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Un chaparrito cara de foca

LA periodista Erena Hernández, que lo entrevistó en la década de los 80, dice de él que «la versión cubana de la forma de hablar de Cantinflas es Dámaso Pérez Prado», y agrega que «sus palabras, que parecen explotar al mínimo contacto con el aire, resultan pintorescas cuando mezcla un híjoles con un ahorita pues —típicas expresiones mexicanas— aspirando las eses y articulando apenas la mitad de los sonidos, a la manera criolla».

 Vestía el músico el día de su encuentro con la periodista cubana, «como al parecer suele hacerlo siempre: zapatos tipo plataforma para ganar unas pulgadas que rematan el alto y tieso bisoñé; pantalón color arena, de corte recto, y camisa de cuello chino azul grisácea; todo complementado por cadena, manilla y reloj de oro macizo».

No puede precisarse su fecha de nacimiento. Radamés Giro, en su monumental Diccionario enciclopédico de la música en Cuba, dice que el hecho ocurrió en 1917, en tanto que Cristóbal Díaz Ayala ofrece una información contradictoria. En su libro La música cubana, del areíto al rap, afirma que nació en 1922; pero en otra obra suya, Cuando salí de La Habana, da el año 1916 como la fecha de nacimiento de Pérez Prado. Raúl Fernández en su Ontología del son, no precisa fecha exacta alguna; dice «en 1916 o tal vez 1917». El propio creador del mambo —compositor, arreglista, pianista, director de banda—  eludía precisarlo. Cuando Erena se lo preguntó directamente, respondió: «Mejor te digo que nací en Matanzas, un 11 de diciembre de no sé qué año…».

Lo que parece estar fuera de duda es que, luego de realizar estudios de piano —piano clásico, decía él— en su ciudad natal e iniciar su carrera con la charanga de Senén Suárez, decide probar suerte en La Habana. Toca el piano en el cabaré Pennsylvania, de la Playa de Marianao, donde le pagan 1,45 pesos la noche, y de ahí pasa al cabaré Kurssal, en la calle de Paula número 4, y hace arreglos musicales por dos pesos. Mejora cuando Paulina Álvarez, la emperatriz del danzonete, lo admite en su orquesta de danzones por 1,60 pesos la noche.

Gustan los arreglos de Pérez Prado a Cascarita, cantante de la orquesta Casino de la Playa, y por esa vía consigue plaza en esa agrupación musical, en la que llegó a ganar cinco pesos por cada presentación de la orquesta.

 Había iniciado estudios de Medicina por presión de sus padres, que querían un médico en la familia, pero él torció el rumbo hacia la música. Además del piano, dominaba el órgano y manejaba «un poco de saxofón, un poco de trompeta, un poco de tumbadora y un poco de batería».

México lindo y querido

 Pérez Prado no se conformó con ser uno más en una orquesta ajena. Tenía ideas que quería explotar por su cuenta, pero no gustaban a nadie que las escuchaba. Más que un ritmo musical nuevo, quiere una orquestación más a lo norteamericano, afirma Díaz Ayala. Toma de Arcaño y su «mambo» la superposición de ritmos cubanos sincopados, corriendo paralelos sobre un ritmo de cuatro por cuatro, como el swing.  Asegura el destacado musicógrafo: «Pérez Prado va más allá, pues quiere un ritmo más rápido, quiere una orquesta grande de saxos y trompetas, quiere, en suma, mucho para quien no es nadie».

Intuye que en Cuba no tendría porvenir, aunque cada vez son más gustados sus trabajos en la voz de Cascarita. Graba para la Víctor dos piezas que interpreta el citado cantante y dos instrumentales. Una de ellas se titula Trompetiana y su autor la clasifica como mambo. Apenas tiene aceptación. Dos años más tarde, en 1948, graba otros dos números para la disquera Panart. Uno de ellos lo titula Panamá y lo clasifica como mambo kaen. Tampoco pasa nada.

Llega así el mes de octubre de 1949. Es entonces que escucha la sugerencia del cantante cubano Kiko Mendive de que se instale en México. Se hacían allí muchas películas y había trabajo abundante. Mendive, que radicaba en la capital azteca, le presenta a la vedette, también cubana, Ninón Sevilla, y ella brinda su casa al recién llegado.

Un mambo suyo, José y Macamé, llega a Nueva York. La crítica dice que su autor está muy adelantado en la música, que es un creador muy progresista en lo que a composición se refiere, pero que esa era una música lenta, con una estructura muy clásica y que, en el mismo estilo, debía hacer cosas más comerciales.

 Coreógrafos y bailarines dan al mambo lo que le faltaba: un contenido bailable. Abre el compositor la brecha con Mambo número 5 y Mambo, qué rico mambo, y sigue con Mambo número 8, La chula linda, El ruletero, Lupita… que grabados por la Víctor se convierten en éxitos continentales; éxito que sería mayor con la entrada de Benny Moré en la orquesta del matancero.

¿Quién inventó el mambo?

Discos con la música del cubano se venden por miles. La radio y las victrolas la repiten hasta el cansancio. Llega al cine,  arrebata a los bailadores y empieza la polémica acerca de su paternidad. ¿Quién lo creó? ¿Antonio Arcaño, el Monarca? ¿Dámaso Pérez Prado?

Dice Pérez Prado a la periodista Erena Hernández que creó el nuevo ritmo en Cuba, y como tuvo aquí pocas posibilidades, se fue a explayarlo a México. «Quería hacer un ritmo latino sin necesidad de que tuviera nada de otro país». Mambo, añadió, es una palabra cubana. Se usa para definir la situación del país; si el mambo está duro es que la cosa está mal.  Sentenció: «Me gustó la palabra… Musicalmente no quiere decir nada… Es un nombre. Hasta ahí no más». Y explica a renglón seguido las características del ritmo: «Es sincopado. Los saxofones llevan la síncopa en todos los motivos, depende de la estructura de la orquesta; si es saxofón o trompeta. La trompeta lleva la melodía y el bajo el acompañamiento, combinado con bongoes y tumbas… de esa combinación de música y ritmo sale el mambo».

¿Quién lo creó en definitiva? Escribe Cristóbal Díaz Ayala que el problema radica en que no le perdonaban a Pérez Prado que Qué rico mambo vendiera más de cuatro millones de discos, y Patricia, cinco millones, para ser de los discos latinos más vendidos en todos los tiempos. O que la Asociación de críticos norteamericanos eligiera su orquesta como la más popular de 1955, y que la Víctor le diera el Disco de Oro por Cerezo rosa, que en ese año rompió la marca del millón al vender 1 800 000 copias.

¿Quién creó el mambo? También Benny Moré, a su modo, intervino en la polémica, cuando se pregunta en uno de los mambos que interpretó: «¿Quién inventó el mambo
que me provoca?». Y se
responde enseguida: «Un chaparrito cara de foca».

Final

 Surge el chachachá y se adueña de la preferencia de los bailadores, y como las desgracias nunca llegan solas, el fisco detecta una evasión de impuestos por parte del cubano y el gobierno decide expulsarlo de México, a donde no pudo regresar hasta 1964.

 Hay, sin embargo, otras versiones sobre el motivo de la expulsión. Se dice que fue deportado por haber compuesto una versión del Himno Nacional mexicano en ritmo de mambo, lo que no parece ser cierto. Se dice asimismo que el hecho obedeció a la intriga del líder de los compositores, envidioso por los triunfos y ganancias del cubano, y también que la expulsión se produjo cuando Pérez Prado se negó a dejarse explotar por el líder de los músicos mexicanos, que quería cobrarle el barato.

Una versión más involucra a una vedette brasileña que sostenía un tórrido romance con Miguel Alemán, expresidente de México. Quería Pérez Prado que la artista de 25 años firmara con él un contrato de exclusividad y llevarla a Japón. El exmandatario cortó por lo sano y gestionó la deportación del músico.

 No por eso Pérez Prado dejó de crear ni de cosechar éxitos. Sobre la música de otro compositor, crea un tema que en 1955 se mantiene diez semanas en el primer lugar del hit parade norteamericano y 26 entre los primeros 40 éxitos, para figurar además entre los cien discos top que entre 1955 y 1984 más semanas estuvieron entre los 40, por encima de artistas como Elvis Presley. En 1958 repite el éxito con Patricia, que se mantiene durante 17 semanas entre los primeros 40 éxitos.

Crea otros ritmos, pero no igualan el éxito del mambo; tienen vida efímera. Graba cien discos de larga duración dirigidos en lo fundamental al mercado norteamericano, pero los gustos cambian y el chachachá campea por sus respetos, y el compositor vuelve a México y sigue con sus inventos con el orgullo de haber dado vida a un género que sigue gustando y ganando adeptos más allá de su muerte, ocurrida en México el 14 de septiembre de 1989, a consecuencia de un ataque cardiaco.

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