Y le informaron que visitaron a otros vecinos, quienes corroboraron el alto volumen de dicha música. Posteriormente le indicaron que a los de la actividad de festejos les dejaron recomendaciones sobre el ruido, y que en caso de que siguiera sucediendo, se les aplicaría la legislación correspondiente.

También Ángela fue visitada por María del Carmen Olivera Bejerano, subdirectora provincial de Trabajo por Cuenta Propia, quien le comunicó mediante documento que los vecinos habían sido advertidos sobre el horario y el volumen de la música. Y reconocía Ángela en su segunda carta que cesó la molestia sonora. Y llegó la pandemia de la COVID-19, con ella prácticamente el cierre de todas esas actividades…

Pero ya en la madrugada del 18 de diciembre de 2021 fue tan alto el volumen de la música, que las bocinas retumbaban. El domingo 26 de diciembre no estaba tan elevado, pero impedía oír la televisión o la radio, y el siguiente día era laborable.

«Mi pregunta, decía, es si la patente autoriza a que el volumen de la música alta tengamos obligatoriamente que tolerarla siempre que ellos tengan actividad. Los conductores amenizan a veces, y su voz se oye por encima de la música. Fueron nuevamente advertidos de que si seguían incurriendo en ello se tomarían medidas. Pero al parecer a ellos no les interesan esos llamados a una convivencia social de respeto hacia sus vecinos y hacia las autoridades que los han visitado».

Si han sido advertidos en varias ocasiones, ¿cómo siguen haciéndolo y no pasa nada?, se oye el ruido a dos cuadras. ¿Quién nos protege de esa violación?

Al respecto, responde Yaniris Hernández Vento, directora provincial de Trabajo y Seguridad Social en Camagüey, que se visitó el lugar y a la trabajadora por cuenta propia que realiza las actividades recreativas, y a vecinos de la comunidad. Y se pudo comprobar que la música sigue poniéndose alta en horas de la noche y hasta en la madrugada.

En conversación con la trabajadora por cuenta propia, refiere, ella reconoció que en ocasiones pone la música en la tercera planta de su vivienda y que esta puede molestar a los vecinos a pesar de no poner los equipos en máxima intensidad. Y planteó además que solicita autorización en la PNR cuando va a pasar de las 12 de la noche.

Finalmente, la aludida manifestó que canceló los contratos para las actividades que tenía previstas realizar y buscará una solución para no molestar a los vecinos. Y el Grupo Provincial de Atención al Trabajo por Cuenta Propia acordó hacerle una segunda advertencia, similar a la de noviembre de 2020.

Esta vez, plantea la funcionaria, se le indicó que de incurrir nuevamente en la molestia a la tranquilidad ciudadana se le retiraría la autorización para ejercer la actividad.

Ojalá que Ángela no tenga que escribir a esta sección el tercer capítulo de una historia de impunidades y excesos sonoros. Con la primera denuncia, ni siquiera recibimos respuesta. Y gracias a la segunda queja de la pertinaz señora, es que se vuelven a hacer las advertencias que no se respetaron la primera vez.

¿Qué sucederá a partir de ahora, luego de que la directora provincial de Trabajo y Seguridad Social empeñó su palabra? Lo menos que esperamos es que se le dé seguimiento a un asunto ya bastante manido en culpabilidad, para evitar que la música vuelva a irse «por encima del nivel».

Y dejo una pregunta: ¿Cuando se otorgan las licencias para esas actividades no se constata preventivamente qué efecto puede tener la «rumbantela» en un área residencial, y desde una azotea al aire libre?

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