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¿Suave veneno?

El prometedor camino para develar los misterios curativos de un alacrán endémico de Cuba ha pasado por los más curiosos escenarios: desde extrañas consultas oscurantistas hasta encumbrados laboratorios Peligro escorpión El Rincón de los alacranes

Autor:

Lisván Lescaille Durand

Detrás de un portón alto en la calle 25 del Vedado habanero, una mujer con cara de quien tiene la mente lejos espera a una persona experta en cuestiones «venenosas».

Al rato sube la escalera que lleva hasta el Departamento de Biología Animal y Humana de la Facultad homónima de la Universidad de La Habana. Aguarda en un espacio abierto repleto de jóvenes que entran y salen de aulas y laboratorios.

A la señora se le dibuja una rara sonrisa en su rostro triste. «Aquí pudiera estar mi hija, comenta como para que la oigan, pero poco antes de septiembre, cuando iba a comenzar su carrera, se puso muy mal. Le diagnosticaron cáncer ya en fase terminal. Vivo muy cerca. Me dijeron que aquí podían explicarme bien si es verdad que el veneno de alacrán sirve para curar tumores; si es así voy a buscarlo donde sea».

Le dicen que la persona más entendida en el tema no estará ese día por allí y entonces partió, con visible congoja, pero decidida a procurar el veneno. Quién sabe adónde iría a desahogar su desespero.

La historia que ahora continúa con esta mujer se inició hace más de dos décadas. Entonces el biólogo guantanamero Misael Bordier, con más ímpetus que posibilidades, inició el aún inconcluso camino para develar los misterios curativos del veneno de un alacrán endémico cubano. Desde esa fecha hasta hoy la «milagrosa» toxina ha pasado por los más curiosos escenarios, desde encumbrados laboratorios hasta extrañas consultas oscurantistas.

El asunto ha llegado tan lejos, que ha surgido un nuevo oficio de cazadores furtivos de alacranes, que cobran entre diez y 12 pesos por cada animal entregado a «curadores» no menos furtivos, que dicen lograr curaciones prodigiosas, y que han llegado a establecer consultorías con visos internacionales.

La verdad científica, sin embargo, se abre paso, no sin tropiezos, entre los asépticos espacios del complejo de Laboratorios Biológicos Farmacéuticos cubanos, conocidos por la sigla de LABIOFAM.

La ruta de las evidencias

Desde hace alrededor de 10 años, en ese complejo, ubicado en la capital cubana y con ramificaciones en todo el país, se desarrolla, a propuesta de los ministerios de Salud Pública y de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, un proyecto de investigación estatal con el propósito de demostrar la aplicación práctica que pueda tener en la terapia antitumoral la toxina del Rhopalurus junceus, o alacrán colorado.

La especie es endémica de la Isla, y con esta comenzó a experimentarse en la década de los 80 del pasado siglo en la provincia de Guantánamo, con indicios alentadores, al emplearse el veneno crudo diluido en animales afectados con tumores.

Especialistas de LABIOFAM se encargaron de dar forma científica a los estudios, mediante una labor de documentación y ordenamiento de la información dispersa, así como la caracterización bioquímica del veneno, evaluación de la toxicidad aguda y la actividad analgésica, entre otros estudios.

En la actualidad, más allá de especuladores de turno, lo único que constituye evidencia probada es la inocuidad del producto, y sus propiedades analgésicas y antiinflamatorias, por lo que es posible emplearlo como complemento en tratamientos convencionales de los pacientes que padecen cáncer en estado avanzado, ayudándolos a mejorar su calidad de vida.

Así lo afirmó el doctor José Antonio Fraga Castro, director de LABIOFAM, institución cuya misión fundamental es producir vacunas, otros medicamentos y medios diagnósticos veterinarios, pero que desde 1993 amplió su perfil investigativo. Ahora, además, desarrolla un programa de control de epidemias humanas a partir de medios biológicos que evitan los procesos irritativos en la salud humana y previenen de enfermedades como el cáncer.

El complejo tiene un prestigioso aval en varios países, tanto por sus productos como por la calificación científica de los más de 200 especialistas que laboran en diferentes regiones del mundo.

Durante la visita a ese complejo científico-productivo, Fraga Castro dijo a JR: «Se puede afirmar categóricamente que en la toxina del escorpión Rhopalurus junceus hay proteínas de bajo peso molecular que tienen acción antitumoral: los estudios lo han demostrado», aunque aclaró que no es un trabajo concluido.

«Teniendo en cuenta que el veneno es un pool proteico, es necesario llegar hasta el aislamiento de la proteína que tiene esa acción sobre el ADN de las células malignas. Esos estudios se realizan por expertos cubanos en laboratorios especializados de nuestro país, España y Venezuela», apuntó. Próximamente se incorporarán otros estudiosos a laboratorios de prestigio internacional en Italia y Francia, para completar una fase decisiva que no es posible todavía anunciar cuándo concluye, pero no demorará, garantizó.

Interrogado sobre la existencia de especialistas médicos que atienden solicitudes de toxina en LABIOFAM para ser usada en personas enfermas de cáncer, pese a no estar autorizado aún el ensayo clínico de la investigación, Fraga Castro hizo un comentario:

«No podemos perder de vista que los cubanos somos propensos a tomar cualquier cosa que se diga tiene efecto positivo en la salud, sobre todo si sabemos que no mata.

«Atendidos por un equipo médico multidisciplinario, hemos incluido en nuestro protocolo de investigación a pacientes cubanos y extranjeros enfermos de cáncer en fase terminal. Solo se hace con personas que se han ido presentando voluntariamente, pero con la exigencia de que deben firmar ellos, o un familiar que los represente, un documento de consentimiento. Es igualmente inviolable el requisito de que deben poseer su historia clínica con todas las prescripciones del médico que lo atiende.

«Solo así nuestra institución le entrega gratuitamente el producto, con una etiqueta que lo identifica como una solución natural del veneno, con todas las garantías en cuanto a calidad para ser consumido por un ser humano.

«Lamentablemente el cáncer no tiene límite de edad; es una enfermedad que se va extendiendo, y en nuestro país ya es la segunda causa de muerte, y la primera en algunas zonas específicas. Al no existir todavía el recurso para recuperar la salud de quienes la padecen en fase avanzada, es de esperar que quien tenga un familiar enfermo y conozca que existe un producto completamente inocuo con el que el enfermo mejore, busque la manera de encontrarlo y puede que no lo obtenga en el lugar adecuado. Y en nuestro caso es muy difícil negarlo, conociendo sus propiedades analgésicas y antiinflamatorias.

«Las estadísticas revelan que el 70 por ciento de los enfermos de cáncer en fase terminal muere con muy mala calidad de vida; y si esa solución, que se les da a las personas que la solicitan, les ayuda a aliviar el sufrimiento del enfermo y de la familia, es muy difícil parar eso.

«Lo que no debe permitirse es el empirismo pseudocientífico de particulares que, sin respetar nada, y sin los requerimientos necesarios, como el análisis de la calidad y procedencia de la toxina, entre otros, han tomado la iniciativa de aplicarla. Tampoco es aceptable la explotación indiscriminada de la especie».

El especialista asegura que ya se concluyó la fase de ensayo preclínico del veneno y todo el trabajo actual está encaminado a disponer de las evidencias necesarias para proponer al Centro de Control Estatal de la Calidad de los Medicamentos pasar a la fase de ensayo clínico, y posteriormente registrar el producto como medicamento natural.

Olga Lidia Jacobo Casanueva, subdirectora de Autorizaciones sanitarias del Centro para el Control Estatal de la Calidad de los Medicamentos (CECMED), acotó que, precisamente para concentrar el proyecto y los esfuerzos en un propósito social y estatal, fue que se puso en manos de LABIOFAM toda la responsabilidad, tanto para desarrollar el producto como para ejecutar el proyecto integralmente; pero no todo es cuestión de esta entidad rectora del estudio, sino de todas las que ineludiblemente se involucran.

«En mi opinión LABIOFAM pone todo su empeño para cumplir los pasos del estudio, pero hay que presentar ordenadamente las evidencias científicas ante nuestro organismo, porque es nuestra responsabilidad».

La funcionaria sostiene que, independientemente de lo sensible de la situación de las personas que piden el veneno, no se justifica el desorden que se creó en el país en el tratamiento con este preparado, y que ha conducido a descontrol en su aplicación en seres humanos.

¿Concentrado?

Mientras las instituciones a nivel nacional se refieren a un proyecto único en torno al estudio de las potencialidades de la toxina del Rhopalurus... en Guantánamo, por donde se inició el estudio, se habla un idioma al parecer distinto en parte de la comunidad científica médica.

Elvira Poch Murgado, especialista de segundo grado en Coloproctología, siempre ha visto con buenos augurios la aplicación de esta terapia. En la comunidad médica guantanamera se le considera como una de las experiencias más ilustrativas de la efectividad de la toxina del escorpión colorado en pacientes portadores de tumores digestivos bajos en estadio IV.

En el año 2005 esta especialista, a partir de un adecuado procedimiento metodológico y recopilación de datos, realizó un corte evaluativo con 35 pacientes con la patología descrita, casos cuyo pronóstico de supervivencia es de 11 meses para los tumores de colon y de 18 a 24 para los del recto y ano.

La mayor parte de esos enfermos fue tratada exclusivamente con el extracto crudo de la toxina del alacrán Rophalurus junceus, y al año de evaluarse los resultados fue muy alta la supervivencia para los pacientes con diferentes tumores.

Con estos avances un equipo de trabajo de esa provincia ha diseñado una propuesta al Instituto Carlos J. Finlay para el inicio de investigaciones a partir de ensayo clínico para tumores de vía digestiva baja en estadía IV con el extracto de esta especie de escorpión en forma homeopática.

«A mi juicio los cubanos tenemos muchos indicios reveladores de que hay un efecto positivo sobre determinados tipos de cáncer con esta toxina, pero en medicina los indicios no constituyen evidencia; se requiere un estudio que aporte seguridad, y en ese punto nos faltan, además de recursos, organización de la comunidad científica», afirma el también médico guantanamero José Ramón Rodríguez, presidente de la Cátedra de Medicina Natural y Tradicional y del Consejo Científico de la Universidad Médica de esa provincia, iniciadora de las investigaciones.

«Los trabajos iniciales efectuados aquí, así como los más recientes llevados a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina y el Hospital Provincial Agostinho Neto, han permitido acumular una abundante experiencia y conocimientos científicamente fundamentados sobre este tema», abundó.

La desventura del colorado

La crianza de alacranes como parte del proyecto de investigación de la toxina del alacrán colorado tomó buen impulso bajo el criterio de aseguramiento del recurso más valioso que aporta: su veneno.

Excepto Ciudad de La Habana, en el resto de las provincias y en el Municipio Especial Isla de la Juventud se cuenta con un establecimiento para la cría de la especie cuyo veneno se investiga, informó el doctor Fraga Castro.

«Se necesita toxina —agregó— para las investigaciones y la entrega a las personas que la necesitan, pero respetando las regulaciones que se establecen para preservar la especie. Esos criaderos (alacranearios) son los suministradores de la materia prima a la sede central de LABIOFAM, pues en las sucursales territoriales ni preparan la solución ni están autorizados a realizar entregas, en primer lugar porque no tienen condiciones para hacerlo. Solo están diseñados para la crianza y extracción de la toxina», especificó el directivo.

Quizá uno de los peligros no bien evaluados en la azarosa historia de esta investigación es el ecológico. Aún no se han comprobado todas las propiedades terapéuticas del veneno de este alacrán, y ya se levantan voces que alertan de una posible extinción de la especie si continúa su captura indiscriminada por personas que abastecen a inescrupulosos aplicadores del veneno.

La doctora en Ciencias Biológicas Josefina Cao López, jefa del Departamento de Biología Animal y Humana de la Universidad de La Habana, quien asesora la investigación, apuntó que en teoría los alacranes pueden ser explotados de manera sostenible para extraerles su veneno; y esto debe hacerse bajo los mismos principios que se explotan otras especies para obtener carne, piel y también veneno; o sea, seleccionando animales adultos de acuerdo con la tasa de incremento instantánea de la población.

Para esta estudiosa existen medidas que deben respetarse, y no en todas partes ocurre de esa manera, de lo que ya se tienen evidencias.

«Es imprescindible construir alacranearios donde se puedan establecer normas racionales de explotación con un criterio conservacionista, que permita utilizar este recurso asegurando su protección. También es preciso estimular la conservación de las áreas naturales donde habita esta especie, repoblar las zonas de donde se extraen los animales, incrementar los sitios de refugio, liberar presas que puedan servir de alimento a los alacranes y evitar, donde sea posible, la extracción de estos realizando “ordeños” in situ.

«Se trata —alerta la asesora principal del protocolo de investigación en la vertiente ecológica— de un recurso natural de alto valor desde el punto de vista humano, por las posibles aplicaciones médico-terapéuticas que pueda tener en diversas patologías; desde el punto de vista ecológico, porque es un recurso vivo, que forma parte de una cadena compleja de relaciones que no estamos autorizados a desequilibrar; y desde el punto de vista científico, porque es una especie endémica que no podemos poner en peligro de extinción.

A estas características se añade su valor intrínseco, como ser biológico que, junto a nosotros y al resto de las especies que pueblan este planeta, tiene derecho a la vida, independientemente de sus otros valores», señaló.

«Cuando se decide el uso de un determinado recurso natural, ya sea a nivel de país, regional, más limitado localmente, por una institución, o en último caso la iniciativa personal de alguien que vio la utilidad del recurso y decide explotarlo, esta decisión debe ser sostenible en el aspecto demográfico, ecológico, económico y social.

Pero la misma doctora reconoce que a partir de los inicios del uso de la toxina del Rhopalurus junceus como antitumoral empleado en humanos, se estimuló y sigue estimulando la captura indiscriminada de los alacranes, lo cual se suma a la eliminación o alteración de su hábitat y refugios preferidos cuando se eliminan malezas o prepara leña. Todo eso ha provocado la disminución de las poblaciones de esa especie en algunas localidades, entre estas en Guantánamo, Jagüey Grande y Ciénaga de Zapata, en Matanzas.

La profesora universitaria agregó que en el mundo hay 11 órdenes de arácnidos y Cuba los tiene todos, con elevadísimo endemismo, e incluso en algunos es del 100 por ciento. «En el caso de los alacranes es del 98 por ciento. En especial el Rhopalurus junceus tiene muchos depredadores (el sapo, la gallina, el sijú platanero), pero hoy su principal devastador es el hombre, que ante todo, apenas se le aparece fortuitamente ante su vista lo primero que hace es aplastarlo con el pie.

«Tengo la convicción de que si no se toman medidas a tiempo, a la vuelta de tan solo 20 años no tendremos esa especie en nuestra fauna. Hay un trabajo fuerte y sostenido por salvar la especie en Guantánamo y en el valle del Yumurí, en Matanzas.

Josefina Cao opina que este alacrán se puede explotar de manera intensiva en algunos lugares, pero nunca como ocurre ahora, de manera masiva en las 14 provincias, mediante un plan de producción por territorio y la pretensión de que en esos alacranearios se tengan 5 000 ejemplares. «Para eso se necesita un estudio detallado de la población de cada zona, las condiciones y las probabilidades de ser explotado y en qué medida, algo que no es estricto en todas partes».

Estos desajustes alertan sobre la urgencia de impulsar un plan serio de educación ambiental entre las personas que viven cercanas a las zonas donde habitan estos animales.

«Es preciso exigir más por el cuidado y la aplicación de las leyes que protegen la explotación indiscriminada de las especies. Todo eso es imprescindible, además, porque también soy una convencida de que la investigación dará resultados; y puede suceder que, una vez terminado el estudio y aprobado el medicamento, no podamos tener ni el Rhopalurus... y mucho menos su toxina».

Peligro escorpión

Rodolfo Rodríguez Ravelo, uno de los principales investigadores del alacrán colorado en el Centro de Desarrollo de la Montaña, ubicado en Guantánamo, afirma que la población de estos animales en la provincia está considerada como una de las más explotadas en el país.

Se han realizado extracciones del medio natural por más de 20 años, muchas veces indiscriminadamente sin criterios científicos de sostenibilidad. Por consiguiente se ha constatado una significativa disminución de su densidad poblacional.

«No se trata de una visión alarmista —aclara el experto— sino de un alerta con basamentos científicos que obliga a trabajar por un manejo adecuado de la especie y de la escorpiofauna.

«La demanda y utilidad desmedida de la toxina en prácticas para aliviar dolencias de todo tipo, propicia el aliento de la captura de cualquier alacrán para su comercialización entre nacionales y extranjeros.

«Estudios realizados en Baracoa, por ejemplo, determinaron una muy baja densidad poblacional, así como una marcada desproporción entre hembras y machos, algo que si bien es consustancial con la dinámica reproductiva de estos animales, se acentúa con su extracción desmedida del medio natural».

Tales realidades, según el experto, envían una clara señal acerca de «los peligros que se ciernen sobre la capacidad reproductiva de la población de alacranes en Guantánamo, cuyo ecosistema, especialmente en el macizo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa, se considera un núcleo caliente de biovidersidad en el Caribe».

El equipo de trabajo del Centro guantanamero que dirige el Msc. Rodolfo Rodríguez Ravelo, realiza en colaboración con el Departamento de Biología de la Universidad de La Habana, un proyecto nacional para la caracterización genética y filogeográfica de las poblaciones que habitan en el mencionado macizo, el que permite estimar la estructura y diversidad genética de esta especie en particular.

Se trata, según explicó el joven científico, de un camino para desarrollar una línea investigativa con el horizonte de la sostenibilidad de la especie: su comportamiento biológico, capacidad reproductiva y abundancia entre otros elementos que tributen a la eficacia de las investigaciones clínicas sobre el empleo de la toxina.

«Existen resultados concretos en este campo —sostiene Rodríguez Ravelo—. Se realizó la caracterización química básica del veneno en cuatro poblaciones del macizo Nipe-Sagua-Baracoa».

El Rincón de los alacranes

En la zona rural matancera conocida como Rincón Campestre vive la familia de Lisván Tápanes, un pequeño de tres años que no teme a los alacranes. A sus padres, Carlos y Yaraimis Suárez Perdomo, casualmente la vida les puso en su camino el lado bello de estos animalitos. Ellos nunca pensaron que en los alrededores de su casa vivieran quizá más de 500 alacranes de esa especie. Ahora son obreros agrícolas de la investigación, luego de recibir asesoramiento y cada cierto tiempo «ordeñar» a los alacranes allí mismo en el campo, para después devolverlos al medio.

El proyecto «La explotación sostenible de Rhopalurus junceus: un ejemplo de manejo de poblaciones», de la doctora Josefina Cao López, la licenciada Lina Ramos Molina y el especialista Ricardo Hernández Aguiar, ha sido generalizado después de ser premiado nacionalmente.

Esta actividad en el campo implica ciertos peligros, porque en la búsqueda debajo de piedras, pencas o ramas aparecen viudas negras, jubos, majaes y otros ejemplares de la fauna.

Ricardo Hernández, especialista en producción de medicamentos de LABIOFAM, recuerda que el proyecto comenzó en 1999, sin criterios de sostenibilidad de la especie, sin un plan de manejo como este.

«La explotación era irracional, lo que podría conllevar a quedarnos sin escorpiones en corto plazo, pues había que garantizar los volúmenes de veneno», comenta Ricardo.

Entonces se decidió combinar su explotación en el medio natural y en cautiverio. El criadero del complejo Reynold Bauta Dávalos, de LABIOFAM en Matanzas, es un ejemplo de manejo de poblaciones, pues no se trata de capturar por capturar. Allí cada alacrán vive en un frasco plástico, con agua y algunas piedras para acomodarse.

El proyecto generó empleos y ahorro de combustible, ya que el área del animal estaba distante del laboratorio.

Para proteger la especie el plan de manejo contempla acciones educativas, involucrando a niños y a la comunidad desde Bacunayagua hasta la entrada de la ciudad de Matanzas.

En el alacraneario matancero hay condiciones favorables, agua y alimento seguro. Los cerca de cinco centenares de escorpiones en cautiverio se alimentan cada dos días con subproductos de la apicultura. Los primeros animales fueron colectados en las áreas de demolición y en desbrozamientos de entidades petroleras o de la construcción. Tras un número apropiado de extracciones se devuelven al medio natural.

Los alacranes son carnívoros, comen insectos y presas vivas como cucarachas, grillos e invertebrados.

Para «ordeñarlos» se sujeta con una pinza el rejo y se aplica corriente en la zona delantera.

Todavía se trabaja en Guantánamo para la estandarización de los equipos de estimulación eléctrica, porque nadie se ha puesto de acuerdo y ese empirismo lo paga el escorpión en su esqueleto. Al recibir mucho shock eléctrico sufren un gran estrés y hasta se pueden quemar por el exoesqueleto. También si pierden el rejón, los animales quedan sin el elemento para matar sus presas o defenderse, y pasan trabajo para alimentarse.

La frecuencia de ciclos debe ser de 45 días, aunque a los 18 días los alacranes recuperan los volúmenes de veneno. Se «ordeña» a un número determinado para mantener la calidad y proteger al animal.

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