Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Las últimas de la cola

Hace rato es preocupación entre musicólogos, periodistas, intelectuales y melómanos cubanos la connotada ausencia o, en el mejor de los casos, escasa presencia, de revistas de música en nuestro contexto. Es ese un fenómeno que de una u otra forma afecta al devenir de la cultura musical entre nosotros, pues no propicia el desarrollo de la crítica ni contribuye a la preservación de una imagen de nuestra memoria sonora en la página impresa.

No hay que ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que en la actualidad vivimos enormes convulsiones en el espacio cultural mundial, de forma que se están alterando radicalmente los mapas de los saberes, de los gustos, de los modos de relación. En dicho contexto, se habla y teoriza mucho en relación con las transformaciones en los imaginarios colectivos.

Las imágenes que forman parte de los susodichos imaginarios, no son solo imágenes visuales o visualizables, sino también sonoras. Entre estas, a partir de la década de los 60 del pasado siglo, la música ha adquirido una importancia enorme en la conformación de las representaciones colectivas, las identidades y las formas sociales de producir y compartir significados, un fenómeno que adquiere particularidades específicas entre los sectores jóvenes de la población.

Cierto que, al menos en el plano teórico (que no coincide siempre con lo que sucede en la práctica), los medios masivos de comunicación cubanos, en particular la radio y la televisión, son los que —en función de su supuesta eficacia en el trabajo de la promoción cultural— están encargados de desarrollar una crítica musical que sirva como fuente de orientación a la población o guía estética. Empero, si lo anterior se cumpliese tal y como se ha diseñado, cosa que todos sabemos dista mucho de la realidad, ello no sería óbice para la existencia de publicaciones especializadas en determinadas esferas del arte, como por ejemplo las de música, y que también son productos comunicativos llamados a cumplir una función específica.

Dentro de las revistas de música podemos encontrar una subdivisión entre las de corte más académico y aquellas de perfil popular. Todas, en conjunto, sirven para mantener vivo el quehacer crítico musical. Ejemplo del primer grupo de esta clase de publicaciones lo tenemos en el Boletín Música, de Casa de las Américas y en la revista Clave, del Instituto Cubano de la Música. Entre las segundas encontraríamos en la reciente historia de estos medios en Cuba, órganos como Tropicana Internacional, Salsa Cubana y Música Cubana, de la UNEAC.

Sucede que la crítica musical no es la misma para todos los públicos. Una es la crítica que orienta el gusto, ya sea hacia la música sinfónica o la popular. Otra resulta la crítica que oriente a los propios músicos acerca de las grandes problemáticas de esta manifestación artística a nivel de cultura. También está la dirigida en especial a los más jóvenes y en relación con el hecho de cómo respondemos a las manipulaciones del gusto que se efectúan a través de los medios masivos. Igualmente, estaría la crítica del mismo público, de su desinterés, de su apatía. Y por supuesto, no se puede olvidar la crítica a las instituciones de la esfera musical, que en muchos casos no son lo que se dice un dechado de virtudes.

A la necesidad de establecer jerarquías, de saber quién es quién dentro del panorama musical, contribuyen de manera particular las revistas dedicadas al tema. Sin embargo, lo cierto es que estas siguen siendo una asignatura pendiente en Cuba, y con ello la aparición de textos que ayuden a comprender cómo se ha construido y reconstruido el tejido del campo cultural, lo cual, en materia sonora, implica lecturas críticas que intenten trabajar con el contenido de los discos editados oficialmente en sellos discográficos (dentro y fuera del país), las producciones independientes o al margen de la industria, así como con las condiciones del campo cultural para el cual tales fonogramas son elaborados, con enfoques que partan de la situación específica de la música, para después abrirse a la cuestión del arte en general, las instituciones, la recepción y las políticas culturales de una época determinada.

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