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El «dueño» de las fotos de Bohemia

Cien años tiene el valioso archivo de la revista en circulación más antigua del continente; de ellos 40, cumplidos hoy, ha estado al cuidado de Manuel Martínez Gómez («Manolito»)

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«El 1ro. de junio de 1967, cuando entré por primera vez en mi vida a la redacción de la revista Bohemia, no era para mí una publicación completamente ajena, porque con diez años, en mi pueblecito natal, en Bermeja, Matanzas, la voceaba y la vendía».

Foto: Randy Rodríguez Pagés Manuel Martínez Gómez («Manolito») lleva 40 años en el archivo fotográfico de esa publicación que el 10 de mayo de 2008 cumplirá cien años de circulación ininterrumpida, como la más antigua de habla hispana que se mantiene viva.

«Una tía materna, Eumelia Gómez Pérez, era agente de ventas de Bohemia en mi pueblecito, un bateycito que se convirtió poco a poco en el segundo poblado del circuito sur, después de Los Palos, la última localidad de La Habana.

«Aunque el camión pasaba el jueves y podía dejar cien revistas en Bermeja, si queríamos, solo dejaba 29. Y así y todo no era nada fácil venderlas, porque la mayoría de la gente no sabía leer. Los que sabían hacerlo, no tenían los 15 quilos para comprarla, y el que sabía leer y tenía los 15 quilos, prefería comer que leer.

«Yo esperaba el tren de las tres de la tarde. Le llamaban “el Bus” y viajaba rumbo a Cienfuegos. Por las ventanillas la gente me compraba las revistas, cuando me oían vocear sus reportajes más sensacionales.

«Cuando aquello ya estaba Fidel en la Sierra Maestra, pero yo no decía nada de eso, porque me lo habían advertido: “¡Cuidadito, que te coge la Guardia Rural!”.

«Mi tío Ereno Gómez Pérez escuchaba la Radio Rebelde. Una de las locutoras era Violeta Casals, pero... ¡cero comentarios!

«Mis tíos paternos decían, como mi padre, ser “apolíticos”. Pero, a decir verdad —que es como se debe contar la historia— mis tíos eran nada más “ojalateros”. ¡Atención con esta palabra! No por trabajar con lata, sino porque decían: “¡Ojalá se caiga Batista! ¡Ojalá que triunfe Fidel!”, pero de ahí no pasaban...

«Mira, una vez le pregunté a mi papá qué era el Comunismo. Me respondió que por qué le preguntaba eso. Cuando le dije que Marcelo de la Fe, un amigo del Partido Socialista Popular me había hablado del asunto, le dio un grito a mi madre y le dijo: “Oye, ¡Pipo no va más a la casa de Marcelo. Y no lo dejes salir ni al portal, ¿me oíste?!”. ¡Como si yo le estuviera hablando del diablo!

«Sin embargo, la situación económica y monetaria era tal en mi casa, que mis padres jamás en la vida se preocuparon por un mecánico de televisión, ni de refrigeración, porque no teníamos ni televisor ni refrigerador.

«Yo veía la televisión en un local del Sindicato Azucarero, porque mi tío era el Tesorero de la Sociedad Liceo de Blancos. Mi padre no podía ir al liceo de negros, porque era blanco; y al de blancos, tampoco, porque no tenía el peso y pico que debía pagar todos los meses. ¿Qué te parece?

«Y no solo eso: no me dejó alfabetizar, ni tampoco becarme, porque según él me iban a lavar el cerebro, me enviarían a Rusia y allá me convertirían en jabón o en carne rusa.

«Sin embargo, mi padre tiene un buen corazón. Está vivo todavía, con 92 años. Recuerdo que una mañana se fajó a los piñazos con un vecino porque descubrió que le quería tumbar dos pesos, y por la noche le regaló los únicos cinco pesos que había en mi casa, porque ese mismo vecino los necesitaba para la medicina de una hija muy enferma.

«En una ocasión uno de mis tíos me preguntó si quería trabajar en La Habana. Eso fue a las seis de la tarde. Y a las nueve de la mañana del otro día, ya yo estaba en el restaurante La Terraza, de El Vedado.

«Mi tío Pablo Gómez era el segundo administrador. Un mes fui cantinero, y varios meses camarero, hasta el 13 de abril de 1964 en que fui llamado al Servicio Militar.

«Cuando me licencié, como ese tío era muy amigo de Enrique de la Osa, el director de Bohemia, entré a la revista como trabajador fijo. Tenía sexto grado y empecé de Auxiliar de Información. ¿Te imaginas?, un guajirito como yo, siempre muy pobre, y que jamás había tocado una máquina de escribir, metido en Bohemia.

«Pasaron 15 días y el director me ubicó en el Archivo fotográfico, no sin antes decirme que era un lugar donde se aprendía mucho de todo.

«Fue un paso crucial en mi vida. No he querido nunca irme de este trabajo, de este lugar, entre las gráficas de tantos acontecimientos relevantes, entre fotos desde El Caballero de París, hasta de la visita de Winston Churchill a Cuba, o de Fidel paseando la campana de La Demajagua por La Habana.

«Imagínate, muy vinculado con dibujantes y caricaturistas, periodistas, diseñadores y fotógrafos de alto nivel. Y tener el placer de trabajar con Pedro Valer Piña, director artístico fundador de la revista. Mi entrada oficial a este archivo fotográfico fue exactamente el 11 de julio de 1967».

MI PRIMER IMPACTO EN BOHEMIA

Sarita Montiel dedicó esta foto a Bohemia.

«El primer impacto grande que sentí en la revista, fue apreciar con mis propios ojos y tener en mis manos las fotos originales que había visto de niño, en sus páginas.

«Yo aprendí mucho de Julián Iglesias Guerra, un periodista estrella de Bohemia, que murió en marzo de 1981. Fue mi maestro. Sobre él escribo un libro. Peleó en la Guerra Civil Española. Estuvo en un campo de concentración en Francia. Él inició el tarjetero del archivo de Bohemia, por autores, materia y otros conceptos. Me ayudó mucho.

«También el periodista Alberto Pozo, quien me impulsó a seguir superándome culturalmente. Por su sugerencia matriculé en la secundaria básica obrera, por la noche, en la Terminal de Ómnibus, junto a los choferes del lugar, tres veces a la semana».

PRIMER RETRATO DE GUAYASAMÍN A FIDEL

El primer retrato hecho a Fidel por Guayasamín el 1961. Aparecen el autor, Kuchilán, Roa, Fidel, Aragonés, el Embajador ecuatoriano y Guillén. Foto: Narciso Báez

«Una de mis más grandes emociones en los últimos tiempos aquí en el Archivo, está vinculada con el primer retrato hecho a Fidel por el pintor ecuatoriano Guayasamín. Cuando supe que se había perdido esa pintura, yo estaba en la casa, con mi compañera Magaly, también trabajadora de Bohemia y del Archivo.

«Maga, mi vida, ese cuadro es como un Cezanne, el autor del lienzo de la novela brasileña Señora del Destino. La foto de ese cuadro de Fidel yo la tengo, estoy absolutamente seguro de eso.

Johnny Weismuller (Tarzán) también dedicó una foto a Bohemia.

«A las seis de la mañana del otro día ya yo estaba en Bohemia con esas fotos y las mostré y las entregué enseguida. De inmediato se elaboró un trabajo al respecto en nuestra página digital.

«Situaciones similares he vivido. Me ocurre con mucha frecuencia que al ver publicada alguna de las gráficas de este archivo, enseguida digo: “¡Esa foto es mía!” Como si fuera yo el dueño.

«Mira si yo amo mi trabajo, que mi propia compañera me dice que yo quiero más a la revista que a ella. Y te digo más: mi mayor experiencia en este departamento donde he estado 40 años seguidos, es sentirme atraído por las imágenes que cuido, como si fueran imanes, por el inmenso valor que tienen.

También Gary Cooper regaló su foto a la revista.

«Me siento tan apegado a este rincón de la revista, que a veces pienso que Bohemia me paga, me pone a personas para ayudarme, fotógrafos para que yo tenga y guarde nuevas fotos; me instala aire acondicionado, mejora este espacio, lo pinta, lo arregla. En fin, siento que esta revista, ya casi centenaria, es mi casa, mi jardín, mi sueño, y hasta me digo: ¡Caramba, yo no soy aquí un simple trabajador de Bohemia, sino un ferviente coleccionista de fotos que siento como mías!»

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