Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

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Frente al espejo

Contra el exceso

¿Cómo conseguir, en un panorama económico tan complejo, la preservación —o al menos la estimulación— de un grupo de valores determinantes en el ser humano?

Esta fue la invitación que presentó el comentario Dinero (Rufo Caballero), publicado en estas páginas el 9 de enero. ¿Su punto de partida? El sabor de extravío que forzó en el autor un concierto ofrecido en el teatro América, en el que fue constante —y cito a Rufo— «el lucimiento a partir de la necesidad del dinero, de la querencia y la tenencia del dinero. El dinero como ideal, como paradigma, como modelo». (Se dijo mucho más, pero dejémoslo aquí).

Una semana después publicamos criterios de varios lectores sobre este artículo (Frente al Espejo del 16 de enero, Ser o no ser). En ellos resultaron inevitables las menciones al teatro América, pero fue marcado el interés —he aquí lo más importante— por mirar más allá del incidente para hallar respuestas a la interrogante que abrió las puertas a la sección de hoy.

Ahora publicamos la carta que el Director General del América envió a JR:

«Estimado compañero Rogelio Polanco Fuentes: Hoy, 22 de enero, me complace dirigirme a usted justo cuando celebramos el Día del Teatro Cubano.

«Constituye motivo de mi carta hacerle conocer algunos elementos importantes que caracterizan a la institución que dirijo y que han sido de algún modo enjuiciados en su órgano de prensa por algunos lectores a partir del artículo Dinero.

«Muy lejanos estamos de tratar de “dar respuesta” que justifique comentarios que obvian y empañan la labor de un colectivo que por más de 20 años, a pesar de las condiciones, ha luchado por mantener vivo el espectáculo musical de variedades.

«Si bien el crítico tiene todo el derecho de hacer los comentarios que entienda, los cuales con gusto siempre atenderemos y tendremos en cuenta, no nos parece ético que en una segunda aparición en la columna Frente al Espejo el periódico publique criterios no muy valiosos, por lo manido y mal fundados, de un personaje semianónimo.

«Nuestra institución se empeña en garantizar una programación balanceada que pueda dar atención a todos los grupos etarios a partir del estudio de público que valora las encuestas de gustos y preferencias, así como las entrevistas que se realizan, lo que obliga a tomar en cuenta las opiniones de los jóvenes, y en las actividades para ellos proyectadas dar espacio a sus artistas preferidos. Esto no siempre logra tener la aceptación de todos.

«Las proyecciones artísticas varían con cada época y cada época tiene su propia voz. El arte es reflejo de la sociedad y el escenario es su medio de expresión. No por esto dejamos de asumir la responsabilidad de influir o determinar en lo que se propone desde la escena, que también es nuestro deber.

«Lamentablemente en nuestros días el Teatro ya no ejerce con la misma fuerza su tarea de “crear estrellas”. Eso hoy responde más a los medios de difusión masiva, y a nosotros llega ese resultado avalado casi siempre por un “encumbramiento popular” que los reclama, apoyados en un amplio despliegue propagandístico y de prensa que no siempre se corresponde con un producto de excelente calidad. Sin embargo en nuestro caso, nos enaltece que por el simple valor de ocho, siete y seis pesos hemos podido brindar a nuestro pueblo espectáculos de la más alta factura (...) que en otros lugares solo pueden ser vistos por aquellos con acceso a la divisa.

«Las “plumas y las lentejuelas” que nos critican responden a nuestro trabajo, tan necesario y honrado como cualquier otro, pues forman parte de la recreación de nuestro pueblo que constituye para nosotros un gran orgullo y a ella dedicamos todos nuestros esfuerzos...

«El Teatro de variedades América ha mantenido una tradición histórica y cultural (...). A esta tradición cultural se une la histórica y arquitectónica, pues nuestro centro se reconoce en el mundo entero como una de las tres joyas del estilo Art Decó en Cuba y ello nos trae, sistemáticamente, muchísimos visitantes que vienen a valorar el estado de conservación de este monumento arquitectónico, réplica del Radio City Music Hall de Nueva York.

«Conservar y defender nuestro patrimonio y prestigiar nuestra historia constituye una misión esencial del Teatro, que arriba en el próximo mes de marzo a su aniversario 67, para lo cual realizará múltiples actividades, entre ellas un evento teórico.

«A estas y demás actividades del Teatro América los invitamos, y aprovechamos la oportunidad para que nuestras acciones trasciendan a Juventud Rebelde y otras publicaciones, ya que luchamos por mantener vivo el espectáculo musical y de variedades, uno de los géneros más difíciles y controvertidos del escenario cubano, pero también uno de los más apreciados como imagen, carácter e identidad del pueblo, nuestro principal juez.

«Errores podemos cometerlos todos, y enmendarlos constituye un problema de principios pero mucho tenemos de qué enorgullecernos.

«Salvar la cultura, labor a la que el tal Martín hace referencia, es una tarea de todos, en la cual el Teatro es uno de los agentes socializadores que contribuye a esta inmensa obra, que solo se alcanza con la acción colectiva de toda la sociedad en la que cada uno cumple el rol que le corresponde, pero para la cual se requiere un alto nivel de información del fenómeno que se valora.

«Los invitamos a conocer con profundidad la función social que realiza esta institución, Colectivo Vanguardia Nacional desde el año 2003 y siempre al servicio de su pueblo que la respeta y engrandece.

«Agradecido por su atención, le saluda.» (Jorge Alfaro Samá, director general del Teatro de Variedades América)

Releí Dinero y Ser o no ser, intentando encontrar qué criterios allí expresados pudieron motivar una respuesta que por momentos hallé sentimental y airada. Habríamos aplaudido una contestación en sintonía con las esencias de este tema, alejada de las improbables lesiones que se quieren ver tras nuestros actos.

Durante demasiado tiempo se ha creído que certificamos a los hombres y a las instituciones, y a la sombra de esa opinión ha crecido una fatal resistencia a la crítica. También se ha perdido la perspectiva de que todos velamos por la sociedad y esa responsabilidad colectiva se moldea en una participación a la que no se le puede temer. ¿Puede existir la crítica sin que exista pensamiento crítico o siendo patrimonio de pocos?

Sean o no espectadores del América, los lectores, los ciudadanos, nutren esa muestra de opiniones con las que cualquier institución desearía contar para abrir horizontes participativos a su trabajo.

Es cierto que algunas pueden ser francas hasta el dolor: «Si nosotros necesitamos salvar la cultura para salvar la nación cubana, ¿por qué ocurren y por qué se toleran hechos como este en nuestras instalaciones culturales? ¿Qué les pasa a esos seudoartistas, a los productores, a los promotores y a los directivos de los escenarios que los acogen?».

Estas fueron las preguntas que formuló «el tal Martín». ¿No coinciden con las preocupaciones de Rufo y otros lectores? ¿Por qué verlas como manidas y mal fundadas si son respetuosas y, sobre todo, abordan problemas reales? ¿Quién dijo que una puesta desafortunada descalifica al teatro América y su historia? (Aprovecho para aclarar que Martín existe, pero son más pertinentes sus criterios que sus apellidos).

En Cuando termina el baile (20 de enero), Rufo expresó: «Quienes vieron Dinero como un emprendimiento contra el reguetón, por ejemplo, no han entendido nada. El artículo pretendía decir que urge rescatar y defender un grupo de valores, sin tener que renunciar a necesidades legítimas y profundas en el ser humano, como pueden ser la diversión, el esparcimiento, la distracción, para lo cual se precisa de espacios que, justo por ser vitales, no deben regalarse a la improvisación y el exceso perennes».

Sobre el teatro y la creación de estrellas se puede debatir mucho, pero habría que partir de considerar a cada eslabón del sistema de promoción, entre ellos los medios, como un ente crítico, renuente a ser tratado cual una pobre víctima, al que la lentejuela —como imagen de lo artificioso y vacío— no puede deslumbrar.

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