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De cómo Jeb Bush tuvo que esconderse en un closet

M26 TASER, versión militar del arma eléctrica. Parece que no fue poco el corre-corre cuando el gobernador de la Florida, Jeb Bush, fue llevado por la policía hacia una estación de metro y allí lo encerraron en un closet de suministros para protegerlo, aunque solo fuera de los gritos airados de una multitud que le gritaba Jeb, go home.

Todo ocurrió el viernes en la ciudad de Pittsburgh, a donde había llegado para ayudar al senador republicano por Pensilvania, Rick Santorum, a recaudar fondos con vistas a las elecciones de noviembre.

Y aunque fue mucha la algarabía que formó la multitud, integrada en buena parte por miembros del Sindicato de Trabajadores del Acero (United Steelworkers) y de Uprise Counter Recruitment, que lo siguieron hasta el Duquesne Club de Pittsburgh, no hicieron igual alboroto los medios, puesto que apenas los locales pusieron la nota de lo sucedido, aunque sí se hicieron eco de ello las publicaciones alternativas, con comentarios y todo de avispados lectores.

El hecho tuvo también su parte dramática, cuando la policía respondió a los manifestantes con disparos de sus armas y dos de los participantes en la protesta sufrieron los altamente peligrosos impactos, porque la «bienvenida» de «nosotros no te queremos aquí» que le prepararon al hermano presidencial no era de su agrado, como tampoco su escondite en el closet de materiales, del que no pudo salir hasta la dispersión de la protesta.

Pero menos a su gusto se sintieron los «taserados». Las Taser son presentadas como armas de control de multitudes y su uso genera polémica en Estados Unidos aunque la utilización de esos dispositivos electrónicos se extiende cada vez más en las estaciones policíacas de ese país, y si fuera por gobernadores como Jeb Bush cada agente del orden tendría una a su disposición. Por ejemplo, la policía de Miami-Dade la empleó en una ocasión contra Silvana Gómez, de 12 años de edad, quien recibió la breve descarga de 50 000 volts al ser cogida no sé en qué niñería escolar.

¿Será segura tal descarga eléctrica? ¿Qué puede pasarle a personas con problemas cardiacos, epilépticos o escleróticos?, se preguntaba en una ocasión un ejecutivo de Amnistía Internacional.

Hay toda una gama de tipos de armas eléctricas «no letales», pero en la más común, la pistola o rifle lanza los dardos que actúan como electrodos y se incrustan en la piel. Alcanzan hasta diez metros, aunque otras versiones más modernas hacen un pulso/arco eléctrico que interrumpen las funciones nerviosas y musculares sin necesidad de que un proyectil penetre en el cuerpo. Incluso existen los cinturones eléctricos, usados para el control de prisioneros.

El problema real es que las estadísticas suman docenas de personas que han muerto luego de haber sido «taserados», aunque la empresa inventora y fabricante, TASER International, niegue que sus armas hayan sido la causa de los fallecimientos. TASER es un acrónimo de Thomas A. Swift’s Electric Rifle, diseñado en 1969 por su inventor Jack Cover, de Arizona, y la empresa va viento en popa pues ya hasta los residentes en 44 estados norteamericanos pueden legalmente comprar su propia Taser por 400 dólares y dedicarse a sus propias descargas eléctricas. Hasta quizá, para estar a la moda con su presidente George W. Bush, las empleen como métodos alternativos de interrogatorios —jamás mencione la palabra tortura— tal y como han sido recientemente aprobados como ley por el Congreso. Claro, los militares estadounidenses tienen su propia versión, la pistola M62 TASER, que imagino con las potencialidades que necesita un profesional...

Un atribulado Bush metido en un closet merecía tal electroshock de venganza: que sus «antipatrióticos enemigos» recibieran la descarga, sintieran un gran dolor, quedaran momentáneamente paralizados, y soportaran los espasmos musculares, a lo mejor se les aceleró o disminuyó el ritmo cardiaco y se les cortó la función pulmonar, pero nada grave... el amperaje fue bajo, y el Jeb ni lo vió.

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