Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los «invariables» sí se enteran

Jorge Luis Suárez Pérez, (residente en Concepción No. 577, entre 11 y 12. Lawton, La Habana) padece de Depresión Mayor Endógena desde niño, pero nunca ello representó un problema insoluble, pues el paciente con esa enfermedad, si está correctamente medicado, aprende a vivir y manejar su padecimiento.

Pero hace algún tiempo, desde que comenzó la crisis con los medicamentos, se ha complicado su vida. Sus consultas son frecuentes, y siempre cuenta con recetas para si entra a la farmacia la amitriptilina, el clonazepam, el clorodiazepóxido o el alprazolam, que son los que consume, además del litio.

El problema no era tan grande, dice, cuando entraban medicamentos a su farmacia (San Francisco, esquina A 15, Lawton), y colocaban un cartel con nombres y cantidades. Así, si alguno de sus medicamentos estaba en la lista, hacía la cola durante toda la noche; pero seguro y confiado de que iba a poder comprarlo.

Sí, durante toda la noche, enfatiza, pues está siempre el grupo de habituales y revendedores. Son los primeros invariablemente. Siempre tienen recetas. Y agotan esos medicamentos entre las cinco y ocho primeras personas, invariablemente; sin contar que marcan para una indefinida cantidad de personas. E impedidos y vulnerables sin la más mínima señal de serlo realmente, marcan en las dos colas para comprar por la que primero lleguen.

Aún así, Jorge Luis marcaba tan tempranito, que lograba adelantarse a todos los «invariables», y compraba su medicamento. Y como hecho insólito, un día uno de ellos se atrevió a decirle que sería siempre el primero, aunque no estuviera presente.

Uno de esos días impredecibles, Jorge Luis fue a ver en la farmacia la lista pública de los medicamentos que habían llegado. Y fue cuando supo que el papel de marras no lo exhibirían más, hasta el momento de empezar a despachar los medicamentos. Y la orientación «venía de arriba».

«En otras palabras, manifiesta, la información sobre la existencia de medicamentos sería ocultada y negada hasta instantes antes de comenzar la venta. Después supe por comentarios de otros clientes, que era para evitar que los revendedores tuvieran tiempo de buscar recetas.

«Cuánta ingenuidad y poco conocimiento de nuestra cotidianeidad tienen las personas que indicaron hacer esto. Yo y otros no nos enteramos anticipadamente del medicamento que entra; pero los “invariables” sí se enteran. Y también se enteran las amistades de los trabajadores de las farmacias.

«¿Qué se logró entonces? Darles más espacio a los revendedores. Crear un grupo de clientes con privilegios, al tener la exclusiva de los medicamentos en existencia. Además beneficiar a los coleros, pues ya nadie les opone resistencia, como cuando yo marcaba tan temprano en la cola.

«Se logró agriar un poco más la vida a un grupo de cubanos. Y se logró que por falta de medicamentos comenzara yo a caer en crisis cada vez más profundas y frecuentes. Con varios certificados de larga data.

«Resulta que ahora no existe el modo de acceder a medicamentos que tanto necesito, no existe la forma. En dos ocasiones hice la cola toda la madrugada por gusto, pues en ninguna de las dos entró la amitriptilina.

«No soy el único cristiano que traga bilis gracias a esa decisión tan desacertada y violatoria del derecho ciudadano. Deseo profundamente que quien lea este escrito logre entender de qué se trata; y con un actuar humano y consecuente pueda poner, al menos, un grano de paz en tanto desasosiego», concluye.

En otro orden de cosas, alerto a nuestros lectores que, con los vaivenes de la corriente eléctrica, el servidor del correo electrónico de esta sección explotó; y se perdieron muchos mensajes de la bandeja de entrada. Por favor, repitan el envío de sus cartas. Muchas gracias.

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.