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Para EE.UU. el fin justifica la tortura

Buscó y rebuscó el argumento y Dick Cheney, ex vicepresidente de los Estados Unidos, el cerebro tenebroso tras el trono de George W. Bush, uno de los principales causantes de las guerras en que se consume el mundo y sin ningún atisbo de ética, de moral y de raciocinio, regresa a la palestra. Y se baña en agua bendita que le redima de sus pecados y lo hace al estilo maquiavélico: el fin justifica los medios, lo haya dicho o no el personaje que separó la política de la moral.

«Fue un buen programa. Fue un programa legal. No fue tortura. Yo recomiendo fuertemente que lo continuemos». Y Dick Cheney está hablando de los métodos empleados en el campo de concentración de la Base Naval de Guantánamo —el territorio usurpado a Cuba—, en la cárcel de Abu Ghraib, en Iraq; en la de Bagram, en Afganistán; en las prisiones secretas de la CIA quién sabe en cuántos huecos negros de su mundo civilizado.

Así de simples son sus palabras de auto-perdón por el waterboarding, las descargas eléctricas —reales o simuladas—, las horas y horas en posiciones extremas, las golpizas, los amedrentamientos y las mordidas con perros de presa, la privación del sueño, el aislamiento y el desconocimiento de su destino, las humillaciones religiosas y sexuales…

¿Por qué hizo tal reclamación de autoría ante el canal de televisión Fox News que tan bien ha servido —divulgando mentiras o manipulando— al conservadurismo extremo y al régimen Bush? Pues porque el presidente Barack Obama le concedió crédito a las confesiones obtenidas en esas técnicas de interrogatorios para su decisión de ordenar a un team SEAL de la Marina estadounidense la operación especial que asaltó la residencia de Osama bin Laden y mató al jefe de al-Qaeda y otros miembros de su guardia y familia.

Y en su pretensión de buscar la anuencia pública a la ignominia y la barbarie, el señor Cheney citó a otros confabulados en las actuaciones fascistoides instauradas en la etapa Bush y que evidentemente siguen su camino con la nueva administración, porque también en el operativo que violó la soberanía paquistaní se llevó a cabo una ejecución extrajudicial, con el agravante de que destruyeron incluso la prueba principal, el cadáver del asesinado.

El ex vicepresidente mencionó conversaciones que tuvo con José Rodríguez, un alto oficial de inteligencia de la CIA; Michael Mukasey, fiscal general del segundo término de George W. Bush, el hijo, en la Casa Blanca; y Leon Panetta, actual director de la CIA, quien no ha negado el papel de la enhanced interrogation (interrogación mejorada) en la búsqueda y encuentro de Osama bin Laden, quien fuera engendro, creación y soldado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y el personaje oportuno para crear los miedos que avalan las guerras por el petróleo u otros recursos, o de revancha y castigo.

Por supuesto, no fue Cheney el único en buscar la aprobación. Acudió con igual propósito Donald Rumsfeld, el ex secretario de Defensa, otra de las patas de la mesa sobre la que se asentó el bushismo: «Yo pienso que está claro que trabajaron estas técnicas que usó la CIA. Y pienso que fue un error desestimarlas y dejarlas fuera».

Rumsfeld también citó en el programa Face the Nation de la cadena CBS, a otros de la banda que consideraron en su momento que con esos interrogatorios se obtenían «las mayores fracciones de todo el conocimiento sobre al-Qaeda». Se refería a tres ex directores de la CIA: George Tenet, Porter Gross y Michael Hayden.

Así avalaba a su socio de fechorías gubernamentales Cheney, cuando este precisó lo habitual del criminal procedimiento e insistió en su supuesta inocuidad: «Estas son cosas que hemos hecho por años con nuestro propio personal militar, y sugerir que esto es tortura es simplemente incorrecto»… «ciertamente, yo abogo por ella».

Tal y como ocurre en la sala final de los corredores de la muerte de las cárceles estadounidenses, Obama y su séquito ministerial presenciaron la ejecución, pero esta también violó la legalidad proclamada. La foto-espectáculo quedó para la historia y no el cuerpo del delito, aunque fuera culpable de acciones criminales.

Los buitres no han dejado de rondar la nívea mansión de la capital imperial y la urdimbre del nido parece ser continua y sin interrupciones.

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